Aunque la mordedura de serpientes venenosas provoca miles de muertes al año en el mundo, en esa sustancia tóxica se encuentran las desintegrinas, proteínas que evitan la producción de coágulos de sangre en los humanos. En un trabajo pionero, realizado por la Universidad Nacional de Colombia, se han purificado dichas moléculas presentes en el veneno de cascabel –Crotalus durissus cumanensis-, lo que permitiría su clasificación y posterior aplicación farmacología.
Las mordeduras de serpientes constituyen un problema de salud pública, ya que, al ser su mecanismo de defensa, de no atenderse con prontitud, mediante la aplicación de un antídoto (suero antiofídico), pude ser letal; en el caso de que no lo sea, provoca daños renales y respiratorios irreversibles.
Qué compuestos tiene el veneno de la serpiente de cascabel
El veneno de la serpiente de cascabel contiene un coctel de proteínas y otras moléculas que, en su conjunto, tiene secuelas tóxicas. De estos, las desintegrinas han sido ampliamente analizadas por sus efectos inhibitorios en enfermedades como trombosis, cáncer y afecciones cardíacas, ya que conectan con las proteínas de la sangre, denominadas integrinas.
Para su trabajo de grado, Lorena Ruiz, bióloga de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), mediante el uso de equipos especializados presentes en un laboratorio, separó las desintegrinas de la mezcla de moléculas, que se encontraban en el veneno del cascabel; a este proceso se le conoce técnicamente como purificación.
“La purificación de estas proteínas es un procedimiento necesario tanto para identificar y evaluar sus mecanismos de acción como su uso potencial en la medicina humana”, explica.
Cómo se ha purificado el veneno de la serpiente de cascabel
El proceso de purificación constó de dos fases de separación. En la primera se realizó una filtración en gel, en la que por medio de un equipo de cromatografía líquida se buscó dividir el coctel de moléculas que se encontraban en el veneno, las cuales quedaron en fracciones jerarquizadas de mayor a menor tamaño.
La bióloga explica que, “el equipo tiene una especie de columna con poros, cuando las moléculas grandes pasan, no tienen ningún obstáculo; sin embargo, las más pequeñas quedan atrapadas y luego son agrupadas”.
Agrega que, “posteriormente, del equipo salen las fracciones con moléculas más grandes, seguidas por las medianas, y, por último, las más pequeñas”. Este proceso se realizó cinco veces, una por semana, para obtener mayor cantidad de proteínas separadas.
La segunda fase de separación se realizó en un equipo de cromatografía líquida de alta eficacia, técnica analítica que permite separar mezclas complejas de sustancias de procedencia diversa, con el propósito de identificarlas, cuantificarlas y purificarlas en un menor tiempo.
“El proceso consistió en incorporar en dicho equipo las fracciones de veneno mientras se inyectaban diferentes concentraciones de dos sustancias químicas: una polar (con cargas positivas y negativas) y otra apolar (sin cargas de ningún tipo)”, relata.
Al interactuar de manera más eficiente con la columna, la sustancia apolar, desplazó poco a poco las muestras hasta que llegaron al punto de colecta, lugar donde se evaluó la cantidad de proteína y las fracciones obtenidas. El proceso se realizó tres veces y en una de ellas se obtuvieron 11 fracciones, 2 con contenido de desintegrina.
Evaluación de la eficacia de todo el proceso de purificación del veneno
Para evaluar que las proteínas que se encontraban dentro de las fracciones de veneno purificadas se encontraran en buen estado, se sometieron a una prueba de Elisa, acrónimo en inglés para enzimoinmunoanálisis de adsorción, método de laboratorio que se utiliza para detectar anticuerpos en la sangre.
“Con este ensayo buscamos poner en contacto el veneno con el antiveneno de uso comercial en una incubadora a 37 °C; si hay alguna reacción entre las dos sustancias, quiere decir que las fracciones purificadas funcionan”, anota.
Además, indica que para obtener y analizar el veneno de la serpiente cascabel en su investigación, se deben tramitar permisos ante entidades como el Instituto Nacional de Salud. Para este caso, ya se contaba con el insumo a raíz de otras indagaciones que estaban desarrollando en el Grupo de Investigación en Proteínas (GRIP) de la UNAL, liderado por los profesores Edgar Reyes y Nohora Vega.