Las observaciones realizadas concluyen que las hembras silvestres tenían alas más grandes, además de diferencias en la forma de estas.
Para su investigación, el biólogo de la UNAL Miguel Alfonso Pacheco Gómez y un equipo de colaboradores recolectaron hembras adultas, que son las pican y transmiten la malaria, enfermedad latente y potencialmente mortal en Colombia, de la que hasta comienzos de marzo se habían reportado 21.549 casos en lo corrido del año.
Los individuos silvestres se capturaron en San José del Guaviare y Puerto Carreño (Vichada), y además se colectaron huevos y larvas que se llevaron a laboratorio para simular su hábitat en condiciones controladas, proceso conocido como isofamilias.
Posteriormente se realizó el análisis comparativo de la variación de las formas y el tamaño de las alas (morfometría lineal y geométrica) y se revisaron los patrones de manchas, y así se determinó que las hembras silvestres tenían alas más grandes, además de diferencias en la forma de estas.
También se encontraron diferencias en su patrón o secuencia de manchas alares, considerando algunas relaciones como la mancha prehumeral oscura (antes del húmero del ala) y la mancha pale humeral en la vena costa del ala, como caracteres diagnósticos para distinguir entre poblaciones de A. albitarsis.
“Estos hallazgos son fundamentales para identificar taxonómicamente la especie con precisión, y su asociación con aspectos biológicos y ecológicos. El cambio climático a causa de distintos factores de intervención humana es una justificación evidente de estas variaciones de forma de la especie, pero el uso de fertilizantes y productos químicos en la agricultura también es una causa específica a destacar, ya que genera una serie de desafíos ambientales, incluida la proliferación de mosquitos Anopheles más fuertes y resistentes”, destaca el biólogo.
Señala además que “los residuos de pesticidas y fertilizantes se filtran a través del suelo contaminando fuentes de agua cercanas, y si por ejemplo se fertiliza un lago, lo puede llenar de muchas algas, que pueden generar un nuevo hábitat más fuerte para mosquitos, y a su vez pueden disminuir la cantidad de oxígeno del agua afectando a otras especies como los peces, que son controladores biológicos de larvas e insectos; es todo un equilibrio ambiental que se ve afectado y genera incremento o disminuciones de las especies respectivamente”.
Información valiosa para controlar
“Es importante entender la dinámica del Anopheles y su entorno y realizar estudios antes y no solo cuando ya exista una alerta epidemiológica, sino tener toda la información del mosquito como vector transmisor de enfermedades, sus formas, variaciones y comportamientos para tener mejor control sobre él”, aclara el investigador.
Por ejemplo, hace algunos años se hizo una campaña de erradicación donde fumigaron de manera extensiva e intensiva la región de la Orinoquia y la Amazonia con el insecticida DDT (dicloro difenil tricloroetanoes). “En efecto los casos de transmisión bajaron, pero el efecto colateral fue que los mosquitos que sobrevivieron crearon resistencia”, relata.
En su opinión, “se deben buscar enfoques más holísticos que incluyan la educación de las comunidades, por una parte, pero también la preservación del equilibrio ambiental, como estrategias efectivas para cohabitar con el mosquito y así mismo controlar la transmisión de la malaria”.
En definitiva, entender las variaciones morfométricas en el mosquito Anopheles proporciona información valiosa para futuras investigaciones que sirvan para diseñar estrategias de control más efectivas, pues identificando cómo responden a los cambios ambientales y a la intervención humana, los científicos y los profesionales de la salud pueden desarrollar estrategias para controlar la propagación de enfermedades transmitidas por vectores.