Fue un soleado jueves 7 de octubre de 1915. A las 17’30 horas en punto, cuando comenzaba la solemne inauguración de la Universidad de Murcia en un atestado salón de actos del instituto Provincial de Segunda Enseñanza (actualmente Licenciado Cascales). Cuentan las crónicas que los invitados habían comenzado a llegar una hora antes del acto, y que las inmediaciones de las puertas del centro, en la murciana calle Eulogio Soriano se veían abarrotadas de curiosos que no querían perderse el ambiente de la inauguración de una universidad cuya importancia para la Región se habían encargado ampliamente de promocionar durante muchos meses los medios de comunicación locales.
El día de la inauguración de la Universidad de Murcia, el alcalde de la ciudad, Laureano Albaladejo, firmaba un artículo en el diario “El Tiempo” en el que se preguntaba: “¿Quién ha conseguido esta mejora? Todos los murcianos sin excepción. Ni uno solo ha dejado de contribuir a este fin”, se contestaba.
El carácter regional en torno a la Universidad de Murcia facilitó que fuera posible finalmente la misma. Así lo expone el diputado Joaquín Payá en la comisión de Presupuestos: “es una aspiración, y un deseo de todos los partidos políticos, de todos los murcianos, de todos los organismos de aquella región”, para afirmar más adelante que “La concesión o no de la Universidad venía, de alguna forma, a significar el reconocimiento o negación de una personalidad regional propia”.
“La Universidad representa a nuestra región –había afirmado Juan de la Cierva en el acto de inauguración de la Universidad de Murcia- y todos debemos procurar rodearla de prestigios, haciéndola valer en todas partes”.
Según Mariano Ruiz-Funes, la Universidad murciana nació del alma de ese ideal, afirmando que “Nuestra Universidad es el alma de nuestra nueva personalidad regional, sujeta con ternas raíces a la historia; démosla la vida. La vida será hacerla digna, sabia, fuerte y fecunda; enseñar con pasión y con amor”. También el escritor José Frutos Baeza se hacía eco del carácter regional que tenía el triunfo de la consecución de la Universidad de Murcia, para cuyo fin había “bastado una avasalladora voluntad, la voluntad popular murciana”.
El Comisario Regio, Andrés Baquero Almansa se refirió en su discurso de apertura al “movimiento espontáneo” que originaba la creación de la Universidad de Murcia, en el que intuye “un resurgir de la personalidad regional”. A pesar de que la campaña que abogaba por una universidad la iniciara el diario El Liberal, pronto se unieron el resto de periódicos de la provincia: El Tiempo, La verdad y El Fomento de Murcia, y El Porvenir de Cartagena-, los poderes fácticos y, en definitiva, todo el pueblo murciano.
El Comisario Regio abogaba explícitamente en su discurso por las facultades de Medicina y Derecho –“Son las que atraen principalmente a los alumnos”, argumenta-, saliendo al paso de las voces que claman por reducir precisamente el número de esos titulados, ya que existe una notable desproporción entre la oferta y la demanda.
Quién no llegó a contestarlas nunca fue el propio Baquero Almansa, que moriría tres semanas más tarde de publicadas esas líneas.
En la parte final de su alocución, volvía nuevamente Baquero a recurrir a la imagen de su discurso como acta de nacimiento de la Universidad, de la que dice que nace “envuelta en pobres pañales, pero rodeada de prestigios”, y aboga porque “cuidemos de su niñez”, haciendo nuevamente un llamamiento al patriotismo y a la necesidad de que la Universidad que ahora nace, asuma la representación colectiva de la Región de Murcia, a la vez que reivindicaba su personalidad histórica.
Sus últimos deseos van dirigidos a los futuros jóvenes educados en la Universidad que ahora nace –llamada a ser el “Alma Máter” de la ilustración regional- porque devuelva a la tierra de Saavedra Fajardo, Salzillo y Floridablanca su histórica “Nobleza, riqueza y hermosura” –la Nobilis, Pulcra, Dives del escudo de Murcia.
Han transcurrido 101 años, más de un siglo desde que comenzará aquella ilusionante andadura la Universidad de Murcia. Hoy, nuestro centro universitario es muy distinto a aquel que, con incipientes instalaciones y un número reducido de alumnos, daba sus primeros pasos. Su tamaño, sus medios y sus instalaciones la sitúan actualmente entre las más modernas y mejor equipadas de nuestro país.
Durante varias generaciones, la Universidad de Murcia ha aglutinado a buena parte de los artistas, científicos y profesionales que han ido configurando la identidad de nuestra tierra. Decenas de miles de titulados han salido de nuestra institución tras haber recibido una concienzuda preparación en sus aulas, laboratorios, departamentos y bibliotecas.
Esos 101 años no son más que el reflejo de lo perdurable y sólido que es la vocación por la enseñanza y la investigación de nuestro centro.