El grupo de investigación Farmacología Celular y Molecular de la Universidad de Murcia (UMU) mantiene en marcha un estudio para luchar contra la adicción. En concreto, buscan nuevos fármacos que consigan evitar la recaída de los adictos que, incluso años después de haber roto con esas sustancias, vuelven a consumir impulsados por la memoria y el estrés.
Este equipo estudia los mecanismos moleculares que están implicados en el aprendizaje asociativo y que lleva a los adictos a tener recaídas. La investigación, llevada a cabo con roedores, muestra que cuando están enganchados a una sustancia, en este caso se ha tratado con cocaína y opiáceos, al acudir a un lugar donde la han consumido con anterioridad sienten el mismo placer que cuando la tomaron. Al igual que les ocurre a los humanos cuando asocian el consumo del tabaco con hábitos sociales como el café, es la memoria la culpable de esta asociación, y con ello, de su recaída.
El estrés y la dependencia
Lo mismo ocurre con el estrés, cuando una persona ha estado enganchada a una droga, en una situación de ansiedad buscará el objeto de su adicción para contrarrestar el problema, es decir, ante una mala noticia, acudirán al tabaco para calmarse, aunque los efectos que produzca sean los contrarios.
La solución que plantean los investigadores es utilizar fármacos que rompan esta conexión cerebral entre el recuerdo de un lugar o cualquier otro estímulo relacionado con la droga y el consumo para así tratar de evitar las recaídas.
Una patología crónica
La catedrática María Victoria Milanés, investigadora principal, y la profesora Cristina Nuñez, investigadora en el proyecto, tienen una amplia trayectoria estudiando en el campo de la adicción. Actualmente la adicción es considerada una enfermedad, una patología crónica, cuya característica fundamental es que una vez que se comienza el consumo de una sustancia, a pesar de saber que es nocivo para su salud y para su vida, se sigue consumiendo.
Esta misma sintomatología aparece también en la adicción a otros factores tan diversos como las nuevas tecnologías, al juego o a las relaciones sexuales.
Por suerte, algunos de estos fármacos se encuentran en fase de ensayos clínicos. Esto significa que han superado tres de las cuatro fases que debe superar un medicamento para entrar al mercado. Un proceso que puede durar hasta quince años. Esto supone buenas noticias puesto que significa que quizás dentro de poco, proyectos como éste, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, podrán tener al fin su oportuna aplicación y estar a disposición del consumidor.