Justicia en España… ¿dónde?

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    Ayer nos acostamos tristes y acojonados, hoy nos hemos levantado más tristes y más acojonados. Los motivos es que como ciudadanos y ciudadanas nos sentimos desorientados, huérfanos y desamparados al perder los referentes de lo que es justo. Cuando éramos niños nuestros padres y madres lo tenían claro, qué era lo bueno y qué era lo malo, una enseñanza basada en lo más elemental de la vida y el sentido común, pretendían que fuéramos personas trabajadoras, solidarias con los necesitados, …

    Según íbamos creciendo la cruda realidad nos iba abriendo los ojos y veíamos que nos adentrábamos en un mundo al revés. Lo peor, la sociedad de la que comenzábamos a formar parte era aún peor y más peligrosa que la selva de las películas de Tarzán que veíamos en la tele, lo más grave que no podíamos pedir amparo a nadie, nuestras vidas pasaban a ser pura supervivencia.

    No podíamos confiar en una clase política y una clase judicial, que tras morir el dictador Franco, formaban parte como eslabones de una cadena al servicio de la sin razón, como en su día fue la guerra civil, quedando todo bien atado. La ciudadanía sin apenas capacidad de reaccionar tras 36 años bajo el yugo del silencio de la dictadura, se habían cumplido los objetivos de convertir al pueblo español en sumiso y que aguantara lo que le echaran, todo estaba controlado.

    El asalto de los políticos a las arcas del estado y resto de administraciones públicas, enriqueciéndose, utilizando las administraciones para beneficiar a los suyos, donde la corrupción más radical imperaba, con la complicidad y participación de una clase empresarial corrupta (con excepciones), de una banca al servicio exclusivamente del dinero fácil a costa de lo que sea, con una clase judicial ausente o cuando no cómplice también.

    Sino cómo se entiende que contando con una buena carta magna, la constitución española, el desarrollo de las leyes y resto de normativas se hayan puesto al servicio de la corrupción, permitiendo así que se hayan comprando voluntades con total impunidad, se hayan enriquecido con todo tipo de operaciones ilegales unos y otros, se convierta lo público en un problema siendo manos mercenarias las que controlen todo.

    Lo ocurrido con la Justicia en España, en Almería, solo es el termómetro de una sociedad lastrada en la corrupción y la apatía. Cómo se entiende que en Almería, su Juez Decano declare que los malos son esos ecologistas que con sus denuncia pretenden frenar la destrucción del territorio, qué atrevimiento intentar frenar la corrupción urbanística y a aquellos políticos que ponen las administraciones al servicio de la trama. Pero no solo había que anular y meter miedo en las filas ecologistas para que no se atrevieran a denunciar o realizar declaraciones públicas sino también había que anular a algún que otro juez o abogado que se atreviera a enfrentarse a las tramas corruptas.

    El paro, la pobreza, la pérdida de valores, la manipulación informativa, la sanidad, la educación y la cultura al servicio de intereses privados, han ido aumentando la temperatura del termómetro, y ese termómetro ayer estalló, reventó… el Tribunal Supremo lo ha conseguido con los grados de calor provocado con su injusta sentencia contra Baltasar Garzón, ha terminado por conseguir que la ciudadanía nos perdamos en la selva despiadada y queden escasa esperanzas de orientarnos para salir sanos y salvos de ella.

    Ya los malos no son los corruptos, los terroristas, los que han causado crímenes contra la humanidad, los que han hecho fosas en las que se han enterrado miles y cientos de padres, madres, hermanos, vecinos o vecinas, …, ya los malos no son los que secuestran niños y niñas recién nacidas,…, ya los malos no son aquellos políticos que a las puertas de nuestras casas instalan industrias o crematorios asesinos de nuestra salud, …, ya los malos no son los que roban y trafican ocultos en la bolsa y paraísos fiscales…

    Los malos son esos “putos ecologistas”, esos “jueces atrevidos que quieren poner a asesinos y traficantes en la cárcel”…

     

    Papá, mamá, esto no es lo que vosotros me enseñasteis… qué debo hacer ahora?.

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