El investigador del CSIC Daniel García‐Castellanos, que trabaja en el Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, detalla: “La estabilización del tamaño de ese canal se produjo, por un lado, como consecuencia de un levantamiento tectónico que tendía a estrecharlo, y por otro, por la erosión del agua atlántica entrante, que tendía a ensancharlo. Esta competición explicaría la enorme acumulación de sales en el Mediterráneo y su precipitación en el fondo durante tanto tiempo”.
Durante el Mesiniense, el Mediterráneo necesitaba, al igual que en la actualidad, un aporte constante de agua atlántica para evitar que su nivel descendiera por evaporación debido a las escasas lluvias. En aquella época, el estrecho que unía ambos mares era muy poco profundo y estaba situado en algún lugar entre lo que hoy es la cordillera Bética, al sur de la Península Ibérica, y la cordillera del Rif, al norte de Marruecos. Según los cálculos hidrodinámicos, este canal tuvo que tener entre 10 y 30 metros de profundidad. Sólo esa profundidad pudo evitar que el Mediterráneo quedara completamente aislado y se secara, a la vez que impedía la mezcla de agua de ambos mares.
“Este pasillo de conexión permitía sólo la entrada de agua, no la salida. Para explicar la gran cantidad de sal acumulada, el Mediterráneo debió actuar como una enorme salina durante al menos 100.000 años y evaporar unas 50 veces su volumen de agua”, aclara el investigador del CSIC. El equipo de investigadores ha empleado métodos de cálculo numérico para simular el flujo de agua y la erosión producida a lo largo de ese canal de entrada. Los resultados indican que la tasa de erosión fue comparable a la velocidad de levantamiento tectónico que se produjo en la región. Actualmente, la huella de este levantamiento se observa en los sedimentos marinos situados cientos de metros por encima del nivel del mar.
Cuando el levantamiento tectónico dificultaba la entrada de agua, el nivel del Mediterráneo descendía, pero al aumentar el desnivel entre los dos mares, el flujo de entrada y la erosión se aceleraban, agrandando de nuevo el estrecho. “Este equilibrio entre erosión y levantamiento podría explicar por qué el canal de entrada de agua atlántica se mantuvo durante tanto tiempo en el rango de profundidades que permite la concentración de sal en el Mediterráneo, a pesar de las rápidas oscilaciones climáticas del nivel del mar”, precisa García‐Castellanos.
Cuando la erosión del fondo del estrecho fue superada finalmente por el levantamiento tectónico, el canal de entrada quedó clausurado por completo, provocando que el clima seco del Mediterráneo hiciera descender rápidamente su nivel más de un kilómetro.
El trabajo aporta también una respuesta a las acumulaciones periódicas de sal que afloran en buena parte de la costa mediterránea. Hasta ahora se atribuían a los cambios cíclicos en el clima, pero los nuevos resultados proponen un mecanismo alternativo, basado en que la “competición” entre erosión y levantamiento se produjo de forma desacompasada.
“Cada vez que el levantamiento intentaba cerrar el estrecho, el Mediterráneo necesitaba de unos cientos de años para que su nivel bajase por evaporación. Como resultado de este desfase, la competición entre erosión y levantamiento era desacompasada, lo que producía una oscilación del nivel de este mar y de la acumulación de sal”, indica el investigador del CSIC.
Para los científicos, el estudio podría ayudar a entender el cambio global provocado por cambios en las condiciones ambientales. “La acumulación masiva de sal en el Mediterráneo y su posterior desecación probablemente tuvieron un impacto significativo en la biología y en el clima terrestres. La migración de mamíferos africanos a Europa debido a la desecación está bien documentada, pero el impacto de estos cambios bruscos sobre el clima es poco conocido”, agrega García‐Castellanos.