Emprender apesta, no lo hagas

    Sí, es cierto: me gustan los titulares incendiarios. En mi defensa tan sólo puedo decir que la magnitud de la marea en pro del emprendimiento como solución a todos los males de occidente es tal que mi voz no será más que una nota disonante en la gran sinfonía de internet.

    Parece que políticos, gurús, analistas y tertulianos de Sálvame están de acuerdo en algo: de la crisis nos salvarán los emprendedores. Vendrán con sus caballos blancos 2.0 y crearán empleo sin ton ni son, en la nube, conectados 360 y todo eso.

    Ya. Por supuesto.

    De lo que no hablan es de que, si no contamos las palmaditas en la espalda y sus palabras de aliento ante la prensa, el apoyo real es nulo. Emprender es algo que se hace en la mayoría de las ocasiones contra la burocracia, a pesar de la administración y a espaldas del empresariado tradicional. Al menos, eso es así en España.

    Cuando simplemente no entienden qué les pones sobre la mesa, intentan catalogarlo utilizando esquemas caducos, o —en el mejor de los casos— deciden apropiarse de tu esfuerzo en aras de su promoción particular.

    Emprender supone trabajar mucho y, si tienes suerte y tesón, ganar poco. Por lo general conseguirás no ganar nada durante más tiempo del que cualquiera puede soportar y, en ocasiones, conseguirás la más absoluta ruina.

    Tu familia te verá como un extraño. Un tipo obsesionado e irascible que comparte el mismo espacio físico durante unas horas al día pero que siempre tiene la cabeza en otro lugar, muy muy lejano.

    Intentar convertir parados en emprendedores sólo por cuestiones cosméticas es terrible. Realmente no sé si se debe a una profunda estupidez o un espíritu perverso, pero es un error de proporciones bíblicas.

    Entiende bien esto que estás leyendo. Hazle un favor a la sociedad y a ti mismo: no escuches a ese tipo que, en cualquiera de los cientos de eventos para emprendedores que se están celebrando en este mismo instante, te anima a dar el paso.

    Míralo bien, probablemente hace más de una década que emprendió algo por última vez. Es un tipo que encontró su modelo de negocio: animar a otros a encontrar su modelo de negocio.

    Y recuerda que cuando dejes de ser emprendedor será por una de estas dos razones: o te has convertido en un fracasado —en este país fracasar es una invitación a que no te dejen volver a levantar cabeza— o te has convertido en lo que más odias, un empresario.

    No. Emprender no mola. Es duro, es sucio y te hará desgraciado.

    P.D.: Lo bueno de todo esto es que los emprendedores de verdad, pasarán andando por encima de este texto sin arrugar el entrecejo. Ni políticos ni primas ni inversores esquivos podrán con su determinación. Esos son los imprescindibles.

    José Luis Uclés, de Geekia Laboratorio de Comunicación.

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