Una investigación de la Universidad de Murcia y del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) descubre la relación directa entre una mayor exposición prenatal a contaminantes ambientales y una distancia anogenital más corta, cuya última consecuencia podría ser el desarrollo de endometriosis en la edad adulta.
El estudio, publicado en la revista Human Reproduction Update, señala como primer factor de riesgo la exposición a un alto nivel de contaminantes medioambientales durante el embarazo, lo que podría afectar al desarrollo de los genitales del feto.
Distancia más corta entre el ano y los genitales
El segundo factor está basado en la posible contaminación del aparato genital femenino con microbiota fecal, cuyo acceso a la vagina infantil estaría favorecido por una distancia más corta entre el ano y los genitales. Entendiendo la microbiota, en este sentido, como la comunidad de microorganismos residentes en un determinado ecosistema.
Finalmente, el tercer factor implica el papel activo de las infecciones genitales en el desarrollo y progresión clínica de la endometriosis.
“A la vista de estas consideraciones, podemos prever la existencia de una relación directa entre una mayor exposición prenatal a contaminantes ambientales y una distancia anogenital más corta. Hecho que podría favorecer los episodios anteriormente citados de contaminación por microorganismos fecales en la vulva y vagina infantil, produciendo una pérdida del equilibrio de la microbiota cervicovaginal”, señala la investigadora de la UMU, Pilar García Peñarrubia, autora principal de esta investigación.
Disfunción de las defensas inmunológicas
Asimismo, estos hechos podrían inducir una disfunción de las defensas inmunológicas locales, generando una respuesta inflamatoria que podría evolucionar hacia una desregulación sostenida en el tiempo que afectaría al sistema inmunitario, “cerrando así un círculo vicioso que sería responsable del desarrollo de la endometriosis”, concluye García Peñarrubia.
Los estudios sobre la relación causa-efecto entre una exposición a contaminantes del entorno y una distancia más corta entre el ano y los genitales son muy escasos, sobre todo en niñas. “Esta escasez hace que las evidencias experimentales no sean concluyentes, por ello proponemos realizar nuevas investigaciones”, explica la experta.
Contaminantes presentes en el día a día
Los contaminantes medioambientales que desencadenan este círculo son, a su vez, disruptores endocrinos (EDC), es decir, una serie de sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal del organismo humano y generar su disfunción.
Ejemplos de EDC son los ftalatos, usados en perfumes o desodorantes; los parabenos, presentes en conservantes cosméticos; o los fenoles, utilizados como aditivos para aumentar la durabilidad de jabones, pasta de dientes, pintalabios, lacas y lociones para la piel, entre otros muchos.
En este sentido, se han descrito asociaciones frecuentes entre unos niveles altos de EDC y la presencia de endometriosis.
Una hipótesis de especial relevancia
La hipótesis planteada sobre el origen de la endometriosis proporciona la herramienta inicial necesaria para el diseño de futuras investigaciones experimentales, clínicas y epidemiológicas, así como para la identificación de nuevas terapias y acciones preventivas.
Un paso importante ya que, en la actualidad, los tratamientos aplicados tienen un carácter sintomático dirigido principalmente a combatir el dolor y la infertilidad.
Enfermedad silenciosa
La endometriosis es una enfermedad que afecta aproximadamente al 10-15% de las mujeres en edad reproductiva. Se caracteriza por el crecimiento de un tejido similar al endometrio fuera de su localización normal (el útero), que se suele implantar dentro de la cavidad peritoneal, dando lugar a la aparición de lesiones.
“En muchas ocasiones, produce síntomas severos e incapacitantes, entre los que se incluyen dolor pélvico crónico, y dolores muy agudos durante la menstruación y las relaciones sexuales” señala García Peñarrubia. Además, suele causar infertilidad en aproximadamente el 30% de las mujeres afectadas.
Futuras direcciones
El estudio, desarrollado por los investigadores de la UMU y el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) Pilar García Peñarrubia, Antonio José Ruiz Alcaraz, María Martínez-Esparza, Pilar Marín y Francisco Machado Linde, plantea la necesidad de realizar amplios estudios epidemiológicos de larga duración en mujeres embarazadas y su descendencia, midiendo los niveles de EDC maternos durante las etapas más sensibles del embarazo para el desarrollo del aparato reproductor femenino.
Posteriormente, se debería analizar la distancia anogenital y la microbiota cervicovaginal de las hijas hasta la edad adulta, realizando un seguimiento a largo plazo de la aparición de endometriosis.
Por otro lado, consideran de interés la identificación de especies microbianas ‘clave’ asociadas con la endometriosis, así como el estudio de la posible asociación de esta enfermedad con alteraciones del microbioma del aparato reproductor y una distancia anogenital más corta.