Estudios recientes de la Universidad de Almería refuerzan la imagen de los fenicios como los primeros colonizadores del Mediterráneo y los artífices de la primera globalización en lo que mil años más tarde fue el Mare Nostrum.
En la actualidad, el Mediterráneo es una de las vías de comunicación marítima más transitadas del mundo, gracias a que el comercio internacional se vale de la navegación para el transporte de la mercancía desde los centros de producción, en extremo Oriente, hasta los lugares de consumo, principalmente Europa y Estados Unidos.
Los fenicios, creadores del comercio internacional en el Mediterráneo
Sin embargo, este tráfico marítimo y de mercancías, que ahora vive una situación de colapso por los efectos colaterales de la pandemia, no es en absoluto nuevo, sino que tuvo su origen hace unos tres milenios, en las incursiones fenicias por el Mediterráneo.
Este pueblo de mercaderes expandió las fronteras del mundo, con unas técnicas de navegación revolucionarias. Fueron los primeros en aprender a guiarse por las estrellas, construyeron buques mercantes como no se habían visto hasta entonces e instauraron una serie de rutas comerciales estables entre los extremos oriental y occidental del Mediterráneo.
Mediterráneo, espacio de intercambio comercial y de conocimiento
Hoy se sabe que los fenicios impulsaron la primera globalización en esta parte del mundo. Convirtieron al Mediterráneo en un espacio de intercambio comercial y de conocimiento, del que se beneficiaron no solamente este pueblo, sino también todos las comunidades que tuvieron relaciones comerciales con ellos. Y también, gracias a la incorporación de las ciencias experimentales al estudio de las piezas arqueológicas, se conoce, por ejemplo, el intenso tránsito de minerales desde enclaves de la Península Ibérica a ciudades del extremo oriental del Mediterráneo.
El catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Almería, José Luis López Castro, es uno de los mayores expertos en la historia del pueblo fenicio y de su actividad comercial. Este investigador resalta que los fenicios fueron los primeros “en poner en contacto de manera regular y constante el oriente y el extremo occidental y el Atlántico”.
La navegación astronómica llegó con los fenicios
Hasta ese tiempo, navegantes había habido muchos, pero ningunos con la pericia de los fenicios, cuyas técnicas de navegación astronómica les permitían alejarse de la costa y acortar las rutas marítimas. Incluso también, eran capaces de navegar en plena noche, algo que muy pocos sabían hacer.
En los siglos X-IX antes de Cristo, el objetivo de los fenicios pasaba por acceder lo más directamente posible a Tarshish, que es como se llama al nuevo extremo del mundo en el Libro de los Reyes. Este territorio era el que hoy ocupan las provincias de Huelva, Cádiz y Málaga, junto a otros puntos de la costa andaluza y murciana, con el que el pueblo fenicio llevaba siglos comerciando.
Sin embargo, en esa época, la estrategia dictada por Tiro, principal punto de partida de las expediciones de este pueblo, invitaba a dar un paso más, a protagonizar una colonización de estas tierras y otras muchas orillas del Mediterráneo, para crear algo que podría ser considerado como la primera globalización que, en cierto modo, también sentó las bases para lo que casi mil años después hicieron los romanos.
Colonias fenicias para acercarse a las materias primas
“Pasaron a colonizar para acercarse más a la fuente de las materias primas, principalmente metales, e incrementar así los beneficios de las transacciones comerciales”, explica José Luis López Castro.
Este investigador aclara que en aquella época, los intercambios comerciales no se hacían con dinero, desconocido por la mayoría de los pueblos a los que llegaban los fenicios. Se trataba entonces de “intercambios de regalos”, en los que los fenicios ofrecían “productos elaborados de una gran calidad artesanal”, como orfebrería, piezas de marfil, vestidos con tinte púrpura; y también alimentos que no había en los lugares a los que arribaban, como el vino, que aunque era conocido, todavía no se había popularizado, aceite; también perfumes.
