Dolor crónico y kinesiofobia: el miedo que paraliza

La Universidad de Málaga estudia por qué un porcentaje elevado de pacientes de dolor crónico también desarrollan kinesiofobia, un miedo patológico que les impide moverse con normalidad.

Medicación realmente fuerte; dificultades para llevar una vida normal; y, en ocasiones, la incomprensión de quienes les rodean. Solamente las personas que lo padecen, que en España son cerca del 20 por ciento de la población, saben lo que es convivir con un dolor crónico.

A todo esto, en muchos casos hay que sumarle complicaciones añadidas, generadas a consecuencia del dolor, con repercusiones nefastas en el bienestar psicológico de estos enfermos.

Kinesiofobia, asociada al dolor crónico

Una bastante habitual es la kinesiofobia, que puede definirse como un miedo patológico a moverse. Literalmente, hace referencia al “miedo al movimiento”. Estas personas desarrollan un temor enfermizo a moverse, por temor a hacerse daño, incluso cuando se trata de movimientos muy pequeños.

Esta fobia hace todavía más difícil la vida a estos enfermos, hasta el punto de que llega a confinarlos en entornos reducidos, como el de su hogar, donde se sienten seguros.

Con dolor crónico se multiplican los casos de fobia a moverse

Un grupo de la Universidad de Málaga, dirigido por Alejandro Luque, investiga el miedo a moverse que padecen personas con dolor crónico, y han comprobado que la kinesiofobia aumenta en estos pacientes.

Como la mayoría de las fobias, el miedo a moverse que provoca la kinesiofobia no tiene una base fundamentada, sin embargo se convierte en un obstáculo añadido para estos pacientes, que ya bastante tienen con vivir con dolor.

“La duración de los síntomas, el incremento de la intensidad del dolor y la incertidumbre acerca de por qué tengo dolor son algunos factores que favorecen el incremento de kinesiofobia”, afirma Alejandro Luque.

Sin embargo, este mismo investigador asegura que “todavía no se conoce con total exactitud” el detonante principal de esta fobia a moverse. Porque en la propia naturaleza humana, el miedo a moverse después de sufrir un traumatismo (por ejemplo, un esguince de tobillo), algo absolutamente normal y todo el mundo lo ha sufrido en alguna ocasión.

Alejandro Luque, investigador de la Universidad de Málaga experto en dolor crónico
Alejandro Luque

Un miedo ‘normal’ que se prolonga más de la cuenta

Pero cuando ese miedo ‘normal’ se prolonga más de lo habitual, como una “reacción desproporcionada al trauma que lo desencadenó”, entonces se está ante un caso de kinesiofobia y se recomienda que los pacientes se pongan en manos de especialistas.

La kinesiofobia se vincula a “pensamientos catastrofistas” sobre el dolor y el miedo a él. Esto hace que la persona lo tenga más presente, le preste más atención y, de manera casi automática, evite todas las actividades que piensa que le van a incrementar ese padecimiento.

Los investigadores que han estudiado la relación entre la kinesiofobia y el dolor crónico pertenecen al grupo de IBIMA Cronicidad y Servicios de Salud, y han publicado sus últimos trabajos sobre la materia en la revista British Journal of Sports Medicine, revista de referencia internacional en el área del aparato locomotor. Han detectado que en gran parte de los dolores crónicos articulares y musculares no suele haber un traumatismo desencadenante, y sí presencia de kinesiofobia.

En personas con dolor crónico de cualquier tipo

Este miedo patológico puede presentarse en personas con cualquier tipo de dolor crónico, independientemente de su naturaleza, aunque sí es cierto que suele darse “especialmente en dolores crónicos de origen músculo-esquelético”, afirma el investigador principal de este proyecto.

En un primer estudio sobre esta patología, estos científicos del área de Fisioterapia y Dolor Crónico describen que las personas que llevan más tiempo padeciendo dolor y dolores más fuertes son las que presentan un mayor miedo a moverse.

Pero no en los casos de latigazo cervical

Más adelante, en una segunda fase de esta investigación, el equipo de la Universidad de Málaga se centró en un una dolencia concreta no crónica. Estudiaron casos de latigazo cervical y comprobaron que la kinesiofobia es menos determinante en la vida de estas personas, y que el miedo a moverse es mucho menor que en los casos de personas con dolores crónicos.

“Una particularidad del latigazo cervical es que en la mayoría de los casos viene precedido de una experiencia física traumática, lo que puede llevar a desencadenar miedo. Otro parecido puede ser la rotura de ligamento cruzado de la rodilla mientras realizas una actividad física. En este caso no encontramos que mayores niveles de kinesiofobia se asocien con peor pronóstico del latigazo cervical”, afirma.

La última parte de esta investigación se está centrando en determinar las causas por las que aparece este miedo patológico, a fin de dar con una estrategia que contribuya a reducirlo lo máximo posible.

Del mismo modo, en un artículo publicado en Archives of Physical Medicine and Rehabilitation, los especialistas del grupo Cronicidad y Servicios de Salud llegan a la conclusión de que la combinación de educación y ejercicio supervisado por un profesional, funcionan como terapia para reducir la kinesiofobia, tal y comprobaron tras una investigación con pacientes afectados de dolor lumbar crónico.

“Educación en cuanto a rebajar las incertidumbres infundadas que pueden surgirle a un paciente sobre un dolor crónico que padezca. Ejercicio activo en tanto en cuanto se expone al sujeto a sus propios miedos infundados, de forma gradual y progresiva”, explica Alejandro Luque. Aunque reconoce que todavía queda mucho por avanzar en este sentido, para dar con fórmulas que contribuyan a reducir la prevalencia de esta fobia capaz de hacer la vida muy difícil a aquellas personas que se ven obligadas a convivir con el dolor.

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