Los cultivos sufren el cambio climático. No están preparados para el incremento de las temperaturas, las sequías extremas y la variabilidad térmica entre el día y la noche, y se desarrollan en entornos cada vez más hostiles, donde la tierra no les aporta todos los nutrientes que necesitan. La agricultura necesita soluciones diferentes a las que ya hay planteadas, y una de ellas podría pasar por la incorporación de hongos extremófilos, que la salve de los rigores y las condiciones extremas que trae el cambio climático.
Los hongos que podrían aportar una resiliencia extra a los cultivos son microorganismos habituados a vivir lugares inhóspitos como en regiones heladas, el desierto de Atacama (Chile) o en el entorno de Río Tinto, lugar de referencia a nivel mundial. Pero también en entornos mucho más cotidianos, como en el interior del lavavajillas, donde están sometidos a temperaturas de 90 grados y soportan la acción de los jabones; en la ducha; en el frigorífico; o también en la ducha.
Qué tipo de hongos pueden salvar la agricultura ante el cambio climático
Los hongos llamados a salvar a la agricultura de los rigores del cambio climático son los hongos extremófilos. Estos microorganismos son unos auténticos supervivientes, capaces de sacar partido de ecosistemas realmente hostiles, donde ninguna otra especie puede habitar. Justamente por su habilidad para obtener recursos y salir adelante en las situaciones más complicadas, se está investigando cómo asociarlos a los cultivos, para que contribuyan a hacerlos más fuertes ante el nuevo escenario climático.
Un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Experimentales de la Universidad de Jaén (UJA) está abriendo un camino nuevo en el uso de hongos extremófilos como probióticos para plantas, que mejoren la resiliencia de la agricultura ante temperaturas extremas, falta de lluvias y suelos empobrecidos.
La idea de emplear microorganismos para activar y proteger a las plantas no es nueva; desde hace muchos años se usan bacterias y hongos. Sin embargo, lo sí que resulta muy novedoso, e incluso disruptor, es la utilización de hongos extremófilos para ese fin, lo que convierte a este equipo de investigación de la UJA en uno de los primeros del mundo en ensayar esta fórmula de biofertilización.
Qué supone emplear este tipo de hongos como bioestimulantes de plantas
La utilización de los hongos extremófilos como bioestimulantes abre la puerta a un cambio de paradigma en la fertilización de cultivos, con el que se responde a las exigencias del cambio climático: ahora, más que dar vigor a la planta, se pretende hacerla resistente a las nuevas amenazas a la que debe hacer frente en este nuevo escenario, como temperaturas elevadas, aridez, suelos pobres e incremento de plagas.
El cambio global impone «reprogramar la manera de pensar para buscar biofertilizantes, porque los biofertilizantes actuales, que nosotros preferimos llamar probióticos de plantas, no son efectivos», explica el investigador Ramón y Cajal de la Facultad de Ciencias Experimentales de la UJA, Ramón Batista. Este investigador, en colaboración con la profesora del Área de Fisiología Vegetal de esta facultad, Ana Fernández Ocaña, trabaja en el desarrollo de estos nuevos probióticos para plantas basados en hongos extremófilos.
Cómo funcionan estos nuevos probióticos para plantas
Hasta el momento se han realizado pruebas en laboratorio con tomate, chile, albahaca, a los que se les has inoculado estos microorganismos, con unos resultados «muy prometedores», tanto que están a punto de abrir una línea nueva con olivo, que podría suponer un punto de inflexión en la producción de aceite de oliva en toda la región mediterránea.
El primer reto a superar en el trabajo con estos hongos fue lograr que estos extremóilos se asocien a las plantas y que establezcan una relación de simbiosis, es decir, crear micorrizas. Con las especies mencionadas anteriormente se ha conseguido en pruebas en laboratorio.
