El ámbar conserva restos de plumas de dinosaurio y de larvas emparentadas con escarabajos que actualmente se alimentan de plumas en nidos y madrigueras

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El hallazgo demuestra que relaciones comparables a las de las aves modernas y los escarabajos comedores de plumas ya se establecieron entre sus parientes de hace 105 millones de años

Restos de mudas de larvas de escarabajo comedoras de plumas entre la maraña formada por porciones de plumas o plumones de un dinosaurio terópodo, encontrados en ámbar del Cretácico temprano de Teruel. Los recuadros muestran las diminutas pero robustas mandíbulas de una de las larvas (arriba) y la coloración de las plumas o plumones en forma de puntos oscuros seriados en las bárbulas (abajo). A la derecha se observa la base (raquis) de una pluma. Este fragmento de ámbar solo tiene 6 milímetros de longitud (Imagen: CN IGME-CSIC).

Las garrapatas infectan y transmiten enfermedades al ganado. Las ranas atrapan moscas y otros insectos con sus lenguas… son ejemplos de relaciones ecológicas entre vertebrados y artrópodos, dos grupos que han coexistido e interactuado durante más de 500 millones de años.

Ahora, fósiles hallados en ámbar de España han revelado que escarabajos (artrópodos) se alimentaban de plumas de dinosaurios (vertebrados) hace unos 105 millones de años, mostrando una relación de beneficio unilateral o mutuo, de acuerdo con el artículo publicado en la prestigiosa revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America.

El principal fragmento de ámbar estudiado, descubierto en el yacimiento de San Just (Utrillas, Teruel), contiene mudas de pequeñas larvas de escarabajo entre la maraña formada por restos de plumas de tipo plumón. Las mudas han sido identificadas y se han relacionado con los actuales escarabajos derméstidos, también llamados “escarabajos de las alfombras”. Los derméstidos se alimentan de materia orgánica seca poco apetecible y muy indigesta para otros organismos, como fibras naturales. Sin embargo, los derméstidos juegan un importante papel en el reciclado de la materia orgánica en el medio natural y, comúnmente, se pueden encontrar en nidos de aves y madrigueras de mamíferos, donde se alimentan de las plumas, el pelo y los restos de la piel que allí se acumulan.

“En las muestras de ámbar que hemos estudiado, algunas de las porciones de plumas y otros restos, incluyendo pequeñas heces fósiles (o coprolitos), están en contacto con las mudas atribuidas a escarabajos derméstidos y muestran en algunas partes signos de descomposición. Ello es evidencia sólida para asegurar que los escarabajos estaban consumiendo las plumas y que estas se habían desprendido del dinosaurio”, explica el Dr. Enrique Peñalver, del Centro Nacional Instituto Geológico y Minero de España, perteneciente al CSIC, y autor principal del estudio. “Las larvas de escarabajo vivieron –comieron, defecaron y mudaron– en plumas acumuladas en un lugar muy cercano a las emisiones de resina de un árbol, probablemente en un entorno de nido.”

Muestras de ámbar recuperadas en San Just durante la campaña de 2021 (Imagen: J. Millán).

Las plumas de tipo plumón conservadas junto a los restos de escarabajos pertenecen a un dinosaurio terópodo sin determinar, bien aviano (término que se refiere a “pájaro” en sentido amplio) o bien no aviano, ya que ambos tipos de terópodo vivieron durante el Cretácico temprano y compartían tipos de plumas indistinguibles. Sin embargo, las plumas estudiadas no pertenecieron al grupo de las aves modernas, puesto que este aparecería unos 30 millones de años después, durante el Cretácico tardío.

“Este hallazgo se suma a otros anteriores, como al del resto de telaraña más antiguo con sus presas que se conoce en todo el mundo y a las más de 20 especies nuevas de artrópodos descritas (desde arañas a mosquitos, pasando por ácaros o mantis), que convierten a San Just en un yacimiento realmente excepcional”, comenta el Dr. Luis Alcalá del Parque de las Ciencias y codirector de varias campañas de excavación en San Just.

Una de las excavaciones en el yacimiento de San Just (Utrillas, Teruel) (Imagen: J. Millán).

El equipo internacional y multidisciplinar que ha publicado este descubrimiento está constituido por investigadores del Centro Nacional Instituto Geológico y Minero de España (CSIC), el Instituto Botánico de Barcelona (CSIC-Ayuntamiento de Barcelona), la Universidad de Barcelona e Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio), el Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, la Universidad Complutense de Madrid, el Parque de las Ciencias de Andalucía-Granada, la Universidad Autónoma de Madrid, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, el Museo Americano de Historia Natural, el Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles, y el Instituto de Investigación Senckenberg.

El estudio ha sido financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER) (proyectos CGL2017-84419, y PGC2018-094034-B-C22 del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades), el Ministerio Español de Economía, Industria y Competitividad (proyecto CGL2014-52163), la Secretaría de Universidades e Investigación y el Gobierno de Cataluña y el Fondo Social Europo (2021FI_B2 00003), y la Consejería de Industria, Turismo, Innovación, Transporte y Comercio del Gobierno de Cantabriaa través de la empresa pública EL SOPLAO S.L. En la excavación paleontológica y en la gestión de los ejemplares de San Just se ha contado con la ayuda de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis y del Gobierno de Aragón.