Las personas con discapacidad consideran que la falta de empatía o las trabas dificultan su emprendimiento

Pilar Ortiz García y Ángel Olaz Capitán.

La Universidad de Murcia ha dado a conocer un estudio elaborado por las investigadoras Pilar Ortiz García y Ángel Olaz Capitán, que refleja que las personas con discapacidad física y/o sensorial se encuentran con algunos problemas para el emprendimiento, entre los que citan la falta de empatía social o las trabas institucionales.

La elección de este tema de estudio surge de la detección de un problema: las mayores dificultades para la inserción laboral de los discapacitados. Los datos del estudio, obtenidos del INE (Instituto Nacional de Estadística) de 2015, recogen una tasa de actividad del 33,9%, frente a la de personas sin discapacidad que supera el 70%. Unas cifras todavía más sobresalientes cuando se constata que de los 30 millones de personas en edad de trabajar, 1.400.000 presentan algún tipo de minusvalía.

El examen revela que, a la hora de emprender, por encima de los aspectos psicológicos, destacan los inconvenientes políticos, institucionales y culturales. Por ejemplo, la falta de formación e información específica, los trámites burocráticos excesivos y demasiado genéricos, junto a la falta de personal técnico especializado o las barreras físicas. “Reconocen sus problemas de autoestima pero conviven con ello cada día. Descubrimos que la falta de sensibilidad por parte de las administraciones y la sociedad es prácticamente la misma de hace 50 años”, aclaran los investigadores. Por otro lado, a los aspectos familiares se les otorga menor relevancia, siendo además un elemento ambivalente. Es decir, tanto para personas con o sin discapacidad la familia puede ser una ayuda o un obstáculo para el emprendimiento.

Asimismo, el análisis delimita las dificultades para integrarse en el mercado mediante el autoempleo y las vías más adecuadas para solventarlas. Para este propósito, los investigadores dan una vuelta de tuerca a la técnica del grupo nominal (TGN). Este método consiste en el debate de temas, con la particularidad de buscar consensos en las apreciaciones. “Nuestra contribución persigue el añadir elementos que permitan cuantificar y dimensionar las diferentes variables”, explica Olaz Capitán. De este modo, los mismos participantes aportan las respuestas a los interrogantes planteados durante todo el proceso. Con este fin, se ha manejado una muestra significativa de carácter estructural que abarca cuatro colectivos las personas discapacitadas; profesionales relacionados con este ámbito (trabajadores sociales, psicólogos…); directivos y representantes de asociaciones y, también, técnicos relacionados con la discapacidad en este campo. 

Visibilizar, normalizar y adaptar

En el reto de dimensionar las competencias para determinar cuáles inhiben o favorecen el emprendimiento, se adaptó el test ECI (Emotional Competence Inventory). Entre las que mejoran el proceso de emprendimiento se identifican tales como el optimismo, la conciencia emocional, la autoconfianza o la empatía. Esta última es clave, ya que el entorno debe favorecer la adaptación y el acercamiento con el mundo real. Destaca también la conciencia emocional, la autoconfianza o el trabajo en equipo. “En cuanto a la cooperación muchas veces la persona lo hace a título individual o con el soporte de sus conocidos más cercanos. Pero no tenemos experiencia de que haya habido grandes proyectos”, resalta el sociólogo.

El equipo de emprendimiento, competencia y discapacidad concluye que es imprescindible la normalización. “Hay que salir a la calle y realizar acciones de visibilidad muy específicas. Las asociaciones tienen un potencial grandísimo para dar a conocer esta problemática. Nosotros desde lo académico hacemos una chispa. Pero necesitamos a las instituciones, las asociaciones y los medios de comunicación como altavoces”, reivindican los investigadores. Pilar Ortiz ilustra la cuestión a través de su experiencia: “Me vi reflejada en el amplio grupo social que desconoce la problemática y la capacidad de este colectivo. Mi primera sensación fue: no sabes nada ni de la potencialidad, ni de la fuerza y los problemas a los que se enfrenta”.

Salvador Manzanera-Román, coordinador de esta fase de la investigación, subraya visibilizar en positivo sobre “las competencias, las habilidades y conocimientos que poseen. Todos tenemos el mismo potencial y la misma capacidad para construir nuestro plan vital”. El experto recalca que lo realmente necesario son medidas como recursos económicos concretos a la hora de optar a fondos o formación en algo tan útil y necesario como manejar un programa de ordenador.

Conceptualmente la discapacidad es una limitación importante que no permite realizar actividades de la vida cotidiana, que se extiende más de un año y tiene su origen en algún tipo de deficiencia. Se distinguen tres tipos de discapacidad: motórica y visceral (incorrecto funcionamiento de los órganos internos), sensorial (vista y oído) y la psíquica (intelectual y trastornos mentales).

Pilar Ortiz García y Ángel Olaz Capitán, junto a María Belén García Palma y Salvador Manzanera-Román, cuentan con un estudio previo sobre el tema, ‘Emprendimiento, empleo y discapacidad. Un diagnóstico’. También destaca el trabajo ‘Mujer y emprendimiento desde una perspectiva competencial’ ambos financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad

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