La caza genera una enorme controversia entre quienes la entienden como un método para el control de especies salvajes y quienes la ven como una actividad más propia de otros tiempos. Sin embargo, cumple su papel importante en la naturaleza humanizada.
La caza ha entrado como uno de los temas habituales en el debate público. A favor o en contra. No hay medias tintas cuando se habla de esta actividad con arraigo especial en los entornos rurales.
No las hay debido al cambio de mentalidad que está experimentando esta sociedad, en la que crece el número de personas que consideran a los animales como individuos casi equiparables a las personas.
Nueva consideración de los animales frente a la caza
La nueva consideración de los animales está poniendo en cuestión una actividad como la caza, cuya evolución ha marcado la nuestra como especie. Pero que no se salva de esta forma de entender la relación con la naturaleza de la sociedad urbanita.
El alejamiento del campo es cada vez mayor, como también lo es la incomprensión a esta actividad. Los cazadores se sienten perseguidos y no están nada de acuerdo con la imagen que tienen de ellos grupos animalistas, como gente que se divierte matando animales.
Debate polarizado y actividad en declive
El debate sobre la caza está polarizado. En él no cabe la escala de grises. Y los argumentos que dan quienes están a favor, son contestados con vehemencia por los grupos contrarios.
Lo cierto es que la caza en nuestro país está en declive. Ha perdido casi la mitad de licencias desde 1990 a 2016. Sin embargo, 826.777 personas se sacaron su licencia den 2016, de las que 252.255 eran de Andalucía; y 13.342, en la Región de Murcia, según los datos de la última Estadística Anual de Caza, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, con datos de 2016.
Este mismo estudio revela que durante ese año el “número de capturas” alcanzó los 22 millones, de los que el 97 por ciento eran especies de caza menor. Y que 43,8 millones de hectáreas tienen alguna de las calificaciones de terreno cinegético.
La caza mueve más de 6.700 millones de euros
Desde el punto de vista económico, la caza es un sector importante en las zonas rurales, que en 2015 movió 6.765 millones de euros y empleó a 186.758 personas, según publica el informe Impacto Económico y Social de la Caza en España, elaborado por Deloitte para la Fundación Artemisan, cercana a la Real Federación Española de Caza.
A favor de la caza se puede hablar del control de especies salvajes que, de alguna manera, viene ejercer el papel que la naturaleza delegó en los depredadores que escasean en el campo. O su papel para fijar población en entornos rurales, que encuentran en esta actividad una de sus fuentes de riqueza.
Argumentos desmentidos por animalistas
Sin embargo, estos mismo argumentos son desmentidos por grupos animalistas, que recuerdan cómo muchos de los cotos se han convertido en una especie de granjas a cielo abierto, con especies criadas en cautividad, que se sueltan en este entorno para reponer la población autóctona.
No se puede olvidar que, según el estudio del INE, en 2016, más de 2,2 millones de individuos de diferentes especies cinegéticas se soltaron en territorios de caza. De todas ellas, algo más de 1,4 millones procedían de granjas cinegéticas, especializadas en la cría de estos animales para su suelta en cotos.
La opinión de los científicos
Lejos de mostrar aquí un enfrentamiento dialéctico entre partidarios y detractores de la caza, en el que nos encontraríamos dos posturas difícilmente reconciliables y bastante conocidas por nuestros lectores, hemos optado por darle voz a los investigadores, para que, desde un punto de vista científico ofrezcan una posición más objetiva, todo lo que puede ser la expresión de una persona, sobre este asunto tan polémico.
La caza puede ser buena o puede ser muy mala para el medio ambiente. Todo depende de una gestión adecuada tanto del espacio como de las especies que habitan en él. Así lo piensa el investigador del Departamento de Sanidad Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia, Carlos Martínez-Carrasco.
Este investigador es, además, director del máster en Gestión de la Fauna Silvestre, que oferta la Facultad de Veterinaria de Murcia, y también un buen conocedor del mundo de la caza, de los beneficios que ésta conlleva para el medio ambiente, pero también la mala gestión o incluso acciones inaceptables que se cometen en algunos cotos y espacios cinegéticos, que ponen el entorno al límite para asegurar las capturas de sus socios.
El ser humano ha alterado el equilibrio ambiental
“Vivimos en un mundo donde todo ha cambiado mucho. El ser humano ha cambiado tanto el medio ambiente y lo ha invadido de tal manera que, en la mayoría de las áreas están antropizadas, hoy en día no se puede entender una gestión de la fauna sin que participe el propio ser humano. Y eso incluye a la caza”, opina Carlos Martínez-Carrasco.
Este experto considera que los cazadores se han convertido en una herramienta más para la gestión del medio ambiente, en la medida en que juegan el papel que en otro momento desempeñaban depredadores naturales, hoy desplazados de su entorno natural, en gran medida, por la presión humana sobre la biodiversidad.
Así, la caza basada o regulada en función del conocimiento científico “es necesaria, sobre todo en el caso de la caza mayor”, afirma este experto. Y una gestión adecuada de un espacio cinegético implica conocer las especies que se están cazando, su comportamiento y, sobre todo, evaluar “cuántos animales hay en una zona y el impacto que la actividad cinegética causa no sólo en la población de animales que se están cazando, sino sobre el hábitat, sobre el ecosistema, que puede llegar a sufrir un desequilibrio sobre el hábitat”.
Repoblaciones de cotos
Otra de las críticas que se le hacen a la caza viene motivada por la introducción de nuevos individuos de especies cinegéticas, para repoblar los cotos. Esta actividad se realiza en función de la demanda de los cazadores y, a no ser que se introduzcan especies alóctonas, es decir, no propias de ese entorno, no tiene por qué suponer un problema. Pero claro, siempre y cuando el número de ejemplares introducidos se ajuste a la capacidad del entorno que los va a acoger.
Martínez-Carrasco recuerda cómo algunos cotos vallados se han convertido en auténticas reservas naturales, donde habitan especies protegidas como el lince o el águila real. Y en estos entornos se practica la caza sin causar problemas para el medio ambiente. Es más, afirma, al tratarse de zonas de acceso restringido, las especies salvajes que viven ahí están protegidas de la acción humana.
La caza, como la pesca, la recogida de setas y otras actividades de aprovechamiento de los espacios naturales, requiere de una gestión basada en el conocimiento científico. Solamente de esa manera se podrá hacer compatible esta actividad con la conservación de los espacios naturales, y evitar desequilibrios en el medio que desencadenen problemas con difícil solución. Otra cuestión es el debate abierto en la sociedad, que cada vez está más polarizado. Al final, lo que enfrentadas son dos maneras irreconciliables de concebir nuestra relación con los animales.