A cambio, los fenicios se hacían con materias primas, principalmente metales, a los que este investigador les ha podido seguir el rastro gracias a técnicas analíticas, más propias de otras disciplinas como la química y la física que de la arqueología.
Ciencias experimentales para estudiar la expansión de los fenicios
Así, afirma José Luis López Castro, análisis de isótopos de plomo de diversos tesoros de objetos de plata de los siglos XII-XI y X aC han revelado que su composición contiene una mezcla de plata de diferentes procedencias, entre las que hay dos tipos de plata de la Península Ibérica: plata nativa y plata obtenida mediante copelación.
Esta técnica que emplea el plomo como fundente para extraer la plata del mineral bruto se usaba en Chipre desde el siglo XIII aC y debió ser introducida en la Península Ibérica para explotar minerales argentíferos por los chipriotas o los fenicios, ya que los autóctonos sólo conocían la plata nativa. Mientras que ésta pudo llegar a Oriente por comercio, la plata copelada requería de la presencia de metalurgos orientales.
Este hallazago demuestra que en la Península Ibérica, ya en el siglo XI aC, existía la explotación de la plata con tecinas traídas de Oriente.
Una colonización pacífica
La colonización fenicia se caracterizó por su carácter pacífico. No les interesaba tanto conquistar territorios, como asentarse en lugares propicios para su actividad económica, y convivir en armonía con las comunidades locales, que les proporcionaban materias primas.
“Los fenicios instauraban templos y, junto a ellos, el asentamiento donde vivían artesanos, marinos, sacerdotes, escribas… Los templos eran lugares protegidos por la divinidad, lugares neutrales a los que podía acercarse cualquier persona”, aclara López Castro.
Eso no significa que no tuvieran armas, que no tuvieran ejércitos, que no conocieran el arte de la guerra, de construir fortificaciones. Muestra de ello es que se han hallado asentamientos coloniales que se fortifican frente a poblaciones autóctonas, con las que pueden tener un problema en un momento determinado; o frente a incursiones marinas, que podían ejercer la piratería.
“Por ejemplo, en la ciudad de Gadir se fortificaron barrios sobre tierra firme. O el asentamiento del Cabezo del Estaño, en Guardamar del Segura (Alicante), con un foso imponente hacia tierra y protección para protegerse de desembarcos hostiles”.
Integración de los fenicios con las comunidades autóctonas
En el proceso de colonización se perseguía la integración con las comunidades autóctonas, que desembocaba en una convivencia pacífica. Tanto era así, que los pobladores aborígenes llegaban a integrarse en las nuevas ciudades, tal y como lo atestigua el hecho de que entre los restos arqueológicos se han encontrado piezas cerámicas realizadas a mano y no a torno, como era propio de los fenicios. También se ha constatado un importante nivel de mestizaje con las mujeres aborígenes, muestra inequívoca de que la convivencia entre ambos grupos se desarrollaba en armonía.
La relación era mucho más horizontal, ya que los fenicios recibían, y mucho, pero también daban, sobre todo, conocimiento. Su difusión de las innovaciones llegó a tal nivel que a comienzos de la Edad del Hierro, ya se había consolidado “un mediterráneo global”, afirma este catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Almería, en el que los conocimientos tecnológicos de un extremo y otro del Mediterráneo estaban al mismo nivel.
A los fenicios se les atribuye la difusión de innovaciones tecnológicas como la metalurgia del hierro y la arboricultura, entre la que destacaban los cultivos de la vid y del olivo; ellos trajeron los garbanzos y el melón. También extendieron el concepto de vida urbana, algo muy moderno para la época; así como la escritura, fundamental para llevar el control de la actividad comercial y económica que mantenía esta civilización.
La actividad comercial de los fenicios y su difusión del conocimiento propiciaron un avance al unísono en todo el entorno Mediterráneo. Pero no solamente eso, que ya es mucho, consiguieron lo que parecía imposible en esa época, conectar ambos extremos del Mediterráneo, con una serie de rutas de navegación regulares, que miles de años más tarde, todavía siguen los grandes buques.