Aprender con la experiencia

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Fósiles de ballena encontrados por el Padre Rufino.

El hermano Rufino dejó en Almería mucho más que su colección de ciencias naturales y sus hallazgos en campos como la paleontología o la botánica, legó una forma de afrontar la enseñanza en la que la experiencia de los alumnos se convierte en el mejor revulsivo para aprender.

Sin lugar a dudas hay personas que dejan huella en una ciudad y Rufino Sagredo, más conocido como el hermano Rufino, pertenece a ese privilegiado grupo. Este religioso de LaSalle se convirtió en un referente en el estudio de la botánica almeriense. Sus trabajos, todavía en marcha, a pesar de que falleció en 1991, han servido para catalogar las diferentes especies vegetales que pueblan la provincia de Almería, y describir algunas especies endémicas que fueron bautizadas con el ‘apellido’ sagredus en honor a su descubridor.

El hermano Rufino se consideraba un apasionado de la ciencia, de la investigación, del aprendizaje a través de la experiencia, algo que ha dejado como legado a algunos de sus alumnos que hoy ejercen como docentes. Él y su equipo de colaboradores, la mayoría de ellos alumnos de LaSalle, fueron los descubridores de un fósil de ballena perteneciente a la etapa del Plioceno, con una antigüedad estimada en cinco millones de años, aparecida en las faldas de Sierra Alhamilla y que, junto a la conocida como Ballena de Viator, son unos de los restos de cetáceos más importantes de los aparecidos hasta ahora, y que corresponden a un ejemplar del género balaenoptera.

Antonio Galindo.

El fósil de la ballena encontrada por el hermano Rufino se conserva hoy en el Museo de Ciencias Naturales de LaSalle, un espacio privilegiado, en el que encontrarse con el pasado natural más remoto de la provincia de Almería, y donde se conservan algunas de las muchas piezas fósiles recogidas por Rufino y sus colaboradores, así como un archivo botánico con más de 18.000 ejemplares de plantas, de las que 2.300 fueron recogidas en Almería, y cuya clasificación está todavía por terminar. Este herbario le sirvió de base para la publicación de la obra ‘Flora de Almería: plantas vasculares de la provincia’, publicada por el Instituto de Estudios Almerienses, en 1987.

Nacido en Villamóndar (Burgos) en 1899, el hermano Rufino siempre sintió un interés especial por la naturaleza, a pesar de que se licenció en Filosofía y Letras. “Desde el principio de su dedicación a la enseñanza, encontró en la naturaleza un campo infinito para analizar y profundizar en botánica, mineralogía, paleontología”, dice Antonio Galindo, actual jefe del Departamento de Ciencias Ambientales del Colegio La Salle de Almería y antiguo alumno del hermano Rufino. Esta pasión le llevó a coleccionar minerales e insectos, algo muy vigente a principios del siglo XX. Pero sus primeros pasos en el ámbito de la investigación más seria los dio en Córdoba en 1934, cuando descubrió “una serie de minerales de uranio de la sierra Albarrana”.

Padre Rufino.Rufino Sagredo llegó a Almería en 1956, procedente de Marruecos. Desde un primer momento se hizo cargo del Museo de Ciencias Naturales del centro, que anteriormente habían iniciado los hermanos Jerónimo Coste (1930-1955) y Mauricio Arnáiz (1957-1959), y a su herbario incorporó muchas de las plantas que había recogido al otro lado del Mediterráneo. Antonio Galindo define al hermano Rufino como “un hombre sabio, con una incansable curiosidad por los elementos de la naturaleza”, lo que le llevó a atesorar un vasto conocimiento.

Antonio Galindo fue uno de los alumnos que se enrolaron en las salidas al campo con el hermano Rufino y tuvo la ocasión de participar en el descubrimiento de los fósiles de la ballena que se conservan en el museo de La Salle, encontrados entre 1972 y 1973 en las faldas de Sierra Alhamilla. “Éramos cuatro alumnos de los últimos años de bachillerato. Los sábados por la mañana, quedábamos en la puerta del colegio y un Land-Rover nos llevaba a Sierra Alhamilla, por la zona de Cuevas de los Medinas, donde tras dejar la carretera nacional, también había que transitar por el campo, hasta una serie de pequeñas lomas, donde comenzábamos la larga caminata”. Antonio Galindo evoca estos tiempos con cierta emoción, y también con algo de reserva, quizás por miedo a que la zona se convierta en un destino para buscadores de fósiles. Reconoce que aquellas salidas al campo eran “toda una fiesta” y que “vistas cuarenta años después parecen una temeridad científica, pero era lo que había en aquellos años”.

Un bocadillo, algunas herramientas y mucha ilusión la de aquellos jóvenes que atendían atentamente las indicaciones de su mentor, y que casi sin darse cuenta, comenzaron a labrar una gran afición que, para algunos como Antonio Galindo, se ha convertido en su profesión.

La aparición de los fósiles de la ballena se aleja mucho de la casualidad, gracias a los centenares de salidas realizadas previamente. Rufino lo organizó todo para recoger “el máximo número de ellos y en las mejores condiciones”. En sus escritos, Rufino describió fragmentos fósiles de dos ejemplares, un ballenato y una ballena adulta del mioceno superior. “Ésta la consideraba una especie nueva para la ciencia por unas características del húmero, por lo cual el la denominaba balenoptera almeriensis. Me imagino que sólo un experto podría certificar estas afirmaciones, aunque hoy día con los pocos estudios serios que se han realizado sobre la misma ya se le calcula unos 5 millones de años, situándola en el Plioceno”, afirma Antonio Galindo.

Éstos restos y centenares de fósiles más integran una de las colecciones paleontológicas más curiosas de Almería, que se completan con un conjunto de elementos naturales como mariposas, insectos, minerales y, cómo no, el instrumental que utilizaba el hermano Rufino durante sus trabajos de campo. Aunque el mayor legado dejado por este religioso y científico fue su forma de vivir la enseñanza. Su labor docente llega hasta nuestros días, gracias al trabajo realizado por personas como Antonio Galindo, que en sus clases incorpora la pasión por la ciencia que le legó el hermano Rufino y su interés por conseguir que sus alumnos descubran el mundo por sí mismos.

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