Charles Darwin, el famoso naturalista inglés, reconocido por la teoría de la selección natural como explicación para la evolución biológica de las especies, descubrió el año 1834 en Argentina, durante el llamado “viaje del Beagle”, los restos de un peculiar animal de grandes proporciones. Aquellos restos fragmentarios fueron transportados a Inglaterra, donde posteriormente fueron estudiados por Richard Owen, fundador del Museo de Historia Natural de Londres y creador del concepto “dinosaurio”. Él fue quien denominó a este extraño animal sudamericano como Macrauchenia -nombre compuesto del griego que significa “gran cuello”- el que clasificó filogenéticamente como Pachydermata, orden de mamíferos actualmente descartado y que agrupaba a animales como elefantes, rinocerontes, tapires e hipopótamos, algunos de los cuales hoy sabemos que no están íntimamente relacionados.
Estos fueron los primeros hallazgos relacionados con la Macrauchenia patachonica, mamífero ungulado (que camina con el extremo de los dedos y poseen pezuña) que aún es considerado un enigma evolutivo por su curiosa anatomía.
Cuál fue el error cometido por Darwin hace 159 años
El famoso animal nativo de Sudamérica, representado en películas infantiles como la Era del Hielo, fue el objeto de estudio de Hans Püschel, investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile, quien descubrió que la descripción científica de la especie contenía un error del que nadie se percató en 159 años.
El hallazgo ocurrió mientras realizaba el estudio que le permitió identificar a una nueva especie de este grupo de mamíferos que habitó Chile, a la que llamó Micrauchenia saladensis. En el marco de la revisión de materiales para este trabajo, el paleontólogo se dio cuenta que el hueso atlas (vértebra que sostiene el cráneo) descrito para Macrauchenia patachonica tenía inconsistencias anatómicas.
El hallazgo fue presentado en un estudio publicado por Püschel en la revista Swiss Journal of Palaeontology junto al paleontólogo argentino Agustín Martinelli, trabajo en el que determinaron que el atlas asignado por la literatura a esta especie en realidad correspondía al de un bóvido, probablemente un gran toro o vaca. De acuerdo al investigador de la Universidad de Chile, “la importancia de esta investigación es que viene a corregir un error histórico en una especie emblemática, que ha sido muy estudiada e incluida en muchos trabajos y que, además, fue descubierta por Darwin. Entonces, es increíble que en todos estos años nunca se corrigiese este error, que nadie se haya dado cuenta. Este trabajo viene a corregir eso y da cuenta de un tema anatómico importante en la especie”.
Cuál fue el origen de este error histórico
Tras el hallazgo de Darwin y los estudios de Owen, durante la segunda mitad del siglo XIX surgieron nuevas investigaciones en torno a este grupo de mamíferos. Uno de los autores que prosiguió con los estudios en esta época fue Hermann Burmeister, naturalista, paleontólogo y zoólogo alemán que se trasladó a Argentina en 1861, donde asumió como director del Museo Público de Buenos Aires (actualmente Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia).
En este país, el científico decidió trabajar sobre unas láminas de Macrauchenia elaboradas previamente por el investigador francés Auguste Bravard, quien falleció en la ciudad de Mendoza durante un gran terremoto en 1861, a lo que sumó el análisis de otros materiales que existían en el museo que dirigía. A partir de este trabajo, Burmeister realizó una descripción de múltiples partes que no se habían dado a conocer sobre Macrauchenia, entre ellas, el atlas.
“Hasta entonces no se conocía el atlas y él lo describe junto con otras partes del material e incluso lo ilustra en una publicación, y eso es lo que quedó científicamente hasta el día de hoy”, comenta Hans Püschel. El paleontólogo chileno cuenta que mientras realizaba la investigación de la Micrauchenia saladensis revisó materiales de muchos macrauquénidos en distintos museos. “Fui al museo de Zúrich, donde tenían un ejemplar incompleto de Macrauchenia, pero que tenía la serie cervical completa, parte del cráneo y partes de las patas delanteras. Lo interesante fue que cuando vi el atlas inmediatamente dije ‘¡este no se parece al atlas que Burmeister describió en 1864!’. Luego de eso me pongo a hacer un estudio en detalle, y veo que todas las características anatómicas no coinciden para nada y, por lo tanto, que el atlas que describió Burmeister en 1864 no correspondía a Macrauchenia”.
