Ha publicado los libros de poemas Otra casa (colección Maillot Amarillo, 1986); Las cosas naturales (colección La Veleta, 1990); Aulaga (Fundación Jorge Guillén, 1996 y Ediciones de Aquí, 2006); Lo que vale una vida (Pre-Textos, 2001); Medio siglo (Pre-Textos, 2011) y la antología Para siempre (colección La Veleta, 2002). Es también autor de antologías poéticas de Elena Martín Vivaldi, Federico García Lorca y María Victoria Atencia.
La poesía de Rafael Juárez ha permanecido, durante más de 20 años, fiel a una indagación personal. Su obra ha seguido una trayectoria independiente de los dictados estéticos generacionales, y sobre todo ajeno a los ecos de la lírica contemporánea. Una voz que se ha ido haciendo así, en soledad, si cabe aún más fuerte, más suya, y reconocible.
Su poesía nace de una voluntad de retener lo que en sí mismo es efímero, nada más perecedero que la belleza, y conservar ese instante que pasa delante de nosotros, y desaparece, intentando salvar al menos algo de ese momento, con el deseo de que sea para siempre.
Ese deseo de permanencia, de matar el tiempo, podría ser uno de los motivos que le llevaron a titular Para siempre, una amplia selección de su poesía, publicada en La Veleta, la colección que dirige Andrés Trapiello.
Una obra que surge de una mirada introspectiva, y de una experiencia interior de aceptación y renuncia. Todo un ejercicio de cumplida soledad, de aceptación callada frente a lo que el mundo le ha entregado al poeta. De ahí su anhelo por las cosas más sencillas, las cosas naturales, que se congregan en ese microcosmos íntimo de la Casa, como el lugar que siempre nos espera. Pero su poesía es también el lugar donde la verdad necesita expresarse, como realidad desvelada por el poeta al hombre que es, y a todos nosotros, sus lectores. Una voz que aleja esas sombras que impiden ver más allá de las figuras que representan el mundo, tantas veces irreal, descubriéndonos nuestro destino. Para coger un rosa/ que es de tiempo/ aunque tú no lo sabes.
En la encrucijada que dibujan pasado y futuro se encuentra siempre el poeta. Tan cerca de la realidad como del deseo, del ayer como del mañana. Un pasado al que irremediablemente se regresa, pues es el lugar que la memoria ha forjado contra el tiempo, y la raíz que nos alimenta. Pero esa mirada al pasado en la poesía de RJ es una mirada serena, donde la melancolía se sirve siempre en copa pequeña, un alcohol que reconforta pero nunca embriaga.