Para que una ‘ola de calor’ sea considerada como tal ha de darse una combinación de distintas variables meteorológicas. Los expertos de Meteored Francisco Martín, José Antonio Maldonado y José Miguel Viñas analizan esta situación y nos aclaran si el cambio climático tiene o no que ver con esto.
Francisco Martín, meteorólogo y coordinador de la RAM
En Meteorología, no existe una definición única y general del concepto de ola de calor a nivel mundial, cada país tiene un concepto distinto. En España se considera un episodio de al menos tres días consecutivos, en que como mínimo el 10% de las estaciones consideradas registran temperaturas máximas por encima del percentil del 95% de su serie de temperaturas máximas diarias de los meses de julio y agosto del periodo 1971-2000. Cada vez que se prevé una ‘ola de calor’ en España, la AEMET emite un aviso especial por dicho fenómeno debido al riesgo que entraña para la salud.
José Antonio Maldonado, director de Meteorología de Meteored
Que haga mucho calor es una cosa y que se produzca una ‘ola de calor’ es otra. El número de olas de calor en nuestros veranos suele estar entre dos y tres, pero hay ocasiones en que se superan y otras en las que es inferior. En 2019 hubo tres y en 2017 y 2016 fueron cuatro. En cambio, no hubo ninguna en 2014, 2010, 20002, 2000, 1988, 1981 y 1977. La ola de mayor duración en España tuvo lugar en 2015 siendo de 26 días en julio.
José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored
Los datos relativos a las ‘olas de calor’ tienen bastante que ver con lo que ya adelantaron las proyecciones climáticas en el año 1990, con el primer Informe de Evaluación del Cambio Climático publicado por el IPCC. Los episodios meteorológicos de intenso calor iban a ser cada vez más frecuentes y a alcanzar una mayor magnitud; algo que ya sucede, tanto en España como en otros muchos lugares del mundo, tal y como hemos visto en el reciente caso de Siberia, y que evolucionará al alza de cara al futuro.
Aquí las ‘olas de calor’ comienzan a ser comunes en distintos momentos de la primavera y el otoño, a lo que hay que sumar una creciente suavidad invernal.