Reescriben cómo se pasó de ser recolectores a agricultores en el Magreb: hubo una migración totalmente inesperada

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La arqueología lleva décadas tratando de explicar cómo y porqué los humanos pasaron de ser exclusivamente cazadores-recolectores a producir los alimentos, adoptando la agricultura y la ganadería. ¿Cómo sucedió el cambio económico de mayor trascendencia para la Humanidad, que precedió a la Revolución Urbana y consolidó el modo de vida sedentario? ¿Cómo sucedió la conocida como Revolución Neolítica? ¿Dónde empezó todo y cómo se extendió?

Excavaciones del equipo hispano-marroquí en la cueva Kaf that el Ghar (Tetúan).

Para completar parte de esas respuestas y, como siempre ocurre en ciencia, dar paso a nuevas preguntas, un equipo internacional en el que han participado las Universidades de Córdoba, Huelva y Burgos, publica hoy en la revista Nature los resultados de un nuevo trabajo que explica y rompe algunos mitos sobre el inicio del Neolítico y, por tanto, de la agricultura, en el Norte de África hace unos 7.500 años.

Cuál es el origen de la agricultura y de la ganadería

Hasta hace poco, la Arqueología debatía sobre el origen de la agricultura y la ganadería en el Norte de África; si ésta había surgido de manera independiente y los humanos que habitaban aquel territorio habrían logrado domesticar especies locales y desarrollar técnicas similares a las de los habitantes de los valles del Tigris y el Éufrates, o si el proceso había sido estrictamente fruto de una transmisión cultural desde otras regiones, como el Próximo Oriente o el Mediterráneo.

Un nuevo trabajo liderado por la Universidad de Uppsala y la Universidad de Burgos, con un papel relevante del Instituto Marroquí de Ciencias de la Arqueología y el Patrimonio (INSAP) demuestra que ni uno ni otro. La aparición del Neolítico en el Norte de África fue fruto de un proceso complejo y poliédrico como pocos, considerando en conjunto los datos arqueológicos observados hasta ahora en el Viejo Mundo.

La originalidad del estudio está en la lectura genómica combinada de restos humanos neolíticos procedentes de tres yacimientos clave: la cueva de Kaf Taht el-Ghar en Tetuán, Ifri n’Amr Ou Moussa en la provincia de Khémisset y Skhirat-Rouazi al sur de Rabat. En el primero de ellos, se han identificado y estudiado restos de un pequeño grupo de individuos descendientes de agricultores europeos que se instalaron en la zona hace unos 7.400 años.

En el segundo, se ha confirmado la existencia de una necrópolis en cueva donde fueron sepultados un par de siglos después, individuos de ancestría puramente local; esto es, agricultores con cerámica descendientes de cazadores-recolectores autóctonos que adoptaron estas nuevas técnicas de los grupos inmigrantes mencionados.

Por último, en el tercero, una necrópolis prehistórica mil años más reciente, se han identificado genomas asociados a la expansión de pueblos pastores procedentes del Creciente Fértil, y que la Arqueología ya venía detectando en todo el actual norte de África.

Esquema de la historia de la composición genética de población en el noroeste de África en función del tiempo. Fuente: https://www.nature.com/articles/s41586-023-06166-6

La diversidad biológica, clave del éxito

La datación de todos esos restos y su estudio genómico ha permitido a este equipo ibero-sueco-marroquí (la principal autora es Luciana Simões, investigadora portuguesa de la Universidad de Uppsala), constatar que la diversidad biológica y cultural de los humanos que habitaron el territorio hace más de 7.000 años pudo estar detrás del éxito de la neolitización en el norte de África.

