Residuos, responsabilidad de todos

El Consorcio premió a varios jóvenes por su diseño de contenedores.

 

Cada vez que tiramos la basura doméstica se inicia un proceso para la recuperación del material reciclable. Es un gesto de responsabilidad, con el que se da un cierto respiro al medio ambiente y se vuelven a poner en circulación materiales que muchos ven como deshechos, pero que sin embargo tienen un alto valor y son reutilizados en mucha mayor medida de lo que los ciudadanos se piensan. Y es que prácticamente la totalidad del vidrio, del cartón y de los envases que se depositan en sus respectivos contenedores vuelven a la circulación tras su reciclaje. Del mismo modo, los residuos orgánicos se convierten en un compost de gran interés, que habitualmente se emplea en los jardines de nuestras ciudades.

Para que todo esto sea posible, un grupo de ochenta personas y 65 vehículos trabajan prácticamente a diario para no dar nada por perdido. Son los empleados del Consorcio del Sector II de Almería para la Gestión de Residuos de la provincia de Almería, que da servicio a un total de 48 municipios y a una población de más de 77.700 personas, con un coste que ronda los 5,5 millones de euros anuales. El Consorcio opera en las comarcas del Río Nacimiento; alto, medio y bajo Andarax; Tabernas-Filabres; y Carboneras. Esta entidad se creó en 2002 para solucionar el problema de la gestión de los residuos urbanos en esta zona de la provincia. Y a través de una empresa concesionaria se encarga de dar solución a la gestión de los residuos urbanos de los municipios consorciados. Esta empresa es la que se encarga de realizar la recogida de los residuos en los diferentes municipios para posteriormente ser trasladados a la Planta de recuperación y compostaje construida en el municipio de Gádor, en donde se realiza su tratamiento.

Almería puso coto en 1997 al centenar de vertederos de residuos urbanos existentes, con el Plan Director Provincial de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos de la Provincia de Almería, y se crearon tres plantas de recuperación y compostaje, así como una decena de instalaciones dedicadas a la transferencia de residuos que dan servicio a toda la provincia, que quedó dividida en cuatro sectores.

Un gesto tan simple como el de salir de casa a tirar la basura es el primer paso de una cadena en la que intervienen cientos de personas. Es el comienzo de un proceso medioambiental con el que se ofrece una salida viable a los residuos que se generan en los núcleos urbanos y rurales.

Estamos acostumbrados a ver cuatro contenedores diferentes en las calles y son muchos los ciudadanos que se esfuerzan en la separación de los diferentes tipos de residuos. Y no se hace por gusto, ya que de una correcta separación de los diferentes tipos de basura en casa depende, en gran medida, el éxito del proceso de reciclaje y recuperación de materiales como el papel y cartón, el vidrio, los envases y el material orgánico.

Éste es el primer paso de la cadena y el primer tanto que se anota el medio ambiente, siempre y cuando se realice correctamente, recuerdan desde el Consorcio de Residuos del Sector II. Desde la dirección de este organismo se hace hincapié en la importancia que tiene la colaboración ciudadana en el reciclaje de los residuos urbanos, a la que animan a continuar con la separación de basuras y a depositar cada uno de los residuos en sus contenedores respectivos.

Bien es cierto que el Consorcio cuenta con operarios que trabajan en las cadenas de triaje primario, en las que se apartan los materiales que no corresponden en cada una de las líneas. Un segundo triaje se encarga de la recuperación de los potencialmente reciclables, como el papel-cartón, plásticos de envases, etc. Sin embargo, este esfuerzo no es suficiente, a tenor del volumen que llega a los puntos de clasificación, de ahí la importancia de que la cadena se inicie en los hogares de los 48 municipios a los que da servicio el Consorcio.

 

Cambio de mentalidad

Hasta hace unas décadas, la gestión de los residuos se limitaba a la recogida en los núcleos urbanos y en su depósito en puntos alejados. Algunas veces eran enterrados, otras quemados, pero rara vez había interés en recuperar el material útil que hay en las bolsas de basura.

Una sociedad cada vez más consumista, el crecimiento de la tendencia del usar y tirar o la incorporación de nuevos materiales de desecho a nuestro cubo de basura ha provocado el aumento del volumen de residuos sólidos de forma exponencial. Tanto ha sido así que los modelos antiguos de gestión se quedaron anticuados en muy poco tiempo, y la sociedad se vio en la necesidad de incorporar nuevas fórmulas con las que disminuir su impacto.

Al mismo tiempo, el interés medioambiental y la preocupación por el mantenimiento del Planeta aumentaron el nivel de concienciación entre la ciudadanía, que veía cómo se degradaba el ambiente a medida que aumentaba el volumen de basura producido.

Como explican desde el Consorcio, “de la mala gestión de los residuos se pueden derivar efectos colaterales dañinos para el medio ambiente y los seres humanos, así: los residuos orgánicos biodegradables, al descomponerse, generan gases como amoníaco y metano, muy nocivos para la salud humana; si se trata de sustancias tóxicas, persistentes o bioacumulativas, pueden contaminar los suelos, las aguas de las que nos abastecemos e, incluso, el aire que respiramos, convirtiéndose en un grave perjuicio para la salud pública”.

De ahí que las diferentes administraciones tomaran cartas en el asunto y diseñaran una serie de protocolos con los que hacer más limpio todo el proceso de eliminación de residuos, con un especial interés en el reciclaje de todos los materiales posibles.

En Almería, el volumen de residuos sólidos recogidos por el Consorcio del Sector II ha aumentado con el paso de los años. De las 500 toneladas al mes registradas en 2003, se ha pasado a manejar unas 4.000, en enero de 2011, según los datos que ofrece el ente encargado de su gestión. Claramente ha sido un aumento sostenido en los primeros años debido a la progresiva incorporación de municipios al Consorcio, hasta que se alcanzó una estabilidad en las cifras a partir de julio de 2008.