El equipo de la UJA ha observado que, en asociación con estos organismos extremófilos, las plantas mejoran su resistencia ante la sequía, porque les aportan «cierta humedad a la raíz, nutrientes y un conjunto de beneficios que la raíz por sí sola no podía obtener de no contar con la ayuda de estos hongos», afirma Ana Fernández Ocaña.
Por lo general, los hongos desempeñan una función ecológica relevante en el reciclado de nutrientes, de carbono, así como de algunos minerales como fósforo, nitrógeno y manganeso, pero los hongos usados en los fertilizantes actuales no dan la talla en el escenario climático y los suelos actuales.
Por qué se necesitan soluciones de biofertilización diferentes
El escenario y los suelos agrícolas han cambiado y por este motivo se necesitan soluciones de biofertilización diferentes. En los últimos cien años, los cultivos se han desarrollado en suelos con una composición de nutrientes apta para la agricultura y donde se puede mantener un régimen hídrico adecuado para la especie vegetal. Pero la agricultura actual se encuentra con «agroecosistemas que han ido migrando a lugares que no son convencionales, con suelos bastantes empobrecidos de nutrientes, oligotróficos», explica Ramón Batista.
La agricultura actual, y más aún la de los próximos años, tiene que adaptarse a suelos muy áridos y hasta salinos, suelos muy limitados en nutrientes orgánicos e inorgánicos y con unas variaciones de temperatura muy abrupta, donde los biofertilizantes actuales, generalmente, basados en el hongo tricoderma, no funcionan.
«Entonces tenemos que mirar a otros microorganismos que no sean los de siempre, que nos permitan innovar en el desarrollo de nuevos probióticos de plantas. Y ahí es donde sería muy interesante probar las cualidades de hongos que naturalmente viven en estos ecosistemas extremos», añade el investigador de la UJA.
Qué aplicaciones tendrían las soluciones basadas en este tipo de hongos
La aplicación de esta nueva generación de probióticos para plantas formulados con hongos extremófilos es tan diversa como interesante, ya que estos microorganismos permiten crear soluciones a medida, que trascienden el ámbito de la agricultura.
Por ejemplo, se pueden emplear en tareas de restauración tras un incendio forestal. Tras el fuego, el terreno queda totalmente muerto. Las llamas reducen a cenizas la vegetación superficial, pero también tienen unos efectos que no se aprecian a simple vista, ya que también arrasan toda la microfauna que habita bajo el suelo y que aporta vida y recursos al entorno. Estos hongos valen para recuperar los suelos. De la misma manera, pueden ser útiles para la reforestación de bosques, ya que contribuyen al enraizamiento de los árboles.
Los hongos extremófilos tambén se pueden emplear para luchar contra enfermedades de los cultivos. En Jaén hay un problema con la verticilosis, una enfermedad que mata el árbol y obliga a arrancarlo y a limpiar el suelo para evitar que se extienda por toda la finca. «Con estos hongos podríamos crear una solución, que evite que el Verticilium acceda al árbol a través de las raíces, pueden actuar como una barrera protectora», afirma Ana Fernández Ocaña.
Los hongos extremófilos son tan versátiles que incluso pueden emplearse para el desarrollo de soluciones poscosecha, por ejemplo, para evitar que los productos hortofrutícolas se estropeen durante su transporte, cuando pasan de un entorno refrigerado a uno a temperatura ambiente, tal y como ocurre, por ejemplo, cuando son embarcados en avión o en el tiempo de descarga en el almacén de destino.
Ramón Batista y Ana Fernández Ocaña hacen hincapié en la necesidad de ampliar los estudios sobre estos microorganismos, porque si bien cuentan con un potencial enorme, también pueden resultar peligrosos, si no se hace un manejo adecuado, debido a su capacidad para desencadenar enfermedades en los cultivos a los que se desea ayudar.
En cualquier caso, los hongos extremófilos representan un paradigma nuevo en el campo de los biofertilizantes y pueden ser la vacuna adecuada para proteger la agricultura del cambio global.