La malaria sigue siendo un desafío global de salud pública. Es una enfermedad parasitaria transmitida por mosquitos Anopheles infectados que mantiene en alerta a países como Colombia, donde tres especies de parásitos Plasmodium, responsables de la malaria, afectan a la población, siendo P. vivax la más prevalente en la región Amazónica y P. falciparum la causa principal de mortalidad en el mundo por afecciones parasitarias.
Estudios científicos han explorado que el cambio climático –al aumentar las temperaturas y las precipitaciones– podría estar creando condiciones más favorables para la reproducción del mosquito Anopheles, el vector de la malaria.
En lo corrido de 2023 los casos de malaria en el país se han incrementado en un 32 %, con un total de 77.431 casos, de los cuales 76.074 no son complicados, mientras que 1.357 personas están en situación de enfermedad complicada, según el Boletín Epidemiológico número 42 del Instituto Nacional de Salud (INS), publicado a mediados de octubre.
En las zonas donde más se concentran los casos son Chocó, Cauca, Nariño, Buenaventura, Antioquia, Amazonia y otros que se caracterizan por tener temperaturas cálidas y lluvias constantes.
Aunque el aumento de los casos no ha sido asociado con un factor puntual, estudios científicos han explorado que el cambio climático –al aumentar las temperaturas y las precipitaciones– podría estar creando condiciones más favorables para la reproducción del mosquito Anopheles, el vector de la malaria.
Las dificultades que representa
En el ABC publicado por Periódico UNAL, el biólogo Juan Camilo Sánchez, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que la complejidad de estos microorganismos, su variabilidad genética y su capacidad para cambiar constantemente de forma dificultan el desarrollo de vacunas efectivas.
“A diferencia de los virus y bacterias, los parásitos son organismos más grandes y complejos, lo que complica la identificación de antígenos para crear vacunas”, señala.
Esto quiere decir que lo complejo de esta situación es que las vacunas actuales contra esta enfermedad se desarrollan contra un antígeno específico, pero la presencia de numerosas proteínas en los parásitos complica la labor de determinar cuál de estas moléculas sería el antígeno más efectivo para desarrollar vacunas.
Hay algo interesante con la reproducción sexual de muchos de estos insectos voladores. Según explica el experto, la diversidad de las especies radica en esa capacidad de “recombinarse” genéticamente, es decir, de intercambiar fragmentos de ADN. Lo preocupante es que ese fenómeno es el que complica el mayor efecto de las vacunas, ya que el sistema inmunológico humano enfrenta constantes desafíos al intentar reconocer y combatir las nuevas variantes generadas por estos intercambios genéticos.
Pero hay otro reto: el diagnóstico asintomático, es decir cuando no se presentan síntomas. Las personas que han desarrollado inmunidad natural pueden portar el parásito sin mostrar síntomas, y esto los convierte en una fuente silenciosa de transmisión.
El experto señala que “la detección precisa de estos casos es crucial para el control efectivo de la malaria. Entre menor sea la fracción de tiempo que una persona sea hospedera, menor será el riesgo de nuevos contagios”.
Por eso explica que “en el diagnóstico, además de preguntarle al paciente por los síntomas convencionales como dolor de cabeza o fiebre, se le puede practicar el examen de sangre ‘gota gruesa’ que se sitúan sobre dos láminas y en una de ellas se rompen los glóbulos rojos –que son los que contienen los parásitos–, se hace una coloración y finalmente analizamos las muestras a través del microscopio”, así se puede comprobar si una persona está infectada o no.
Predicción de los picos
Esta es una tarea que no resulta tan sencilla, señala el biólogo. Los mecanismos de intervención, las estrategias de control en áreas endémicas y el tratamiento de pacientes positivos influyen en que los casos aumenten o disminuyan.
Sin embargo, algo que resalta es que mejorar las prácticas para poder detectar a las personas asintomáticas es clave para prevenir estos picos, y ese es uno de los mayores desafíos que la Organización Mundial de la Salud tiene en este momento.