Los políticos corruptos entraron en política para conseguir beneficios de manera ilícita o fue la dinámica en el ejercicio del poder la que los llevó a adoptar comportamientos impropios. Esta cuestión es recurrente, sobre todo cuando los casos de corrupción centran el debate público. Ahora, la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) aporta algo de luz sobre esta cuestión, en una investigación que analiza los pensamientos éticos de las personas tramposas, antes y después de haber cometido el fraude.
Investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), la Universidad de Birmingham, la Universidad Autónoma de Madrid, el Instituto Empresa y la Universidad Estatal de Ohio en Estados Unidos han llevado a cabo un estudio para conocer si son más propensas a romper las reglas para hacer trampas las personas en posiciones de poder.
Los políticos corruptos nacen o se hacen
Los resultados de la investigación, en la que ha participado la profesora de la UCLM, María Stavraki, confirman que los políticos corruptos nacen, es decir, que “pensamientos éticos previos de las personas poderosas influyen en su comportamiento tramposo” y advierte de que la necesidad de identificar esos pensamientos antes de otorgar poder “es crucial para fomentar resultados positivos”.
El artículo, que ha sido publicado en la revista Experimental Social Psychology, concluye que el “emponderamiento puede ser beneficioso o perjudicial dependiendo de los pensamientos que tiene la persona” y que “identificar los pensamientos éticos antes de otorgar poder es crucial para fomentar resultados positivos”.
Qué experimentos se han realizado para llegar a esta conclusión sobre personas tramposas y políticos corruptos
Para llegar a su conclusión, los investigadores realizaron dos experimentos en los que personas que tenían pensamientos positivos sobre hacer trampas y se sentían poderosas mostraron mayores intenciones y comportamientos tramposos; mientras que, a aquellas con pensamientos negativos sobre hacer trampas, sentirse poderosas les llevó a hacer menos trampas.
El resultado lleva a los autores a advertir que, si bien existe un vínculo entre sentirse poderoso y hacer trampa, “el poder no siempre conduce a comportamientos antisociales, también puede fomentar comportamientos positivos y éticos”. “El poder valida y refuerza los pensamientos preexistentes, amplificando tanto los pensamientos positivos como los negativos sobre comportamientos tramposos”.
El resultado sobre cómo el poder influye en el comportamiento tramposo es, a juicio de los investigadores, “crucial en la sociedad actual, donde la ética de los líderes está bajo constante escrutinio”. Además, consideran que conocer el pensamiento preexistente del poderoso sobre el comportamiento tramposo “es vital para organizaciones y gobiernos” y apuntan a que “promover valores éticos en líderes puede reducir la corrupción, fomentar comportamientos responsables y promover la integridad en posiciones de liderazgo”.