¿Cómo afectan las dietas hipercalóricas al cerebro?

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Un estudio realizado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (México) encontró que, al someter durante tres meses a un grupo de ratas a alta ingesta de azúcar o grasas saturadas, el número y tamaño de las dendritas y axones de sus neuronas disminuyó, deteriorando la comunicación de estas con el sistema nervioso y de neurotransmisores –como glutamato, dopamina y serotonina–, encargados de regular la conducta, el aprendizaje, la memoria y la ansiedad, entre otras funciones.

La nutrióloga Estefanía Fuentes Medel, doctora en Ciencias Químicas e investigadora de la Universidad mexicana, explicó que “con el consumo de productos ultraprocesados, grasas trans o comidas rápidas se produce una inflamación en órganos como el corazón o el riñón, que se traslada por medio de señales nerviosas al cerebro, generando toxicidad y degeneración en las neuronas, además de alteración en su estructura, y también muerte en algunas de ellas”.

Durante su participación en el programa SaludUNALContigo, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), la investigadora enfatizó en el papel fundamental que juegan hormonas como la insulina, la cual se origina en el páncreas y es determinante para estabilizar procesos como la regulación de energía en el cuerpo, captar glucosa de órganos como el hígado, controlar la reproducción sexual y mejorar la supervivencia celular.

Aseguró además que “en los últimos años, algunos autores han descrito que la insulina se puede producir en el cerebro, por ello es importante identificar cómo actúa en las neuronas, en las que favorece su plasticidad –formación de nuevas y comunicación entre ellas–, protege su estructura y desarrollo, y regula funciones como el aprendizaje y la memoria”.

Otros factores importantes en la relación entre las afecciones de los órganos –corazón, páncreas, riñones, estómago– y aquellas neuronales y cognitivas son: niveles elevados de triglicéridos, glucosa y colesterol, los cuales también ayudan a regular el hambre y la saciedad, moderar el estrés y favorecen el funcionamiento cognitivo.

La experta mexicana mencionó que “las llamadas ‘pandemias del siglo XXI’, que son enfermedades como obesidad, diabetes y accidentes cerebrovasculares, entre otras, guardan una relación directa con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, el Parkinson o la demencia, y este vínculo resulta muy importante para entender mejor cómo influyen los alimentos en el cerebro”.

El cerebro es el órgano regulador más importante del cuerpo, se encarga de controlar funciones como la relación entre el hambre y la sensación de saciedad; en dietas con alta ingesta en azúcar y grasas saturadas –comidas rápidas– se produce un desbalance que no solo afecta esta función, sino otras más complejas como el aprendizaje, la memoria o la ansiedad.

“Las dietas hipercalóricas producen no solo una alteración en la relación entre hambre y saciedad, sino que además dañan y matan las neuronas, generando problemas cognitivos mucho más graves”, señala la experta.

El deterioro de estas actividades se produce por cambios en la estructura de las neuronas, consecuencia de una alimentación poco saludable y de la falta de actividad física en la vida diaria.

“Para prevenir y frenar el deterioro se recomienda mantener un adecuado peso corporal y tener una alimentación balanceada, sana y rica en nutrientes, vitaminas y minerales, sustancias que protegen el cuerpo de estos daños”.

“Otras mejoras también se pueden dar con la ingesta de antioxidantes e inflamatorios como omega 3 y 6 –presentes en el atún, salmón y la caballa–, tener horas de sueño de calidad –lo que influye en la capacidad del cerebro para aprender y adaptarse– y hacer ejercicio físico– lo cual regula el funcionamiento de la insulina y protege las neuronas.

“Aunque estemos acostumbrados a recibir estas recomendaciones, sigue siendo importante implementarlas en nuestra vida diaria; cuidar la calidad de los alimentos que ingerimos en nuestra dieta es fundamental para asegurar el mantenimiento de funciones cerebrales adecuadas”, finaliza la experta.

Fuente: Agencia UNAL.