Daniel J. García López. Epílogo para una (última) promoción de juristas.

    Las aulas van quedando vacías, la ausencia del calor se haceevidente. No me refiero a los treinta y tantos grados que deberemos soportar eneste mes de junio, tampoco a los sofocos provocados por los exámenes. El calordel que hablo es el del Otro. Es la conversación que siempre queda inacabada,los minutos de retraso que se manifiestan en la mirada rezongada del profesorinterrumpido, la masificación del autobús, los nervios antes de ver una nota,la desolación o la euforia segundos después. El calor que  tras 5 años, llegado el fin de estapromoción 2003-2008, se torna hielo. Mas éste tiende a conservar la vida enestado de latencia. El calor siempre queda en forma de interiorización del Otroen el Yo.

    Todo final es necesario para un nuevo comienzo. Ahora hallegado el momento de partir hacia nuestra Ítaca particular en solitario. Hemosviajado durante cinco años en una travesía llena de peligros, monstruos ybatallas -muchas veces creadas por nosotros mismos. Y, sin embargo, ahora desdela proa de este nuestro barco, dejando atrás las tempestades compartidas, sedivisa una tierra, no sabemos cuál es, no sabemos lo que hay pero la vemos. Aúnnos queda camino, varias millas, y, sobre todo, no sucumbir ante el cantomelodioso y terrorífico de las sirenas, aunque los silencios de éstas son másdifíciles de salvar, son más aterradores, que su propio canto.

    Dos preguntas nos hacemos los que en este año terminamos laLicenciatura: ¿ahora qué? ¿qué será de Nosotros? A la primera pregunta -ahoraqué- debemos contestarnos en soledad, a la segunda desde la realidad. ElNosotros desaparecerá. Cada uno debe viajar despojándose del lastre innecesario.El éxodo que nos espera es infinita e inimaginablemente más cruel y duro que elvivido hasta hoy. Nuestra Ítaca es una jungla -o un desierto- y todo peso en lamochila de nuestro porvenir es un paso menos en nuestro camino. Camino que, nodebe ser olvidado, nunca tiene una meta, una llegada, pues si así fuera nosería camino, ni nosotros caminantes.

    Como ven no pretendo hacer un discurso bonito. Que alaguenlos que tengan que alagar. Prefiero mostrar las yagas que portamos y las queprovocaremos. El Derecho -tampoco se puede olvidar esto- es manejado por elPoder y éste está ansioso de sí mismo. Nosotros, juristas que hemos perdido ovamos perdiendo el horizonte del humanismo, somos y seremos los responsables deque el sistema continúe en una constante vorágine consumista del Otro, pero, asu vez, de nosotros mismos.

    Recuerden que este epílogo, para la última promoción deDerecho de la Universidad de Almería que ha padecido el plan de estudios de1953 (¡efectivamente, un plan franquista!) antes de la implantación del EspacioEuropeo de Educación Superior, es una ficción, pura ironía y apariencia. Quizála desolación de quien durante cinco años ha pretendido buscar en el estudiodel Derecho un ápice de justicia y en donde sólo -repito, sólo- ha encontrado,como en La Colonia Penitenciaria de Franz Kafka, una inscripción con cuchillosde acero sobre el cuerpo ensangrentado del condenado: “Sé justo”. La Justiciaes una máquina, un artefacto fabricado por el ser humano y, por ello,manipulable, fea y falsa, como los cinco años que hemos pasado en la Facultadde Derecho. 

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