La obra de Antonio Acosta regresa a la Escuela de Arte

Antonio Acosta, fallecido en 2009, tuvo una relación muy especial con la Escuela de Arte de Almería. Ahora, este centro reúne parte de su obra en la muestra ‘Recordando a Antonio Acosta’. A lo largo de esta exposición, que se puede ver hasta el 24 de febrero, se puede conocer su estilo rayado en el expresionismo abstracto, que el propio autor bautizó como TRANS, trasnfusionismo de expresión y concepto.

La labor de Antonio Acosta le llevó a destacar entre los artistas de los años 70 y 80 en Almería y Sevilla. Desde muy joven se implicó en proyectos culturales locales, regionales e internacionales, y llegó a exponer su obra junto a las de Picasso, Tapies o Barceló.

Ahora, una selección de más de una veintena de sus obras lucen hasta el 24 de febrero en la planta superior del claustro de la Escuela de Arte, que se unen a las expuestas en la planta inferior, obras de amigos, compañeros y alumnos que han querido recordar a Antonio con su lenguaje particular.

Elementos de dibujo, como en la obra de Marisol González o de Sol Úbeda, se detienen en la labor artística de Acosta. El recuerdo es el concepto que trabajan Guadalupe Bascuñana o Isabel Ibáñez, profesoras de esta Escuela como Carmen Mirallas, que con su “Obra inacabada”, realiza expresamente un homenaje a Antonio que “en la flor de la vida se quedó con el pincel en la mano”. También trabaja con el recuero la alumna Leticia Flores, con su obra “Una mirada a la memoria”, y los diseñadores Gabino Castro y José Miguel Muñoz (Gajo), antiguos alumnos de Estilismo de Indumentaria aportan un modelo inspirado en una pieza cerámica diseñada y realizada por Antonio Acosta: “Trasfusión del ojo”. 

Antonio Acosta Navarro (ANTAC), licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, vivió 20 años dedicado a la docencia. Había sido alumno de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Almería desde que a los doce años de edad había solicitado matricularse como oyente en las clases de Dibujo Artístico. En palabras de Juan Ramón Muley, director de la Escuela: “sabía transmitir, tenía capacidad de comunicar y conocía sobradamente aquello que debía enseñar. Era, por tanto, un buen profesor”.

 

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