Sin embargo, la dificultad surge en aquellos niños prematuros que, sin tener secuelas evidentes en el periodo perinatal (alrededor del nacimiento), pueden estar abocados al fracaso escolar y a la exclusión social por las secuelas cognitivas y/o psicopatológicas que se manifiestan tardíamente. “Según una Tesis Doctoral realizada en la Unidad de Neonatología del Hospital Clínico Universitario de Valladolid (Alvarez, 2009), el 37% de niños que nacen con menos de 32 de semanas necesita apoyo escolar. El porcentaje se reduce al 18% en niños nacidos antes de 36 semanas y al 7% en los nacidos con 37 semanas”, indica la investigadora. “El desarrollo neurológico de los bebés y de los niños, en general, tiene su periodo de formación más importante en los primeros seis años de vida, etapa de la que depende el 100% de las aptitudes y actitudes del ser humano. Existe evidencia científica que demuestra que la crianza en ambientes enriquecidos mejora la capacidad de los individuos para resolver problemas y enfrentarse a situaciones de estrés en la edad adulta”, añade.
El Programa de Estimulación del Desarrollo Psicomotor elaborado por los profesionales de las distintas áreas terapéuticas del Instituto (Neuropsicología, Logopedia, Terapia Ocupacional y Fisioterapia) y dirigido a niños de 0 a 3 años se personaliza en función de la edad y de si el niño/a ha nacido a término (entre 38 y 42 semanas) o de forma prematura, incidiendo, en este caso, en aquellas áreas cognitivas que pueden estar afectadas por la prematuridad. “Estos programas proporcionan experiencias de tipo sensorial, cognitivo, motor, comunicativo y social a niños y niñas de temprana edad con el objetivo de conseguir un neurodesarrollo óptimo. Además, pretenden identificar y fomentar las capacidades del niño/a, respetando su propio ritmo de maduración y aprendizaje”, señala la investigadora. Por ejemplo, una de las actividades propuestas para niños de 3-6 meses consiste en esconder parcialmente un objeto atractivo para el bebé y preguntarle dónde está. Más adelante, el objeto se ocultará totalmente para que el niño pueda encontrarlo. Esta acción se repetirá con juguetes que emitan ruido. En niños de entre 9-12 meses, se les enseña un juguete invertido, por ejemplo, un oso de espaldas, para comprobar su reacción y, finalmente, se le da la vuelta al objeto.
El proyecto, en fase de preparación, aún no está siendo aplicado a niños aunque, según su directora “unas diez familias ya han mostrado interés”. Los resultados se obtendrán, a partir del año desde el inicio del estudio.