Los resultados de un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Murcia sobre el emprendimiento en personas con discapacidad confirman la menor propensión a poner en marcha una empresa por parte de quienes conforman este colectivo, pese a tratarse de una actividad con demostrada validez para mejorar la inclusión, visibilidad y normalización de las personas con capacidades diferentes. Este estudio, publicado en un monográfico en la revista Journal of Entrepreneurship Education, Volume 22, Special Issue 2 (Title:Entrepreneurship and Disability) (2019), se ha elaborado con los resultados de encuestas a una muestra de 224 personas con discapacidad física, sensorial u orgánica.
La investigación realizada aborda diferentes factores que pueden influir en la decisión de poner en marcha un negocio, como el tipo de discapacidad, el género, la edad o las competencias sociales que pueda tener la persona, entre otras. En general, aunque en las dudas a la hora de emprender influyen muchos factores, en lo que existe un mayor consenso es en los problemas que se consideran necesarios abordar para poder mejorar el emprendimiento de las personas con discapacidad, entre los que destacan la falta de recursos económicos o las dudas acerca de la rentabilidad del negocio, por lo que es necesario seguir ocupándose de esta situación, tanto en el presente como en el futuro, señalan las conclusiones de la investigación.
¿Qué personas con discapacidad montan un negocio?
Por lo que respecta al tipo de discapacidad, la principal conclusión a la que se ha llegado es que sí puede suponer un factor diferencial, ya que se ha detectado que las personas con una discapacidad relacionada con el sistema osteoarticular tienen mayor predisposición a montar su propia empresa que quienes tienen una discapacidad visual o auditiva. Esto es, señala el estudio, probablemente porque quienes tienen una discapacidad osteoarticular suelen tener mayores dificultades de inserción sociolaboral por medio del empleo asalariado.
En lo referente al género, la propensión a emprender o la intención de hacerlo, es menor entre las mujeres que entre los varones y, cuando se materializa, es la “necesidad” y no la “oportunidad” el factor que las motiva a tomar la decisión.
De mediana edad, en el sector servicios y para aumentar la independencia
En el análisis se observa, además, que el perfil mayoritario del emprendedor con discapacidad, en relación a la edad, es el de una persona de mediana edad, entre 35 y 50 años. La actividad principal de la empresa se enmarca en el sector de servicios; la propiedad del negocio suele ser de carácter individual y se trata de empresas consolidadas, cuya antigüedad se sitúa en torno a los 42 meses. La mayoría de empresas no tienen ninguna persona contratada. La razón por la que han emprendido ha sido la necesidad y las principales motivaciones conseguir un aumento de sus ingresos y una mayor independencia. Conforme aumenta la edad disminuyen las posibilidades de tener un negocio propio; la edad actúa, por tanto, como otra barrera dentro del colectivo.
Por lo que atañe a la formación previa, del análisis realizado se desprende que, dependiendo del nivel formativo, las personas con discapacidad tendrán más o menos posibilidades de acceso al mundo empresarial, y que ese mismo grado de formación les hace ser más o menos vulnerables a los aspectos que dificultan el emprendimiento. Además, las personas con discapacidad que tienen una mejor formación y que deciden emprender, lo hacen mayoritariamente porque perciben una oportunidad de negocio no aprovechada por las empresas ya existentes, y no tanto por carecer de mejores opciones en el mercado laboral.
En este estudio se comprueba que, en función del perfil analizado, los factores que afectan a la hora de emprender varían en la mayoría de los casos. Así, por ejemplo, mientras que unos prefieren emprender por conseguir un reto personal, otros lo hacer por mejorar sus ingresos, mientras que unos prefieren emprender en solitario, otros prefieren hacerlo de manera colectiva.
Competencias específicas
Entre las competencias más destacables entre las personas con discapacidad que han emprendido se encuentran el autoconocimiento, que incluye desde un punto de vista personal aspectos como la conciencia emocional, la autoevaluación y la autoconfianza; en segundo lugar, cabe citar la autogestión, que integra el autocontrol emocional, la transparencia, la adaptación, el logro, la iniciativa y el optimismo; en tercer lugar, la conciencia social, que desde una óptica de la relación con el entorno integra la empatía, la conciencia organizacional y la orientación de servicio; y, finalmente, la Gestión de Relaciones, que desde una visión emprendedora y de gestión de personas implica la capacidad para el desarrollo de personas, el liderazgo, la gestión del cambio, la gestión de conflictos y el trabajo en equipo.
El equipo de investigación responsable de este estudio, liderado por la profesora Pilar Ortiz, indica que las conclusiones del presente trabajo deberían servir de base para la planificación y puesta en marcha de programas específicos de ayuda al emprendimiento en personas con discapacidad. Como recomendación, la administración debe apoyar el emprendimiento de las personas con discapacidad a través de programas, planes, ayudas económicas, políticas públicas y sociales diseñadas y enfocadas a los problemas del colectivo de personas con discapacidad. De esa manera, se podrían salvar aquellos obstáculos derivados del tipo de discapacidad o la generalidad de ayudas que no tienen en cuenta la singularidad del colectivo.