La gestión de tal volumen no resulta nada sencilla, de ahí que la coordinación de los diferentes equipos, así como la colaboración de la ciudadanía son fundamentales para el buen fin de todos estos desechos.

¿Qué pasa con los residuos?

El primer eslabón de la cadena comienza en la casa, con la separación de los residuos en diferentes fracciones, según el contenedor de destino. Los vecinos del Sector II disponen de cuatro tipo de contenedores diferentes, como son el verde tipo iglú, destinado al vidrio; el azul, para papel y cartón; el amarillo, donde se depositan los envases ligeros; y el verde oscuro o gris, dedicado a la materia orgánica y al resto de residuos que no tienen cabida en los otros tres contenedores.

Tras diversas campañas divulgativas emprendidas por esta entidad, por lo general los vecinos saben bien cómo tienen que clasificar la basura, aunque hay algunas dudas. Quizá, y así lo reconocen en el propio Consorcio, el contenedor amarillo es uno de los que más llevan a la confusión, porque muchas personas piensan que está destinado a todo tipo de plásticos. Realmente no es así. El contenedor amarillo está destinado de forma exclusiva a envases y embalajes que no sean de cartón ni vidrio.

También hay dudas con respecto a qué tipo de material se debe tirar en el destinado al vidrio, ya que algunas personas piensan que en él deben depositarse, además de envases de vidrio como botellas, tarros y frascos, restos de cristal como vasos o
copas, o cerramientos de ventanas.

Del mismo modo, también hay vecinos que no saben cómo depositarlos en los contenedores y en este sentido, desde el Consorcio del Sector II explican que la forma adecuada es utilizar bolsas de plástico solo los residuos de los contenedores gris oscuro o verde y amarillo, el papel-cartón y el vidrio se echan directamente en el contenedor.

En una segunda fase se realiza la recogida selectiva, con los vehículos especiales de los que dispone y que son los encargados de depositarlos en la planta de transferencia. En este sentido, el ente ha realizado un esfuerzo destacado, según comentan, en dotar a los municipios de contenedores de carga lateral, que cuentan con una mayor capacidad. Este sistema se implantó para la comodidad de los usuarios, ya que se trata de camiones más silenciosos, contenedores mas herméticos que disminuyen olores, pedal para facilitar la apertura de la tapa.

Además, de los camiones de carga lateral, el Consorcio cuenta con un conjunto de vehículos brigada cuya función consiste en recoger todas las bolsas que existan fuera del contenedor y limpiar el entorno del mismo así como ubicar correctamente los contenedores en caso de que se desplacen. Del mismo modo, se encargan de sacar a zonas amplias los contenedores, para que los camiones de mayor capacidad se encarguen de llevar los residuos al centro de transferencia. Sin esta operación sería prácticamente imposible recoger la basura en pueblos con calles estrechas y trazados urbanos sinuosos.

Una vez que se han recogido los residuos se realiza la transferencia en las plantas adecuadas para ello y se realiza el transporte con vehículos de mayor tonelaje hasta la planta de recuperación y compostaje de Gádor. El siguiente paso del proceso consiste en su tratamiento, en esta planta. Es aquí donde se separan los diferentes tipos de residuos recogidos en los distintos contenedores, y donde se les da el tratamiento adecuado.

El vidrio y el papel-cartón se descargan en un área independiente, ya que este tipo de materiales no precisan de ningún tratamiento previo para su reciclaje. Desde allí son trasladados a las empresas que se encargan del reciclaje definitivo, con el que consiguen recuperar y devolver a la circulación más del 90% de volumen recibido. El vidrio se funde y se vuelve a transformar en envases completamente nuevos. Por su parte, el papel-cartón se convierte en una pasta que se utiliza para la fabricación de nuevos productos.

Caso distinto es el trabajo que requieren los residuos del contenedor de basura orgánica y fracción resto, es decir, el gris o verde oscuro. Este material es descargado en el foso de recepción, que cuenta con una capacidad suficiente para albergar los residuos de dos días.

La materia orgánica es sometida a un proceso de compostaje que dura unos 60 días, en los que se produce una fermentación necesaria para la formación del compost. Una vez obtenido, éste se criba para que tenga un tamaño de grano determinado, así como para eliminar restos de otros materiales que han escapado en el anterior proceso.

Los residuos del contenedor amarillo se depositan en otra zona de recepción de la planta y luego pasan a una zona de separación manual, donde los operarios recuperan diferentes tipos de plásticos, cartones y bricks. Un conjunto de separadores magnéticos hacen lo propio con los elementos metálicos, que son depositados en otro espacio para su posterior traslado a las plantas de reciclado encargadas de culminar el proceso.

Desde el Consorcio informan de que existe “una gran diferencia de calidad entre los materiales recuperados”. El papel-cartón y los envases ligeros recuperados se encuentran menos impurezas, ya que en sus respectivos contenedores no se mezclan con elementos orgánicos, y el posterior reciclado resulta más sencillo y económico. De ahí, remarcan desde el Consorcio, “la importancia de que los ciudadanos depositen cada residuo en su contenedor correspondiente”.

La colaboración de los ciudadanos es esencial en el éxito de todo el proceso y de que el impacto de la actividad humana en el medio ambiente sea el menor posible. Desde el Consorcio del Sector II no escatiman en esfuerzos, pero desde luego todos éstos son en balde si falla el primer eslabón de la cadena, la separación de residuos que debe realizarse en la propia casa. Es un proceso en el que todos estamos implicados y cada uno debe cumplir su papel, el medio ambiente así lo reclama.

Artículo publicado en Nova Ciencia

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