En este sentido, el trabajo publicado por Nature y en el que aparecen como coautores Rafael M. Martínez, de la Universidad de Córdoba, Juan Carlos Vera, de la Universidad de Huelva, y Cristina Valdiosera, de la Universidad de Burgos, codirectora del proyecto, señala expresamente que mucho antes de la romanización del extremo occidental del Mediterráneo y, por supuesto, mucho antes de la islamización del territorio, los grupos humanos a un lado y otro del Estrecho de Gibraltar ya compartían conocimientos, aspectos culturales y por supuesto, genes.

Qué importancia tiene este descubrimiento

El profesor de la Onubense Juan Carlos Vera subraya que la genómica ha venido a refrendar lo que la arqueología ya venía sosteniendo desde estos últimos diez años: “La campaña de muestreo genético se realizó en 2016, pero la imagen nítida, completa, de los cambios culturales y económico-sociales paralelos al mestizaje y movimientos poblacionales ahora demostrados, no hubiera sido posible sin los trabajos arqueológicos que desarrollamos en Marruecos entre 2011 y 2013 dentro del proyecto ERC AGRIWESTMED, coordinado por la experta arqueobotánica Leonor Peña-Chocarro, del CSIC (Madrid), gracias a un convenio con el INSAP marroquí coordinado por nuestro colega Youssef Bokbot.

Gracias a esos trabajos se pudieron detectar antiguas semillas de cereales y leguminosas cultivadas en varios de estos contextos neolíticos, que ya apuntaban a un proceso de difusión, aunque en este caso no podíamos saber el alcance “humano” del proceso, ni la llegada “física” al territorio de inmigrantes, con la proyección de sus genes, cosa que este trabajo demuestra”, afirma el investigador de la Universidad de Huelva.

Preparación para el muestreo de ADN en el INSAP. De izquierda a derecha: J.C. Vera, Cristina Valdiosera y Youssef Bokbot.

Para Rafael M. Martínez, de la Universidad de Córdoba, este trabajo supone “un antes y un después en la comprensión de muchos aspectos relacionados con los procesos de difusión del Neolítico en la región, zanjando la cuestión respecto a su origen en Andalucía y el Magreb. En este sentido, queda bastante claro el sentido unidireccional del proceso, probablemente desde Iberia, y que sitúa la decoración impresa de estas primeras cerámicas marroquíes en el conjunto de las primeras cerámicas impresas del Mediterráneo Occidental, incluyendo península italiana, sur de Francia y mediterráneo ibérico”.

En cuanto al componente “pastoral” de la necrópolis de Skhirat, Martínez afirma que “precisamente las cerámicas presentes como ajuares en dichas sepulturas, son completamente diferentes a las impresas más antiguas, teniendo precedentes en estilos conocidos con anterioridad a lo largo del Sahara y decoradas con matrices de cuerda. Un trabajo nuestro de 2018 ya apuntó la relación de este tipo de cerámicas con pueblos pastoralistas, o, en cualquier caso, con orígenes muy distintos.”

Cristina Valdiosera, investigadora Ramón y Cajal en la Universidad de Burgos y codirectora del proyecto junto a Mattias Jakobsson, concluye que se trata de un trabajo con enormes implicaciones en la historia genómica del Norte de África.

Los pobladores del Magreb, los bereberes (imazighen) históricos, cuentan con una ancestría conformada por tres componentes principales: la primera de ellas es la de los cazadores recolectores africanos, presentes desde el Paleolítico Superior en la cueva de Taforalt; una segunda la de los agricultores neolíticos europeos, que en última instancia descienden de los primeros campesinos de Anatolia, repartidos por el mediterráneo y que llegan a Marruecos probablemente desde la península ibérica en torno al 5500 a.C., y por último, la de los pueblos pastoralistas, que penetran en el continente africano hacia el oeste y hacia el sur atravesando el Sinaí desde el creciente fértil, y que llegarán al atlántico marroquí aproximadamente mil años después.

El hecho de que las lenguas bereberes y las lenguas semíticas pertenezcan al tronco lingüístico Afro-Asiático puede ser una consecuencia de la propia historia genómica que estamos observando”, afirma la investigadora.