Hace 104 años, alarmantes reportes de muertes, aislamientos sociales y escasez de alimentos generaron zozobra en Colombia y una repentina crisis sanitaria que puso a prueba las acciones del Gobierno. Aunque esa situación se vivió en una época muy distinta a la actual, son muy similares a lo afrontado desde 2020 con el COVID-19, e incluso podrían anticipar próximas pandemias.
A finales de la Primera Guerra Mundial, un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1, popularmente denominada como “gripe española”, mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo. La Bogotá de entonces, con una población de 120.000 habitantes y 1.500 muertos en dos meses según cifras oficiales, fue la ciudad colombiana más golpeada por el virus. Hoy las cifras del Instituto Nacional de Salud registran 29.860 muertes ocasionadas por el COVID-19 entre 2020 y abril de 2022.
El análisis de 60 libros necrológicos de 1900 a 1938, que forman parte del Archivo Distrital de Bogotá, evidenció que hace 104 años murieron 98 hombres y 105 mujeres por la gripe.
La profesora Claudia Mercedes Rojas Sepúlveda, de Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “este hallazgo es importante porque va en contravía de lo que se había especulado hasta ese momento, acerca de que los hombres eran quienes más padecían de esta enfermedad”.
“Esta misma situación se observó al analizar la denominación ‘neumonía’, frecuentemente utilizada por los galenos, y en este caso se registraron 751 casos en mujeres y 762 de hombres.
“Es más: al comparar la mortalidad por neumonía, bronquitis, pulmonía y gripa de 1917 y 1918, se observa un incremento del 88 % entre los dos años, con octubre y noviembre como los meses en que se presentó el pico de la gripe”, indica la académica, líder del proyecto de investigación “El libro de los muertos: análisis de la mortalidad en Bogotá 1901-1938”.
Otro dato que arroja la investigación es que en 1918, de 902 registros de muerte relacionados con problemas respiratorios, 206 corresponden a personas entre 28 y 58 años, categorizados en etapa de “Adultez”, y 295 niños entre 1 y 5 años en etapa de “Primera infancia”.
Dichas categorías fueron las que presentaron mayores índices, lo cual contradice lo presentado en otras geografías sobre una afectación mayoritaria de individuos jóvenes, que dejaban de lado a niños y adultos mayores como en la influenza “típica”.
“El trabajo que hemos realizado es fundamental para reconocer nuestra propia historia, nuestra pertenencia a esta ciudad, y también para prepararnos hacia el futuro. En el caso concreto de la pandemia de gripe española podemos comparar los datos con lo sucedido en años recientes con el COVID-19, lo cual nos permitiría desarrollar estrategias de prevención, de alerta ante otros eventos pandémicos”, dice la experta.
Un tesoro
En el siglo XIX los datos de natalidad se manejaban a través de las partidas de bautismo, y los de mortalidad por medio de actas de defunción; todos estos documentos eran guardados por la Iglesia. Sin embargo, poco a poco el Estado se fue apropiando de estos procesos y se empezó a recopilar la información en diversos documentos dentro de los que se encuentran los “libros necrológicos”, en el caso bogotano.
“Estos cumplían el importante papel de llevar el registro de las causas de mortalidad de las personas a través de la recopilación de datos como: edad, estado civil, cónyuge, padre, madre, lugar de fallecimiento, médico que atendió y observaciones de la muerte”, anota la profesora Rojas.
Aunque en Bogotá estos libros se empezaron a usar antes del cambio del siglo XIX al XX, solo existen aquellos de 1900 a 1938, pues en mayo de 1900 un incendio destruyó las galerías Arrubla, arrasando con importantes archivos históricos de la ciudad, entre ellos los libros necrológicos anteriores a la fecha.
Para llegar a los datos de mortalidad descritos, estudiantes e investigadores que participaron en el proyecto tomaron fotografías de los libros necrológicos y con base en ese registro de imágenes, transcribieron la información a bases de datos robustas. Aunque estas aún están en fase de análisis, se espera que sean muchos más los datos reveladores que se puedan obtener.
Los más de 114.000 registros obtenidos ofrecen información de la investigación sobre lo que sucedía en esa época: “hay mucha información basada en otras fuentes que se ha tomado como cierta y que ahora es posible revisar, confirmar o reevaluar”, enfatiza la docente, y destaca que a raíz del proyecto varios estudiantes están adelantando sus trabajos de grado, abordando temáticas surgidas a través de la evidencia alojada en los libros necrológicos.