Pocos proyectos en Granada tienen más “padres y madres” que el Parque de las Ciencias. Y no es una exageración. Son muchos los que pueden sentirse legítimamente orgullosos de haberlo hecho posible. Y conste que pocos proyectos eran más insólitos en su génesis que este. La criatura no se parecía mucho a nada existente. Si fuera un animal, sería algo tan raro como los ornitorrincos, ese extraño mamífero que pone huevos, tiene pico de pato y patas de anfibio. Un extraterrestre.
Hoy hace 25 años que abrió sus puertas el Parque y si algo ha quedado claro en este tiempo es su enorme capacidad para sumar voluntades desde todos los ámbitos ¿Quién lo diría? Miles de personas lo sienten suyo porque han aportado su esfuerzo para darle vida: Desde el mundo de la educación, la ciencia, los medios de comunicación, el voluntariado, la universidad, las empresas o las instituciones. También los ciudadanos de a pie se han volcado respaldando cada día sus iniciativas, participando en sus actividades, llenando sus salas y talleres. Incluso, más de 20.000 personas han querido tener un bono anual para vivirlo con más intensidad.
Desde aquel 8 de mayo de 1995, el proyecto no ha dejado de asombrarnos por su vitalidad innovadora y su proyección nacional e internacional. La clave es haber demostrado ser útil para una sociedad cada vez más sensible a la importancia del conocimiento, la educación y la ciencia. Una herramienta flexible e inspiradora.
Ahora estamos en un momento excepcional, pero tendremos tiempo de celebrarlo como creo que se merece, pues debe ser un orgullo para Andalucía y para nuestro país. Este ornitorrinco extraterrestre ha tenido éxito, se merece todo nuestro cuidado para seguir iluminándonos con su improbable existencia. Es un proyecto de todos.
Artículo de opinión de Ernesto Páramo, director del Parque de las Ciencias.