Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Colombia, entre el 70 y 80 % de los arrecifes coralinos del país se han blanqueado, lo que quiere decir que las pequeñas algas que viven en los corales –llamadas zooxantelas– están muriendo, y por ende ya no pueden aportarles nutrientes a estos animales, los cuales van adquiriendo un tono blanco y poco a poco van perdiendo toda su fuerza.
Esto es sumamente alarmante porque los informes muestran que el aumento de solo 1 °C en la temperatura del mar puede ocasionar la pérdida de las zooxantelas, que le entregan a los corales el 90 % de la energía para sobrevivir, y además, cuando pierden su huésped más funcional, los céspedes los “atacan”, o les ganan más fácilmente.
Imagine que esto es una carrera, y el que llega primero se lleva todo lo necesario para crecer de manera sana y saludable en las costas y márgenes de los mares; si el coral no tiene “combustible” quedará relegado, y el césped tendrá el primer puesto. No obstante, en algunos escenarios gana el coral, o incluso pueden vivir juntos sin ningún problema, algo así como un empate.
Precisamente aquí es donde aparece la habilidad y el conocimiento de Sarha Marcela Rodríguez García, bióloga de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien como parte del proyecto “Arrecifes coralinos del Parque Nacional Natural Tayrona (PNNT), Santa Marta, Caribe colombiano: configuración, interacciones bióticas y relaciones con la sociedad”, se interesó por encontrar los tipos y especies de coral que estaban resistiendo mejor a esta competencia por el sustrato.
Para ello analizó los corales de dos playas de este importante parque: Chengue y Granate, esta última mucho más cerca de Santa Marta y con mayor exposición a la contaminación de la ciudad y a los residuos de todo tipo que terminan sedimentando la zona e impactando a diversas especies de animales, entre ellos los corales. Esto también se debe a que la primera playa está restringida al público general y solo pueden entrar investigadores.
“Para el estudio tomamos muchas fotos de los corales de esa zona, en una especie de cuadrante recomendado por la Red Mundial de Monitoreo de Arrecifes de Coral y que será la clave para analizarlas en el software de libre acceso ImageJ, en el cual se evalúan fácil y claramente características como área, perímetro y cobertura de los corales”.
“Encontramos que en las playas de Granate los corales tienen estrategias más generales ante estas interacciones con los céspedes, que de hecho son los más frecuentes en la zona, lo que quiere decir que tienen la posibilidad de adaptarse a más condiciones. Los de tipo colonial, que son los más conocidos por su forma de cerebro, tienen más chances de ganar esta competencia, pues pueden crecer y adquirir una mayor altura”, asegura la investigadora Rodríguez.
Dichos corales tienen 3 formas que presentan estrategias diferentes: los meandroides, que tienen series o caminos múltiples; los plocoides, que comparten una pared común, aunque esta no es muy exitosa frente a los céspedes algales; y los ceroides, que son corales yuxtapuestos y que tienen resultados neutros cuando se presenta esta interacción.
“Hicimos un gran mapa de todo lo que hay alrededor de los arrecifes coralinos, y en cerca de 100 puntos analizados por cada foto, el software identifica lo más importante para ver cómo se adapta y comporta cada coral, teniendo como factores principales la frecuencia y ocurrencia cuando se enfrentan a esta interacción”.
“Cuando el coral pierde las algas ya no tienen tejido, pues las células que lo componen mueren y el césped recubre al coral y se apropia de su zona; esta situación ha aumentado por el cambio climático, un evento que no da tregua y que pone en jaque a tal vez uno de los seres más importantes de los mares del Caribe”, indica la investigadora, cuyo trabajo fue dirigido por el profesor Sven Zea, líder del proyecto y uno de los biólogos más reconocidos del país por su conocimiento sobre este tema.
La investigación es un aporte a la tesis del Doctorado en Biología de Catalina Gómez Cubillos, quien planteaba una hipótesis similar a lo que se encontró. Por otro lado, este importante proyecto se ha realizado de la mano con las Universidades del Magdalena, Jorge Tadeo Lozano y de Giessen (Alemania), además del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andréis y la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas.