En 2012 se cumplen 25 años desde la declaración como Espacio Natural Protegido, un periodo de tiempo que ha servido para consolidar los valores naturales y culturales de este rincón antaño ignorado, que ya en el año 1978 quedó incluido dentro del “Inventario Abierto de Espacios Naturales de Protección Ambiental” de la provincia de Almería realizado por el Instituto Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ICONA).
La declaración inicial de Parque Natural se produjo mediante el Decreto 314/1987, de 23 de diciembre, y posteriormente, mediante la Ley 2/1989 de 18 de julio, se concretaron los límites actuales, superficie que alberga, junto a la existencia con los usos tradicionales de sus habitantes, todos los hábitats de interés presentes en el Sureste Peninsular.
Son 25 años de trabajo por la conservación que han transcurrido con el reconocimiento internacional, año tras año y que han supuesto que este territorio se erija como un referente internacional en la conservación y un orgullo para grupos ecologistas, vecinos, investigadores, administraciones, ONGs, … Así, ha pasado a formar parte de las Reservas de la Biosfera de la UNESCO, Humedal de importancia internacional dentro del Convenio Ramsar, Lugar de Interés Comunitario (LIC), Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), Zona Especialmente Protegida de Importancia para el Mediterráneo (ZEPIM), acreditarse con la Carta Europea del Turismo Sostenible e incluirse dentro de la Red Europea y Global de Geoparques.
Medio físico
Con una altitud máxima de 562 metros sobre el nivel del mar en la cota de la Serrata en el término municipal de Carboneras, y una cota mínima de -60 metros en los fondos marinos, presenta tres grandes unidades fisiográficas: la sierra, la llanura litoral y los fondos marinos.
La personalidad de este espacio destaca por albergar la manifestación volcánica terrestre de edad neógena de mayor tamaño del sureste español; por su carácter semiárido, siendo uno de los pocos espacios protegidos de Europa de vocación subdesértica y esteparia; por presentar una costa bien conservada con escasa ocupación humana y por disponer de un humedal de importancia internacional que integra al ser humano como parte indispensable del ecosistema.
Debido a sus características la comarca ha sido tradicionalmente un lugar escasamente poblado, dedicado a una economía sustentada en la pesca, la agricultura, la ganadería y la minería. En los últimos años, con la mejora de las infraestructuras, el auge turístico y la explotación hortícola en los Campos de Níjar, esta situación ha cambiado, mejorándose notablemente los indicadores socioeconómicos y de calidad de vida y lo que fuera un lugar deshabitado y de baja renta per cápita, se ha convertido en uno de los sitios más visitados del sur de Europa.
Patrimonio natural
Dos ámbitos naturales, uno marino y otro continental, separados por una línea de costa con unas características fisiográficas impresionantes, transmiten al observador el magnetismo de una zona de especial belleza.
El pasado geológico está protagonizado por el vulcanismo que ha configurado el paisaje. Climas tropicales pasados han dejado arrecifes de coral de hace cinco millones de años junto a antiguas dunas blancas que dan una luminosidad especial a esta costa.
Los valores paisajísticos y su geología están íntimamente relacionados con los del entorno próximo: Karst en yesos de Sorbas y subdesierto de Tabernas, donde los materiales sedimentarios del mioceno, modelados por unos agentes climáticos particulares, han dado origen a un territorio con una geomorfología excepcional. Por otro lado, la proximidad de las formaciones internas de la Cordillera Bética, Sierra Cabrera, Sierra Alhamilla y Sierra de Gádor, cierran al Cabo aislándolo del resto del territorio. Precisamente esta situación geográfica, a sotavento de las cadenas montañosas, lo convierten en un desierto orográfico que condiciona las formas de vida que lo habitan.
El paisaje vegetal destaca por la práctica ausencia de formaciones naturales de porte arbóreo, ya que las escasas precipitaciones actúan como factor limitante. En su lugar, encontramos comunidades arbustivas de gran porte y cobertura como azufaifares, palmitares y cornicales, y pastizales con matorral donde el esparto y el tomillo de invierno cobran protagonismo, además de ofrecer cobijo a reptiles como el lagarto ocelado o la tortuga mora. La presencia de henequenes, sisales y chumberas nos muestran la relación del hombre con el medio, al igual que las parcelas cerealistas, que albergan una valiosa comunidad de aves esteparias en la que encontramos, entre otros, a la cada vez más escasa alondra ricotí, el alcaraván o la ganga ortega. Los roquedos, custodiados por el águila azor perdicera y el búho real, esconden endemismos vegetales como el dragoncillo del Cabo. Otros, como la zamarrilla y el clavelillo del Cabo ocupan los suelos pedregosos.
La erosión marina sobre acompañada de los aportes sedimentarios procedentes del continente, han generado playas de gran belleza, como la bahía de los Genoveses, Mónsul o el Playazo de Rodalquilar.
No podemos olvidar en este contexto la presencia de áreas inundables, charcas temporales, lagunas y albuferas que tienen su mayor exponente en las Salinas de Cabo de Gata, punto de encuentro para los amantes de la ornitología.
Patrimonio cultural y paisaje
Aunque secularmente deshabitado, el territorio no ha escapado de la ocupación humana que, desde tiempos históricos se ha ido adaptando a las duras condiciones de su clima, dejando un patrimonio cultural rico y variado.
Frecuentes incursiones de piratas berberiscos obligaron sobre el siglo XVII a diseñar un sistema de fortalezas que alcanzó su máximo desarrollo durante el reinado de Carlos III.
En torno al agua, siempre escasa, se crearon los primeros asentamientos humanos y se diseñaron pequeños huertos que aún hoy destacan frente a las tonalidades ocres dominantes. Los escasos rendimientos de los cultivos de secano motivaron la ocupación de grandes extensiones de suelo, creándose la estepa cerealista, sustento de ganado y hábitat de reconocida importancia para una singular flora y fauna. En su paisaje se reconocen estructuras lineales hechas a base de piedra, tiempo y esfuerzo, que cortan la escorrentía y capturan la escasa agua que desliza por sus laderas descarnadas. Los recursos pesqueros y mineros también influyeron en la distribución actual de los núcleos.
La cultura del agua y del viento ha dejado un legado de infraestructuras como aljibes, tanques, pozos, norias, o acequias, así como molinos y norias de viento, hitos fundamentales en la configuración histórica del paisaje. Muchos de estos elementos siguen siendo funcionales a día de hoy y otros han sido rehabilitados por la administración en los últimos años.
Los cortijos, que incorporan construcciones auxiliares agroganaderas como corrales, eras, cochineras, son exponentes de las estructuras agrarias tradicionales y muestran formas constructivas orgánicas que ponen de manifiesto las relaciones sociales e interacción del hombre con el medio.
Las peculiaridades geológicas del Cabo han dejado una herencia minera importante. A la Real concesión de Alumbres de 1509 siguieron extracciones de cobre, plomo, hierro o manganeso. En 1883 se descubre oro cerca de Rodalquilar y será bien entrado el siglo XX cuando se inicie su explotación.
Las Salinas de Cabo de Gata se sitúan en una antigua albufera modificada para la extracción de sal. Asociada a ellas se encuentra la Almadraba de Monteleva, población en la que se caló el arte para la captura de melva y bonito hasta la segunda mitad del siglo XX.
El Cabo ha tenido y tiene gran importancia en la navegación del sureste peninsular. Los hallazgos arqueológicos son numerosos, existiendo tres yacimientos subacuáticos catalogados como zonas arqueológicas y otros tantos como zonas de servidumbre arqueológicas.
Su especial configuración y sosiego lo ha hecho refugio e inspiración de artistas de todo tipo y procedencia, y sus escenarios naturales han servido a numerosas producciones cinematográficas. De ahí que, además de los valores naturales y culturales que atesora, sea un lugar de referencia para la celebración eventos culturales.
Socioeconomía del territorio
La declaración del área protegida ha influido el desarrollo urbanístico que se asocia a espacios litorales, impulsando un desarrollo socioeconómico duradero y estable, y que en los últimos años se ha reflejado en un crecimiento continuo de la renta. Históricamente la comarca ha sido un lugar escasamente poblado y ha pasado prácticamente inadvertida al desarrollo urbanístico de las décadas de los años 60 y 70.
Con una población inferior a 6.000 habitantes, repartida por cerca de 30 entidades de población y con una densidad inferior a 16 habitantes por km2, el espacio cubre parte de los términos municipales de Almería, Carboneras y Níjar, siendo éste último el que más superficie aporta. La proporción de residentes dentro de la superficie protegida apenas representa el 2% respecto del total de los tres municipios.
En los últimos años, con las mejoras en infraestructuras, el desarrollo de la agricultura intensiva y el auge turístico, este espacio ha pasado a ser foco de atención de los más variados intereses económicos.
Sólo el puerto de Carboneras, fuera de los límites del espacio natural protegido, posee una flota pesquera de cierta envergadura, además de cien amarres para embarcaciones deportivas y actividades de carga y descarga. Dentro del Parque hay cerca de cuarenta embarcaciones autorizadas para faenar y también existe una pequeña flota pesquera artesanal, que se concentra en tres núcleos: Agua Amarga, la Isleta del Moro y San Miguel de Cabo de Gata. La Isleta del Moro cuenta además con una piscifactoría para el engorde de doradas y lubinas, promovida por pescadores locales, que cuenta con instalaciones de preparado y envasado.
La ganadería, tradicionalmente de subsistencia, se limita casi exclusivamente a Níjar. Con los años ha pasado a semiextensiva, siendo los rebaños de pequeño tamaño, principalmente de cabras y ovejas.
En la actualidad el único aprovechamiento forestal que existe es el de aromáticas. Respecto al aprovechamiento cinegético, en la superficie acotada, que ocupa cerca de la mitad del total protegido, se practica la caza menor, siempre en modalidades tradicionales de carácter social y deportivo, por lo que no llega a tener gran importancia económica.
Digna de mención es la artesanía, centrada en la cerámica, las jarapas y el trabajo con esparto. Su importancia económica es reducida, pero es parte fundamental para el turismo.
El sector primario incluye también la actividad minera, que hoy día se reduce a la explotación de bentonitas con numerosas aplicaciones industriales y medioambientales, y en la explotación de la sal en Las Salinas.