En las zonas quemadas de Tame y el Cinaruco (Arauca) se capturan cerca de 80 y 120 toneladas de dióxido de carbono o CO2 por hectárea, respectivamente; mientras que en las zonas no quemadas este dato es de aproximadamente 130 y 140. Esto se debe a la capacidad que tienen algunas especies, ya sea por su forma o características físicas de resistir ante estos eventos.
En contraste, los individuos que se encuentran en la categoría de “regeneración”, y por ende son más pequeños, captan entre 1,0 y 1,5 toneladas de dióxido de carbono por hectárea en zonas quemadas, y alrededor de 1,5 y 1,7 en las zonas no quemadas; esto evidencia el grave daño que significa para el ecosistema tener cambios en la estructura de la vegetación a causa de eventos como los incendios producto de actividades como la quema de pastos destinados a la ganadería o la agricultura, o por fogatas no controladas.
En Tame la especie de mayor importancia ecológica ante estos eventos es el moriche (Mauritia flexuosa), una palma que se encuentra distribuida en Colombia, Venezuela, Brasil y Ecuador, y que tiene la capacidad de adaptarse de gran manera a los incendios, entre otras cosas por la estructura de su tronco, pues tiene diversas fibras que lo soportan, además de capas que pueden funcionar como aislantes de calor, protegiendo los tejidos de mayor importancia.
Por su parte, en Cinaruco la especie de mayor importancia ecológica es Protium stevensonii o canfín, un árbol que puede llegar a los 30 metros y cuyo tronco es pardo oscuro y con flores blancas.
“Estas especies son muy importantes en la zona, pues debido a su tamaño tiene una mayor capacidad de almacenar el carbono, de manera similar a si se tienen tubos en los que se guardan pequeñas esferas”, indica Juan Felipe Bautista Verdugo, biólogo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien estudió cómo se ven afectadas las especies vegetales a causa de los fenómenos asociados al fuego, y cuál es el impacto en la captura de CO2, servicio ecosistémico clave que prestan los bosques para mitigar la contaminación por este gas dañino y tóxico para las personas.
Su aporte del biólogo a las múltiples estrategias de cuidado que se han planteado para contrarrestar su efecto, es una gran base de datos de las especies vegetales con una mayor distribución y frecuencia en áreas quemadas y no quemadas, así como la capacidad que tienen para capturar dióxido de carbono (CO2) presente en el aire.
Es la primera vez que un muestreo de este calibre se realiza, en ocasiones pasadas se habían realizados mediciones en el terreno, pero nunca se había entrado a mirar con tal precisión si la composición y el almacenamiento de carbono cambiaba entre zonas quemadas y no quemadas; por lo que es un acercamiento indispensable para tener una consciencia mayor del problema, y generar mejores estrategias de prevención contra los incendios forestales.
Las especies de mayor importancia ecológica en las zonas quemadas corresponden a individuos de una altura mayor a 12 m, mientras que en la zona no quemada predominan individuos de menos de 12 m. Es decir, la vegetación de mayor altura se podría ver disminuida como consecuencia del fuego.
“Se muestreó el 95 % de la vegetación de Tame que se estaría enfrentando a estos fenómenos; mientras que en el Cinaruco el porcentaje es de cerca del 98 %, lo cual evidencia el arduo trabajo que se ha realizado”, expresa el biólogo, quien trabajó de manera conjunta con la profesora Dolors Armenteras, del Departamento de Biología.
Los cientos de datos, recopilados en años de trabajo del grupo de investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod), se analizaron en el programa estadístico RStudio, que permite examinar la cantidad de especies y familias distintas en cada zona y la cantidad de carbono que en total pueden captar.
En la categoría de fustales, en las que se engloban especies menos a los 10 cm, en Tame se registraron 13 familias que no están presentes en Cinaruco, entre ellas Araceaea, Asteraceae, Calophyllaceae, Connaraceae, Lacistemataceae, Meliaceae.
Según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, hay por lo menos 747 municipios en alerta por incendios forestales – solo entre el 5 y el 10 de enero de 2024 ha aumentado en un 390 %-, y, de manera alarmante, se ha evidenciado un incremento del 44 % en el registro de puntos de calor en el país, con más de 6.000 eventos en lo que va del año, y la mayoría del problema se presenta en la Orinoquia.
Este primer acercamiento es una pieza determinante para que en un futuro se conozcan los puntos de la vegetación en donde hay que prestar una mayor atención durante los incendios forestales, teniendo en cuenta que hay especies que se ven más afectadas y cuya regeneración no es tan sencilla.