A la vez, se iban sucediendo distintos cuadros típicos del espectáculo circense como malabaristas, acróbatas y equilibristas en el marco de una obra infantil cargada de color, cuya narración ocurre en el ámbito de un circo en el cual los personajes, muñecos de distintos tamaños y colores fluorescentes se armaban y se desarmaban cobrando vida gracias a la complicidad de la oscuridad.
Se trataba de un espectáculo cargado de fantasía, donde los niños mostraban su sorpresa cuando alguno de los personajes se desarmaba y rápidamente volvían a armarse. Fue algo distinto y a la vez fue del gusto del público que llenó el Teatro Apolo. Una vez acabada la función, sus protagonistas salieron al escenario con luz y explicaron brevemente como se podían mover los muñecos.
El grupo de actores se vestían de negro y manipulaban hasta cinco personas a un mismo muñeco que ellos fabrican a base de espuma plástica. La movilidad se conseguía a base de varas metálicas.