La Sociedad Japonesa de Neurociencia ha dado a conocer el Premio Joseph Altman en Neurociencia del Desarrollo, que ha sido otorgado a la investigadora del Instituto de Neurociencias, centro mixto de la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Guillermina López Bendito. Este galardón reconoce el trabajo de López Bendito sobre los circuitos tálamo-corticales, implicados en procesos tan importantes como la percepción sensorial o la consciencia. La entrega del Premio se celebrará durante la 41ª Reunión Anual de esta Sociedad, que tendrá lugar del 26 al 29 julio en Kobe (Japón).
La investigadora López Bendito dirige el grupo “Desarrollo, Plasticidad y Regeneración de los Circuitos Talamocorticales” del Instituto de Neurociencias. En su laboratorio han constatado la importancia del tálamo, una región del cerebro que actúa como “controlador” de la información, para compensar los déficits de los sentidos durante el desarrollo. En julio del año pasado, López Bendito recibió el premio internacional IBRO-KEMALI, para investigadores menores de 45 años, por sus “contribuciones excepcionales” al estudio del desarrollo y plasticidad de las conexiones entre el tálamo y la corteza cerebral, las más importantes en el cerebro para el procesamiento de la información sensorial.
El galardón Joseph Altman en Neurociencia del Desarrollo se estableció para conmemorar los logros en neurociencia del desarrollo del fallecido Joseph Altman, premio Príncipe de Asturias en 2011, que descubrió la neurogénesis adulta en la corteza cerebral.
El tálamo es una estructura simétrica localizada en el centro del cerebro, formada por dos mitades aovadas unidas por su parte anterior lateral. Del tamaño de una nuez, el tálamo funciona como un controlador de la información que llega al cerebro procedente de los sentidos, a excepción del olfato. Su misión consiste en seleccionar los datos relevantes para enviarlos a la corteza cerebral, donde serán procesados. Sin esta labor de filtrado, la corteza cerebral se colapsaría por el exceso de información. Las conexiones entre estas dos regiones del cerebro, denominadas tálamo-corticales, se establecen temprano en el desarrollo embrionario y están bastante maduras en el momento del nacimiento.
El tálamo es esencial, también, para que se lleven a cabo las adaptaciones que tienen lugar cuando alguno de los sentidos no se desarrolla adecuadamente o se pierde totalmente antes del nacimiento, un proceso que se denomina deprivación sensorial temprana.
Gracias a esta capacidad de adaptación mediada por el tálamo, denominada plasticidad, se pueden compensar defectos que afectan a los sentidos potenciando otros. El grupo de la investigadora Guillermina López Bendito utiliza ratones sin retina, esencial para la vista, o sin cóclea, fundamental para el oído, para estudiar qué ocurre en la zona de la corteza cerebral, encargada de procesar la información visual o auditiva, respectivamente, cuando esta falta.
Con su trabajo ha descubierto que el área de la corteza cerebral que procesa la información procedente de los bigotes de los ratones, equivalentes a nuestro tacto, aumenta un 15% para compensar la falta de visión. Según ha explicado la investigadora López Bendito, “esto es lo relevante, porque no se debe a la experiencia, ya que hasta los 15 días después del nacimiento los ratones normales tienen los ojos y los oídos cerrados. Y significa que el cerebro detecta que la retina no está funcionando y pone en marcha los cambios necesarios para compensar la falta de visión antes del nacimiento, cuando los ojos aún no están operativos. Y la estructura que media estas adaptaciones es precisamente el tálamo”.
Según los investigadores, ya se sabía que una adaptación así ocurre en personas que pierden la vista a lo largo de la vida, pero el equipo de la investigadora López Bendito ha demostrado que ocurre lo mismo durante la etapa embrionaria. El objetivo de esta línea de investigación del grupo que dirige Guillermina López es encontrar formas de restaurar los circuitos sensoriales dañados. Para ello, trabajan en la reprogramación de un tipo de células del cerebro, denominadas astrocitos, que esperan convertir en neuronas para restaurar los sentidos alterados.