Artículo de
Enrique Martínez Ruiz
Catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid.
Durante más de tres siglos las flotas atravesaban el Atlántico hacia la Nueva España (hoy Méjico y oeste de Estados Unidos) en una travesía de ida y vuelta que cambió la forma de entender el comercio, las comunicaciones y la economía sentando las bases de la primera globalización del mundo.
La imagen más difundida de las Flotas de Indias y sus resultados en el imaginario colectivo popular es la de unos barcos cargados de plata y oro, que si no naufragaban, eran apresados por los piratas, privando a la Monarquía española de unos metales preciosos que, cuando llegaban, se malgastaban en guerras que se desarrollaban en Europa.
Es una imagen tendenciosa y distorsionada, como tantas otras relativas, sobre todo, a la España de los siglos XVI y XVII, fruto de un maniqueísmo en el que los malos eran los españoles y los buenos eran sus enemigos; por ese maniqueísmo se omitían en el relato lo que suponen la Carrera de Indias y sus Flotas, aspectos fundamentales de la Monarquía Hispánica y Ultramar, pues los barcos llevaban funcionarios, misioneros, colonos, soldados, científicos, por medio de los cuales se implanta una administración territorial, se lleva la civilización occidental a América y se lleva también y se difunde el cristianismo, un legado de enorme trascendencia que normalmente está ausente en el relato historiográfico, donde en el mejor de los casos se priman las cuestiones económicas, relativas al intercambio de productos que se enviaban desde España a América y Asía y desde aquellos ámbitos ultramarinos a España, un intercambio de tal magnitud que cuando las Flotas de Indias se integren con el Galeón de Manila en el sistema, constituyen un logro al que tampoco se hace justicia en los relatos al uso.
Quiénes propiciaron la primera globalización
Estamos ante un sistema naval implantado en el siglo XVI, que va a durar más de dos siglos y cuyo funcionamiento será fundamental, por eso considero a las Flotas de Indias ejecutoras de la primera globalización no solo económica sino también política, a la que se llega en el reinado de Felipe II, cuando Portugal y su imperio ultramarino son incorporados a la Monarquía: las flotas españolas y portuguesas y el galeón de Manila mantienen el contacto entre las distintas partes del mundo conocidas entonces: algo sin precedentes ni consecuentes en la Historia.
Evidentemente, un sistema naval de tal envergadura no se improvisa; es el resultado de un proceso cuyo primer paso se da con Carlos V, cuando en 1522 el corsario al servicio de Francia Jean Florin se apodera de los navíos que Hernán Cortés envió al Emperador con el denominado tesoro de Moctezuma, un soberbio botín jamás conseguido por ningún otro pirata ni corsario.
El suceso mostró las grandes ganancias que se podrían obtener asaltando a los barcos españoles en el espacio de retorno impuesto por la navegación a vela, comprendido entre las Canarias, Madeira, las Azores y la península Ibérica. Ante lo sucedido, se establecieron nuevas condiciones para navegar a América prohibiendo que hicieran la travesía barcos de menos de 100 toneladas y los que las superaran irían armados con 4 piezas de artillería de gran calibre y seis artilleros, además de 20 soldados. Los barcos con cargas particularmente valiosas irían escoltados por dos barcos de guerra.
No se prohibía la navegación en solitario, pero se recomendaba hacer el viaje en un convoy de al menos ocho barcos, acompañados de otros buques de protección: es decir, navegarían en conserva. A su protección también contribuirían la Armada Guardacostas de Andalucía (cuya acción iba desde la Andalucía occidental y el cabo de San Vicente hasta Canarias) y la Armada del Caribe (protegería la navegación en ese mar, sobre todo en torno a las islas mayores).
Cuándo se formó la primera flota de Indias
La primera flota se formó en 1522, estando en guerra con Francisco I, compuesta por ocho barcos mercantes y dos de guerra. En años posteriores, 1537, 1540 y 1543, se formaron otras expediciones de composición diferente.
Precisamente, en 1543, se ordenó que mientras durase la guerra (era la tercera contra Francia, 1542-1544), los barcos que fueran a América lo harían en una de las dos flotas que saldrían para Ultramar: una en marzo y la otra en septiembre, formando un convoy de diez navíos como mínimo, todos de más de 100 toneladas y escoltada cada una por un barco de guerra; llegarían juntos a La Habana; desde allí, cada barco iría a su destino, mientras el de guerra patrullaba por el Caribe para detectar la presencia de piratas. Pasados tres meses, los barcos volverían a reunirse en La Habana y con el de guerra regresarían juntos a Sevilla, que era el puerto de salida y retorno: la sede del monopolio comercial que se había impuesto desde la época de los Reyes Católicos.
