“Niños y jóvenes de las comunidades indígenas se encuentran en un estado límite que les presenta solo dos modelos culturales y sociales: el occidental, basado en la productividad, el éxito individual, e incluso en pautas estéticas de relacionamiento entre los géneros, y el social indígena, que es colectivo, colaborativo y en donde todo se basa en la búsqueda del buen vivir como población”.
Así lo afirma la psicóloga Tania Martínez, profesora de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia, y agrega que “tal situación está generando en los jóvenes una profunda confrontación interior con respecto a su identidad cultural, social e individual que los lleva al consumo de alcohol o drogas ilícitas, e incluso a tomar decisiones tan drásticas como el suicidio”.
Según cifras del Observatorio de Bienestar a la Niñez, del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), en los últimos años los departamentos que encabezan la tasa nacional de suicidios por cada 100.000 habitantes entre los 0 y 17 años son aquellos que cuentan alta presencia de comunidades indígenas, entre ellos Amazonas, Vaupés y Guainía.
“Cuando se analizan las estadísticas se evidencia que la magnitud de la problemática es mucho más compleja y dramática en cuanto al número de casos para los pueblos indígenas. Detrás de cada caso de suicidio consumado también hay una gran cantidad de intentos que generan alarma humanitaria”, asegura el psicólogo Julio César Mancipe Moreno, profesor de la UNAL Sede Amazonia y candidato a Doctor en Estudios Amazónicos de la Institución.
En su investigación “La muerte en la maloca: salud mental y suicidio en pueblos indígenas de la Amazonia”, el docente evidenció que las cifras del Observatorio señalan que los departamentos que lideraron la tasa de suicidios en los últimos años fueron Vaupés en 2008, Vichada en 2009, Guainía en 2010 y 2014, Amazonas en 2011 y 2015, Casanare en 2012 y Guaviare en 2013.
Cuáles son las tasas de suicidio en la población indígena de Colombia
“Son tasas que quintuplican y doblan la media, que en 2015 fue de 0,6 casos por cada 100.000 habitantes, mientras que en Vaupés fue de 4,58 y en Amazonas de 2,62”.
“Pero la dimensión y la gravedad de estos datos son aún más en evidentes si se tiene en cuenta que se trata de departamentos cuya población no alcanza los 100.000 habitantes, Amazonas tiene 78.830 y Vaupés solo 44.928”, resalta el profesor Mancipe.
Al respecto, Abel Antonio Santos Angarita, indígena tikuna, lingüista, magíster en Estudios Amazónicos de la UNAL Sede Amazonia, promotor cultural y defensor de la tradición indígena amazónica, afirma que “hace unos cinco años estas conductas no era visibles en las comunidades indígenas, y lo que genera preocupación es que cada vez haya más casos de adolescentes que han intentado quitarse la vida”.
“Si un tikuna muere pasa a otro territorio, pasa a otra vida. Pero si una persona muere en ese estado (suicidio) no consigue hacer esa transición hacia ese nuevo mundo. Queda pagando, queda contaminando y buscando otros compañeros para que se cometa nuevamente ese hecho en los seres humanos”, relata el magíster.
Durante varios años el profesor Mancipe se ha acercado a esa realidad de los pueblos indígenas de la Amazonia en busca de explicaciones y de ofrecer un marco comprensivo pertinente que permita entender lo que hay detrás de las cifras.
Qué ha llevado a estas tasas de suicidio tan elevadas
Así, ha podido identificar que en las comunidades amazónicas de Arara y Nazareth se han registrado altas cifras de muertes e intentos de suicidios en la población de juvenil. Entre los factores que están influyendo en esta problemática se encuentran el abuso sexual, el alto índice de violencia intrafamiliar y los conflictos entre familias dentro de la comunidad.
“El proceso de escolarización se convierte en un actor externo que rompe con la estructura social, familiar y de vínculos de aprendizaje tradicional en los resguardos indígenas, convirtiéndose en foco de controversia y limitación de responsabilidad de los adultos con los niños y jóvenes”.
“El resultado de esto es una desarticulación socioemocional de las familias, que además están cada vez más expuestas al consumo de alcohol y sustancias ilegales y al abandono de hogar, entre otros factores”, destaca.
Agrega que “en 2017 se logró adelantar con las comunidades un proceso de acompañamiento de la mano de Red Vida –un grupo de profesionales, activistas indígenas y miembros de la comunidad de hermanos menores capuchinos–, en el que fueron fundamentales los ejercicios, el empoderamiento de las familias y de la comunidad para que, desde sus costumbres, se pudieran equilibrar las situaciones de violencia física y espiritual; sin embargo, todavía hace falta reforzar acciones en este sentido”.
La profesora Martínez considera que “también es necesario realizar un trabajo intercultural en alianza con los sabedores de las comunidades indígenas para que ejecuten el trabajo espiritual, ya que todo lo relacionado con salud mental debe tener un manejo espiritual”.
Los académicos recalcan la necesidad de impulsar un trabajo conjunto entre las comunidades indígenas, las instituciones estatales y la academia para diseñar estrategias de acompañamiento más eficaces.