Un equipo de investigadoras e investigadores del Instituto de Bioingeniería de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche, en colaboración con otro de la Universidad Hebrea de Jerusalén (Israel), ha determinado por primera vez la secuencia completa del genoma del virus de la clorosis de Passiflora, un patógeno que afecta a la producción del maracuyá o fruta de la pasión (Passiflora edulis Sims), una planta trepadora originaria de Sudamérica y Centroamérica. El fruto de esta especie, conocido como parcha, granadilla, gulupa, maracuyá o fruta de la pasión, se utiliza principalmente en la producción de mermeladas y zumos.
El profesor de Genética de la UMH, Héctor Candela Antón, autor principal del estudio que ha sido recientemente publicado en la revista Plants, explica que el genoma de este virus está formado por 9.672 ribonucleótidos -las subunidades químicas elementales que se unen para formar cadenas de ARN-, y codifica una proteína formada por 3.084 aminoácidos. Según explica la profesora de Genética de la UMH Sara Jover Gil, participante en el estudio, aunque el virus fue descrito en Florida (EE.UU.) por primera vez en 2004, hasta ahora se conocía únicamente la secuencia de algunas partes de su genoma, como la que codifica la proteína de la envuelta.
La nueva secuencia completa ha permitido confirmar que constituye una especie distinta dentro del género Potyvirus, al que también pertenecen los agentes causales de muchas otras enfermedades vegetales. El pariente más cercano al virus de la clorosis de Passiflora ha resultado ser el virus de la necrosis del mosaico común de la judía, un patógeno vegetal ampliamente distribuido en España. La secuencia del genoma también ha posibilitado el diseño de un ensayo, basado en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), para el diagnóstico y la detección rápida del virus en plantas infectadas.
Tras los hongos, los virus son el segundo grupo de patógenos vegetales en cuanto al número e importancia de las enfermedades que causan. Con frecuencia, los virus de las plantas producen clorosis, el amarillamiento de las hojas causado por la falta de clorofila, y malformaciones de los órganos en las plantas infectadas. Estos síntomas reducen la producción y causan grandes pérdidas económicas en los cultivos infectados. Aunque el cultivo de maracuyá se considera residual a escala global, ya que se producen solo 640.000 toneladas por año, supone una fuente de ingresos esencial para los productores de Kenya, por ejemplo.