Eran momentos complejos, donde los ensayos, las prevenciones, los ataques enemigos y el deseo de los mercaderes de conseguir la mayor autonomía posible, se desarrollaban al tiempo que se elaboran propuestas y memoriales en pro de la mayor eficacia y seguridad en los desplazamientos oceánicos.
En la década de 1540 y comienzos de la de 1550, marinos prestigiosos presentaron memoriales con sus opiniones sobre el sistema de flotas imperante o con sus propuestas para mejorarlo. Algo que se estaba convirtiendo en una necesidad, porque la mina de plata de Potosí (Bolivia) fue descubierta en 1545; en 1546, se descubrió la de Zacatecas; en 1548 la de Guanajuato y más tarde, San Luis de Potosí y Sombrerete y en 1552 Pachuca, donde en 1555 Bartolomé Medina consiguió el procedimiento de amalgamación, que hizo crecer la producción de plata espectacularmente.
El objetivo entonces estaba claro: llevar los tesoros de la Corona y de los particulares a Sevilla y potenciar el amplio intercambio comercial que se había abierto llevando a América los productos europeos y trayendo a España los productos ultramarinos, junto con el intercambio de libros, arte, vestidos y demás.
Qué opinión tenían los navegantes sobre el sistema de flotas
En consecuencia, los autores de los memoriales manifestaron cómo veían la situación, de modo que en unos casos, como López de Archuleta y Andrea Doria, se muestran muy críticos con el sistema existente, pero sin proponer ninguna alternativa. No fue el caso de D. Bernardino de Mendoza el Viejo, posible autor de un memorial de finales de 1548, en el que consideraba que el sistema de flotas era el único que debería existir.
Otro experto y avezado marino, D. Álvaro de Bazán el Viejo, presentó también sus propuestas, en tres memoriales, pero tampoco se llevaron a la práctica, así que a mediados de la década de 1550, se aplicaba con rigor la navegación en conserva, sin permitir la salida de barcos que no fueran en las flotas.
En 1556, otro experto marino, Pedro Menéndez de Avilés presentó un proyecto, resultado de su experiencia y de su conocimiento de la navegación en conserva a Indias: su contenido es considerado como el origen del sistema de dos flotas anuales regulado por Felipe II en 1561 y 1564 y que perduraría más de dos siglos: las flotas se dividirían en dos, una se dirigiría a Nueva España y la otra a Tierra Firme.
La de Nueva España debería salir en abril y su puerto de arribada final era Veracruz, después de hacer escala en Santo Domingo. La de Tierra Firme zarpaba en agosto y tras recalar en Cartagena de Indias, su destino final era Nombre de Dios, destruida por Drake en 1596 y sustituida por Portobelo. Ahora bien, no siempre se respetaron las fechas de salida ni hubo siempre dos flotas anuales, pero el sistema se mantuvo hasta que en el siglo XVIII se implantó el libre comercio entre España y América.
El sistema lo mantuvieron unas instituciones creadas expresamente para él, como fueron especialmente Casa de la Contratación (el gran centro regulador y organizador del comercio en régimen de monopolio), el Consejo de Indias (la cima de toda la estructura administrativa y de gobierno de las Indias), los Consulados (los principales fueron los de Sevilla, México y Lima y eran organizaciones de los comerciantes implicados en el comercio colonial) y la Universidad de Mareantes (donde se agruparon señores de naos, maestres y pilotos).
Por qué se mantuvo el sistema de flotas durante dos siglos
Las claves para que el sistema perdurara más de dos siglos fueron las siguientes:
- La capacidad organizadora de la Monarquía (no solo hay que tener barcos, hay que armarlos, avituallarlos, protegerlos y cargarlos. La Monarquía Hispánica creó los medios e instrumentos para conseguirlo y en esto, en la capacidad logística, supera con mucho a cualquier otra potencia del momento).
- La formación del personal que va a verse implicado en el funcionamiento del sistema (no sólo los técnicos -pilotos, maestres y demás personal de abordo-, sino también los administrativos que controlan y canalizan el funcionamiento a ambos lados del mar).
- La realización de una infraestructura que permitiera el funcionamiento del sistema (hay que prever rutas, escalas, puertos de arribo y zarpada, canales de distribución, ferias y mercados).
