La toxina botulínica podría servir para cicatrizar quemaduras, traumatismos o zonas de la piel afectadas por tumores

La toxina botulínica (bótox), cuyos usos más frecuentes son estéticos – estiramiento de las arrugas o reducción de la sudoración excesiva–, también mejora significativamente la supervivencia y cicatrización de los colgajos o parches de piel utilizados para cubrir áreas afectadas por tumores, quemaduras y otros traumatismos. El estudio obtuvo el primer puesto en el Concurso de Residentes de la Federación Ibero Latinoamericana de Cirugía Plástica, en el que participaron 22 países.

La creadora de este significativo avance es la doctora Natalia Moreno, cirujana plástica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien, junto con el profesor Oswaldo Gómez, identificó que en los procedimientos que requerían grandes segmentos de piel para cubrir áreas amplias, la sangre que llegaba al colgajo no era óptima y por eso muchos de estos no funcionaban.

“La necrosis o muerte del tejido es causada por una irrigación sanguínea insuficiente y es uno de los problemas más comunes, especialmente cuando se requieren colgajos grandes. Hay una arteria que se encarga de suplir de sangre a ese segmento, pero cuando no funciona bien o hay insuficiencia vascular es se ponen morados y otros mueren”, explica la cirujana.

En Colombia miles de pacientes requieren intervenciones de cirugía plástica reconstructiva debido a lesiones congénitas como labio leporino o hendiduras faciales, tumores, quemaduras graves y accidentes. En estos y otros casos uno de los principales retos que enfrentan los cirujanos es lograr que los colgajos de piel (segmentos de tejido que se desplazan de una zona a otra para cubrir defectos) sobrevivan y se integren de manera adecuada.

“Por eso, con el grupo de investigación de la Unidad de Cirugía Plástica de la UNAL (Plasticún) empezamos a buscar herramientas que nos ayudaran a mejorar esa perfusión sanguínea a través de todo el colgajo”, explica la doctora Moreno.

El estudio obtuvo el primer puesto en el Concurso de Residentes de la Federación Ibero Latinoamericana de Cirugía Plástica. Foto: Natalia Moreno, cirujana plástica de la UNAL.

En medio de esa exhaustiva búsqueda encontraron un estudio japonés en el que usaron la toxina botulínica en la preparación de colgajos, pero de murinos o ratones de laboratorio. Por eso decidieron realizar el primer estudio en humanos.

Es importante anotar que la toxina botulínica es una neurotoxina (es decir que interfiere con las funciones del sistema nervioso) elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum.

Ensayos

El ensayo clínico “aleatorizado y triple ciego” lo realizaron en 40 voluntarios, aplicándoles la toxina en la espalda, y luego se les hizo un minucioso seguimiento utilizando técnicas de Doppler –que permiten ver el número de vasos y el flujo sanguíneo– y termografía, que registra la temperatura de la piel.

“Evidenciamos que la toxina aumenta el número de vasos sanguíneos, el flujo de la sangre y el diámetro de los vasos en las zonas tratadas, lo que permite una mejor vitalidad de los colgajos, incluso aquellos de mayor tamaño, lo cual es crucial para el éxito de las reconstrucciones”, señala la cirujana de la UNAL.

Por ser el primer estudio que demuestra este efecto en humanos, este representa un avance significativo en la cirugía plástica reconstructiva en todo el mundo, pues hasta el momento no existían alternativas efectivas para mejorar el aporte de sangre al tejido.

“Estamos hablando de mejorar la calidad de muchos pacientes que necesitan procedimientos reconstructivos”, expresa la doctora Moreno.

El grupo de investigación Plasticún ya está trabajando en estudios adicionales para ampliar los usos clínicos de esta técnica y recopilar más datos sobre su efectividad a largo plazo.