Nicholas Longo: «Si nos importa la democracia, debemos practicarla en cómo enseñamos»

Nicholas V. Longo, destacado académico estadounidense especializado en educación cívica y democracia. Longo, miembro de la junta directiva de Unbound College y codirector del Laboratorio de Diálogo, Inclusión y Democracia (DID) de Providence College, compartió su vasta experiencia en la creación de espacios educativos que fomentan el diálogo deliberativo y la participación cívica. Su enfoque interdisciplinario y sus reconocimientos internacionales reflejan su compromiso con la reinvención de la educación superior para enfrentar los desafíos contemporáneos de la democracia.

Nicholas Longo visitó la Universidad de Chile.

– ¿Cuál es el papel de la educación superior en la promoción de la democracia y los derechos humanos en el contexto global actual?

Creo que nuestra investigación, así como otras alrededor del mundo, muestra que la democracia está en crisis. Esto se debe, en parte, a la baja confianza en las instituciones, la polarización y los problemas complejos que no pueden ser resueltos únicamente con expertise técnica. Por eso, es prioritario revitalizar la democracia, y la educación superior tiene un rol único al educar a la próxima generación para que se involucren y reimaginen la democracia. Además, las universidades pueden utilizar sus recursos para participar activamente en la resolución de problemas públicos y en el fortalecimiento de la democracia.

– ¿Cuál es el rol de las universidades públicas en este objetivo?

Las universidades públicas tienen la responsabilidad única de servir al público. Su misión es educar para la democracia y, durante mi tiempo aquí en la Universidad de Chile, he visto que hay muchas cosas que el resto del mundo, incluyendo la educación superior en Estados Unidos, puede aprender de la forma en que ustedes lo están haciendo.

– ¿Cuáles son los métodos más efectivos para fomentar la responsabilidad cívica y el compromiso entre los estudiantes ante los desafíos actuales de la democracia?

Creo que los métodos más efectivos son aquellos que permiten a los estudiantes participar en experiencias del mundo real, donde puedan involucrarse de manera responsable en prácticas concretas. Esto puede incluir estudios de caso, colaboración con líderes de la sociedad civil, investigación de pregrado y conversaciones con personas con diferentes puntos de vista. La clave es que estas experiencias sean auténticas y conectadas con el aprendizaje real.

– Como codirector del Laboratorio de Diálogo, Inclusión y Democracia en Providence College, ¿cómo pueden las universidades crear espacios que fomenten el diálogo genuino y las prácticas democráticas en el campus?

La lección que aprendemos de nuestro trabajo en el Laboratorio es que debemos encontrar lo que funciona para involucrar a las personas en conversaciones a través de diferencias, sopesar opciones y actuar colectivamente. Esto se logra trabajando con estudiantes como líderes facilitadores, integrando el discurso civil en el currículo a través de comunidades de aprendizaje para profesores, y organizando diálogos comunitarios que conecten la universidad con el público en general.

– Enfatiza la importancia del aprendizaje basado en la comunidad y el compromiso cívico juvenil. ¿Cómo puede aplicarse este enfoque en entornos universitarios para abordar problemas sociales urgentes, como la desigualdad y la justicia social?

El aprendizaje basado en la comunidad, como mencioné anteriormente, se centra en que los estudiantes aprendan mejor a través de la experiencia. Por eso, las universidades deben fomentar que los estudiantes salgan del campus y se involucren en la comunidad, trabajando con organizaciones de la sociedad civil. Estas experiencias deben estar conectadas con los temas que estudian, como derecho, políticas públicas o escritura, para que el aprendizaje sea significativo y contribuya al avance de la comunidad local. 

– En su experiencia trabajando con estudiantes, ¿cómo los inspira a convertirse en participantes activos de la democracia más allá del aula?

Diría que es más bien al revés; mis estudiantes me inspiran a mí. Sin embargo, lo que intento hacer es crear y mantener espacios donde todos puedan contribuir con sus talentos y experiencias. La inspiración proviene de todos en ese círculo de aprendizaje, fomentando un ambiente donde cada uno se sienta valorado y motivado a participar activamente en la democracia.

– A medida que el panorama global continúa evolucionando, ¿qué consejo ofrecería a los educadores que buscan integrar valores democráticos y derechos humanos en sus prácticas docentes?

Mi principal consejo es escuchar. Crear espacios donde las personas aprendan a escucharse mutuamente es esencial. Debemos valorar la dignidad humana de los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo, y esforzarnos por entender de dónde vienen. Esto fortalece la convivencia y la práctica democrática tanto en el aula como en la sociedad.