- La construcción de una estructura defensiva capaz de proteger a navíos y poblaciones de ataques enemigos; en este sentido, la fortificación tiene una enorme trascendencia (el mejor exponente es el Caribe, donde se construyeron numerosas fortalezas, lo que le ha valido a ese espacio el apelativo de lago de piedra).
Por otro lado, la extensión del continente americano impone una racionalización de los recursos y de los esfuerzos. Hay que tener en cuenta que Castilla cuando empieza a asentarse en América solo cuenta con unos cuatro millones de habitantes y España entera no supera los diez millones hasta finales del siglo XVIII. En consecuencia, se produce el abandono de zonas marginales e improductivas, que se convierten en bases de potencias enemigas y reductos donde se asientan piratas y contrabandistas.
Cómo era la piratería en esa época
Sobre la piratería se ha escrito mucho y mal, porque se ha desvirtuado la imagen de sus protagonistas: las novelas y el cine los presentan como héroes, se obvian sus comportamientos sanguinarios y crueles y no se hacen matices, pues en realidad existían claras diferencias entre los que atacaban y merodeaban en el entorno del Imperio, que eran corsarios, piratas, bucaneros, filibusteros, forbantes y pechelingues.
Más que en ataques a los barcos, el principal daño causado por los piratas y demás se produjo en las ciudades: Drake, por ejemplo, destruyó Nombre de Dios en 1597, Cartagena de Indias fue asaltada en varias ocasiones, como Campeche, Portobelo, Maracaibo y tantas otras.
Qué se hacía con los metales preciosos que llegaban de América
Al principio me he referido a la cuestión que, en cierto modo, ha centrado la atención sobre las flotas de Indias: los metales preciosos. Actualmente es un tema que esta siendo revisado y muy matizado todo lo que se ha dicho. En el imaginario popular y en gran parte del académico imperaba e impera la opinión de que unas ingentes cantidades de metales preciosos llegaron de América y la Monarquía las malgastó en unas guerras para mantener un afán imperialista de las que no sacó ningún beneficio.
Este planteamiento es erróneo y hoy está en completa revisión, pues se ha formulado argumentos que matizan cuanto se ha dicho sobre el particular. Y en este sentido conviene señalar que con mucha frecuencia se habla de los gastos de la Corona como si gastara todo el oro y plata que llegan de América cuando, en realidad, sólo recibe la quinta parte, el quinto real, que es lo que emplea en sus objetivos, pues las otras cuatro quintas partes de los metales preciosos son propiedad de los particulares, aunque la Corona se incautó más de una vez de parte de esa plata y como había otras cargas impositivas, en ciertas ocasiones la parte de la Corona podría llegar al 40%, pero nunca al 100 %.
Otra idea errónea es que esa avalancha de metales preciosos pasa rápidamente por España provocando un gran perjuicio en la economía española y beneficiando la de sus rivales europeos. Hoy se señala que no toda la plata y el oro de los particulares salió y lo que salió lo hizo más lentamente que el del rey, pues bastantes cantidades se quedaron por diversos cauces, contribuyendo a estimular algunas producciones nacionales (por ejemplo, viñedos y olivares de Andalucía; fábricas de tejidos de Segovia y Villacastín, Cuenca y Ávila; guantes de Ocaña y cerámica de Talavera, entre otras), enriqueciendo la ornamentación de muchas iglesias, así como el amueblamiento de palacios e iglesias, que favorecían el trabajo de artesanos participantes en tales actividades (ebanistas, artistas, orfebres, forjadores, etc.).
Y hay otra cuestión: no toda la plata que se extrajo en América llegó a Europa, pues el comercio con Asia exigía como medio de pago la plata que se enviaba desde Acapulco en el galeón de Manila, la nao de la China o el galeón de Acapulco, como se denominó a los buques que cursaron el Pacífico en ambas direcciones, manteniendo abierta hasta los primeros lustros del siglo XIX la ruta naval más larga conocida hasta entonces.
En suma, la Monarquía Hispánica supo crear y mantener durante más de dos siglos un sistema naval que al integrar en sus territorios a Portugal y su imperio, personificó la primera globalización económica y política, algo sin antecedentes ni consecuentes, pues estaban conectados bajo un único poder territorios de las cuatro partes del mundo conocidas entonces (Europa, África, Asia y América) a través de los tres grandes océanos (Atlántico, Índico y Pacífico). Las Flotas de Indias fueron el instrumento que lo hizo posible.