El Niño de la Capea: "El toro me sirvió para salir de la marginación y la pobreza"

Pedro Gutiérrez Moya, ‘El Niño De La Capea’, ofreció este viernes, en el Salón de Actos de Cajamar una conferencia en la que el diestro desgranó recuerdos y anécdotas de una vida dedicada por completo al toreo. Gutiérrez Moya (Salamanca, 1952), recibió las primeras lecciones de toreo en la escuela taurina “La Capea” de la que tomó su apodo. El 3 de mayo de 1969 se vistió por primera vez de luces y un año después fue su debut con picadores, saliendo de la plaza con las dos orejas de su oponente. En aquella época, explicó ayer Capea, el único camino para salir de la marginación y la pobreza era el toreo. “Solo cuando me fui quitando el hambre, me di cuenta de que me estaba enamorando del toro”, reconoció.

A partir de 1972 fue apoderado por la Casa Chopera debido a su gran proyección como torero, que se confirmaría en años posteriores. En la Plaza de Toros de Vista Alegre, el 19 de Junio de 1972, tomó la alternativa de la mano de otros dos grandes toreros de la época, Paco Camino y Paquirri. A partir de ahí, su carrera profesional como torero despegaría, estando plagada de grandes éxitos en las plazas de toros más importantes del mundo. Un hecho destacable fue en que, al término de la temporada española, Capea siempre viajaba a América para torear en plazas de México, Colombia y Venezuela, donde enseguida se consagró como una de las mayores figuras del toreo de las décadas de los 70 y 80, época dorada para el mundo de los toros.

Su tauromaquia tuvo un antes y un después de sus constantes visitas a las plazas mexicanas, como reconoció a preguntas del periodista Laureano Ruiz, que estableció anoche un diálogo con el maestro que le permitió a éste ir rememorando sus largas tardes de toros. Un “antes” vinculado a su primera etapa como torero, en la que Capea se mostraba arrojado, valiente, impetuoso y con ganas de triunfo; y un “después”, que tuvo su origen en las temporadas mexicanas donde desarrolló un especial sentido de la lidia y donde su toreo eclosionó en faenas inolvidables.

“En México empecé a sentirme torero, artista. Surgió en mí una metamorfosis, la ausencia total de prisas y comencé a disfrutar realmente del toro. Esas nuevas sensaciones hicieron que el público empezara a mirarme también de otra manera”, explicó durante su conferencia de ayer. ‘El Niño de la Capea’, que alcanzó las mayores cotas artísticas y de popularidad en el escalafón de matadores durante casi veinte años, habló también sin tapujos de cómo se enfrentó él, en la cumbre del toreo, a la aparición de nuevas figuras como, por ejemplo, Espartaco: “Cuando aparece un nuevo torero hay que luchar más porque la afición es ingrata y se cansa de que siempre se le ofrezca lo mismo. Pero a mí nunca me ha dado miedo el hombre, ni la guerra, ni la lucha. Solo le he tenido miedo al toro, que era el que podía quitármelo todo”.

Capea, que es en la actualidad un ganadero de éxito (el maestro reconoció ayer que tener una ganadería había sido para él un sueño desde muy joven), recibió de manos del rector de la UAL, Pedro Molina, el escudo de la Universidad de Almería. Junto a Capea, Laureano Ruiz y Pedro Molina, también participó en la presentación del Aula Taurina la coordinadora de esta actividad y profesora de la UAL, Teresa Belmonte.

 

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