Los ecosistemas marinos tienen gran capacidad de capturar carbono y mantenerlo alejado de la atmósfera. Esto es vital ya que el dióxido de carbono es uno de los principales gases productores del efecto invernadero que sube la temperatura de la Tierra. Un equipo de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina (UNC)y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Conicet) estudia el carbono azul en el Canal de Beagle
Los ecosistemas acuáticos recogen el dióxido de carbono que proviene de la atmósfera y almacenan parte de él en los sedimentos oceánicos. Ahí puede permanecer durante mucho tiempo, por lo que supone un sistema de secuestro de carbono de gran eficiencia.
El Canal de Beagle, ubicado al sur de la provincia de Tierra del Fuego entre Argentina y Chile, posee bosques de algas marinas que fijan el carbono, extraído de la atmósfera, mediante el proceso de fotosíntesis. Este carbono es llamado “carbono azul” porque se encuentra en el mar (en contraposición al carbono verde que es el que está en el ecosistema terrestre y es capturado por los bosques).
“Todo ese carbono que fijan las macroalgas y las microalgas es importante que permanezca alejado de la atmósfera el mayor tiempo posible. Esas algas son consumidas por animales acuáticos y así el carbono sigue almacenado, sigue estando lejos de la atmósfera. Cuando el ecosistema tiene un fondo blando, barroso, los animales y las algas que mueren son tapados por más barro y el carbono que conservan queda atrapado en su forma orgánica por muchísimo tiempo”, explica el biólogo Ricardo Sahade director del proyecto “Ecosistemas costeros antárticos y subantárticos”, del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (UNC/Conicet) que trabaja junto a pares del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Conicet).
El investigador agrega: “Pero las macroalgas crecen solamente en lugares donde el suelo es rocoso y en fondos rocosos no se puede enterrar ese carbono. En el caso del Canal de Beagle donde estamos trabajando, muy cerca de los bosques de algas ya hay fondos blandos donde la captura de carbono puede ocurrir efectivamente y eso es lo que estamos investigando: si todo el carbono que el ecosistema toma de la atmósfera está siendo efectivamente secuestrado en la parte más profunda del Canal y en los sedimentos”.
Sahade explica que para investigar manejan una especie de “robot submarino” que saca fotos que permiten calcular la diversidad y la estructura del ecosistema. “El almacenamiento está en los bichos vivos, entonces con las fotos vemos qué animales hay, sacamos algunos pocos ejemplares buceando y en el laboratorio analizamos qué cantidad de carbono almacenan. También extraemos sedimentos del suelo marino para saber cuánto carbono contienen. Todo esto en escala con la diversidad, la estructura y la salud del ecosistema”.
El trabajo del equipo del Proyecto “Ecosistemas costeros antárticos y subantárticos” se orienta a entender el papel global que tendría el Canal de Beagle y sus ecosistemas en la mitigación del cambio climático.
La cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera cambió a lo largo del tiempo, pero esos cambios se debieron a oscilaciones naturales y tenían una velocidad mucho más lenta que la que tienen hoy. “En este período que vivimos, el llamado ‘antropoceno’ que va desde la revolución industrial hasta hoy, en pocos años la cantidad de dióxido de carbono pasó de 280 partes por millón en la atmósfera, a casi 400. Y esto es introducido por nosotros, los humanos. Por esta acción nuestra hoy tenemos los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera más altos de los últimos 20 millones de años”, cuenta Sahade argumentando la innegable acción del hombre en el cambio climático.
Y agrega: “El cambio climático tiene una implicancia económica de una magnitud gigantesca, si no podés saber los alcances, no podés predecirlos o evitarlos. En este caso, si el ecosistema del Canal de Beagle está haciendo una mitigación importante al cambio climático por el carbono que está almacenando, a ese sistema lo tenés que cuidar porque sino la actividad humana lo puede destruir muy fácil. Por ejemplo, en Ushuaia hubo una movilización muy fuerte contra las salmoneras que destruyen estos ecosistemas”.
El investigador refiere al proceso que derivó en que en 2021 la Legislatura de Tierra del Fuego aprobara de forma unánime la ley que prohíbe la instalación de cualquier tipo de cultivo y producción de salmones en cautiverio en las aguas marinas y de lagos de la provincia. La producción del salmón daña los ecosistemas marinos por la concentración de heces, residuos plásticos, hierros, redes, químicos, antibióticos y miles de pescados muertos que terminan en el mar.
A nivel mundial, la Iniciativa Carbono Azul, que cuenta con el apoyo de la Unesco, estima que cada año se liberan más de mil millones de toneladas de dióxido de carbono que estaba almacenado en ecosistemas costeros. Esta destrucción muchas veces es causada por la construcción de represas y estanques para el cultivo de peces y camarones, así como por la contaminación.
El alto contenido de carbono de los ecosistemas de carbono azul condujo al Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) a elaborar lineamientos para los inventarios nacionales de sus emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero; y desde 2018, 58 países han incluido los ecosistemas de carbono azul como parte de sus compromisos relacionados con las contribuciones determinadas a nivel nacional para reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero.
Según estimaciones actuales, ya se ha perdido alrededor de un tercio de la superficie que antiguamente abarcaban los ecosistemas de carbono azul, y estos siguen enfrentando amenazas constantes.
Texto de Por Eliana Piemonte. Colaboradora UNCiencia. Museo de Antropologías–UNC