Sacerdote «ciudadano del mundo», en la Chanca.

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Miguel Ángel Blanco.No se puede entender La Chanca, sin Don Marino. Ni se entiende el compromiso de Don Marino, sin La Chanca. Ahora la muerte de Marino Álvarez Mínguez (Salinas del Pisuerga, Palencia, 1918-Almería, 2009) sitúa en primera plano la realidad de uno de los barrios más singulares, controvertidos, populares y con más personalidad de Almería. Y el mejor homenaje en estos momentos, desde la memoria periodística, es situar la presencia de Don Marino, sacerdote comprometido con la esencia del ‘Sermón de la Montaña’, ‘sacerdote entre los pobres’, que siempre mostró con orgullo el carné de ’Ciudadano del Mundo’, número 158.096, obtenido en 1967, cuando vincularse a esta corriente de ciudadanos universales era considerado subversivo en el régimen franquista. Don Marino, por consiguiente, siempre entre los suyos, las gentes de La Chanca, el barrio de Pescadería, al que llegó en 1955, un momento que recordó en 1994 el año de la jubilación oficial, aunque un sacerdote nunca se jubila. ‘‘Cuando llegué al barrio me pateé todas las cuevas y chabolas. Me di cuenta de las condiciones infrahumanas, aunque más bien hay que hablar de condiciones ‘infra-animales’, en el barrio. Entonces pensé que en tres años tenía que convencer a la gente de Almería de que las personas deben vivir con unos mínimos de exigencia en la dignidad humana. Cuando se hizo el Plan Social de 1967 me daba cuenta de que las vacas de Torrelavega llevadas a Cabo de Gata vivían mejor que la gente de La Chanca’’. Para Don Marino, la realidad de La Chanca era más cruda que lo que pintó Juan Goytisolo en su libro.

Don Marino ha vivido muy de cerca la evolución del barrio, los problemas de los vecinos, familia a familia, persona a persona, y toda esa realidad la llevó siempre consigo. Estuvo muy presente en los graves conflictos de la década de los 70, los años de la transición a la democracia, la lucha de los pescadores por conseguir sus derechos y una vida de seres humanos, los años en que nace la Asociación de Vecinos ‘La Traíña’, para la que Don Marino abrió las puertas de la parroquia de San Roque para sus reuniones. El sacerdote del barrio estuvo siempre presente en las asambleas de los pescadores, que en realidad eran asambleas de todo el barrio. Y él allí, con sus palabras. Las trayectoria de este sacerdote en el barrio se cimentó también en sus estudios, en su formación, en sus clases de maestro, hasta el punto de que en 1986 fue distinguido ‘Maestro de honor del Magisterio almeriense’ En 1992, es nombrado doctor en Sociología por la Universidad Complutense, por la tesis doctoral ‘La Toxicomanía en Almería’. La tesis se publica con una dedicatoria expresiva: ‘A La Chanca, a cuantos en ella conmigo conviven y convivieron. A los toxicómanos. A los llamados ‘últimos’ en mi dedicación primeros. ¡Siempre en el intento!’ Su reflexión es directa: ‘‘Almería es el paraíso del paso de la droga. Hay que prevenir los condicionamientos tanto sociales como personales del fenómeno de la drogadicción. Hay que potenciar a la familia. El resultado es producto en realidad de esta sociedad que impulsa la creación de deseos. No es posible vivir cristianamente en un mundo de competitividad, donde el pez grande se come al chico’’. La tesis pone al descubierto un drama que no se puede ocultar y que hoy día permanece. ‘‘En mi tesis está el análisis del cuarto mundo almeriense, con un estudio sobre el hambre. La Chanca es el entorno del estudio, con todas las descripciones, las vivencias, los pescadores, lo que la pobreza ha hecho a los pobres, lo que se llama en el barrio ‘vivir al medio día’, que es prácticamente sobrevivir de lo más elemental. O se come o se cena, pero no las dos cosas’’. Todavía se conmovía ante el periodista al recordar que ‘‘hace unos años me encontré con un grupo de niños que se estaban pinchando’’.

Con Don Marino compartí distintos momentos, siempre en torno al barrio, suficientes para que el compromiso periodístico fuera cada vez más exigente, por cuestiones éticas. Hay situaciones en las que el periodista no puede ser neutral. Y entre esas situaciones compartidas, una permanece en el recuerdo. Hace ya más de una década, el hundimiento de un pesquero almeriense, con víctimas, llevó al sacerdote y al periodista al cementerio. Una larga espera, entre protestas de pescadores y vecinos, a las que se unió la de Don Marino, que fueron expuestas en la información periodística. El resultado fue que el sacerdote y el periodista fuimos citados a declarar ante la jueza encargada del caso. Recriminaciones y advertencias por parte de la magistrada a cada uno. De aquel momento queda el orgullo del periodista, por estar al lado de quien había que estar en aquel momento.

Ahora vienen otros tiempos, de recuerdos, lealtades y homenajes. Desde mi condición de responsable del Departamento de Ciencias del Hombre y la Sociedad, del Instituto de Estudios Almerienses (IEA) llevo proponiendo desde hace dos años la edición de la tesis de Don Marino, ‘La Toxicomanía en Almería’, el único trabajo conocido hasta el momento sobre esta grave realidad almeriense. Es posible que la edición salga adelante, tras la defunción de Don Marino, junto con el homenaje a la personalidad del sacerdote y sociólogo, algo que sí tiene el apoyo de Miguel Naveros, director del IEA, pero que ha encontrado mucha oposición por parte de sectores del IEA, cicateros en sus argumentos al margen de la realidad cultural, -espero que no sea por ignorancia-, ante una situación que les sobrepasa. Claro que Don Marino, afortunadamente, ya está muy por encima de todas estas miserias mundanas.

(Publicado en ‘La Voz de Almería, martes 30 de junio, 2009, páginas 6 y 7.

En IDEAL-Almería, miércoles 1 de julio, 2009, página 25).

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