Macrauquenia, un mamífero muy peculiar
Pese a su parecido con vicuñas o camellos, los macrauquénidos no tenían parentesco cercano con estos animales, con los que compartía el rasgo de poseer unas vértebras cervicales muy alargadas. “Hay una convergencia evolutiva entre estos dos grupos, porque no están emparentados para nada, pero se parecen mucho -por ejemplo- en la anatomía del cuello. De hecho, creo que eso fue lo que confundió a Owen en su momento”, explica el paleontólogo de la U. de Chile. La Macrauchenia patachonica, en particular, se estima que llegó a pesar hasta una tonelada, por lo que se podría considerar un mamífero bastante grande, con patas y cuello largo.
Se piensa, además, que poseía una trompa en el extremo del hocico, rasgo que se mantiene como una de las grandes interrogantes sobre este animal. “Es muy interesante su anatomía craneal, ya que tiene el hueso nasal muy retraído, está casi al nivel de los ojos, muy arriba, muy hacia atrás en el cráneo, y eso podría ser indicio de que tuvo una trompa, pero en realidad no lo sabemos porque no se ha preservado la parte del tejido blando. Solo podemos observar que es muy peculiar su anatomía. Incluso hay un estudio que propone que quizás tuvo un labio superior desarrollado, como los alces, pero es algo que todavía está en discusión”, detalla Hans Püschel.
¿Fueron los humanos la causa de su extinción?
La mayoría de los restos fósiles de la Macrauchenia patachonica que se conocen son principalmente del Cono Sur de Sudamérica, sobre todo de la pampa y la patagonia de Argentina. “En Chile también hay registros, tanto en el norte como en el sur del país. Eran bastante exitosos. Hay otra especie, Xenorhinotherium bahiense, que también se conoce en Brasil, que es muy parecida, está emparentada y también vivió en el Pleistoceno”. Además, coexistió con los humanos al menos por un par de milenios. “El último registro es de inicios del Holoceno, como de hace 12 mil años atrás. Entonces, obviamente convivió con humanos porque sabemos que habían en Sudamérica. Por ejemplo, en Monteverde, que tiene una data de más de 14 mil años. Así que de todas maneras hubo convivencia de algunos miles de años”, afirma el investigador.
Por esta razón, si bien se desconoce evidencia de caza directa, se cree que la presencia de los humanos puede haber sido una de las razones de su extinción. “Macrauchenia patachonica es parte de la mega fauna que desaparece durante la última glaciación, y que justo coincide con la llegada de los seres humanos a Sudamérica. Siempre he pensado que fueron las interacciones con los humanos las que afectaron su sobrevivencia, principalmente porque somos constructores de nichos y modificamos mucho nuestro entorno, lo que tiene impacto en las especies que viven en el ambiente. Eso uno lo ve hoy y también sucedía antes, quizás a una escala menor, pero igual ocurría”, plantea Püschel.
Junto a esto, indica que también hubo cambios ambientales muy grandes. “Se pasó de una época glaciar a una interglaciar, entonces también se modificaron los rangos de las especies. Entonces, frente a la suma de estos factores estresores, quizás a las especies más grandes, con ciclos de vida más largos, les costó más adaptarse. De todas formas, evidencia de caza directa, así como de exterminio, hasta donde sé no hay. Pero esto no quiere decir que no tuvimos que ver con su extinción”.
Desafíos en torno a Macrauchenia
El investigador de la Red Paleontológica de la Universidad de Chile sostiene que aún existen desafíos importantes sobre este grupo de mamíferos. En esta línea, señala que a lo largo de la historia se han publicado muchos estudios pequeños sobre distintas partes del esqueleto de Macrauchenia, “pero falta una publicación que haga una especie de monografía o un trabajo más en detalle de todo el esqueleto. Eso yo creo que todavía queda pendiente, un análisis más en detalle de todo el esqueleto y con buenas imágenes e ilustraciones, porque todavía está todo muy repartido en cuanto al tema anatómico”.
Por otra parte, plantea que actualmente las mayores interrogantes están en el área de la paleobiología. “Hay muchas cosas que no se han hecho. Hoy existen técnicas nuevas para estudiar, por ejemplo, la locomoción, cómo este animal se movía, porque si bien se parecía a un camello igual hay temas muy particulares en las piernas. Por ejemplo, posee una expansión muy marcada del hueso radio de su pata delantera. Yo revisé un poco eso en la identificación de Micrauchenia saladensis, y en realidad no encontré parangón con algún mamífero actual. Entonces, eso todavía es un misterio, y creo que hay que tratarlo con nuevas técnicas que miren, por ejemplo, estreses en los huesos, hacer simulaciones de fuerza, y tratar de entender qué tipo de conducta tenía el animal que favorecía este tipo de adaptaciones óseas”, indica el paleontólogo.