Un libro publicado por la UMA reflexiona sobre la evolución de las trabajadoras del hogar

Momento de la presentación del libro, en la librería del BOE de Madrid.

El pasado viernes se presentó en Madrid ‘Sirvienta, empleada, trabajadora de hogar’, de Eider de Dios Fernández. La obra ganadora del XXVII Premio Internacional Victoria Kent de la Universidad de Málaga, dedicado a la investigación feminista, reflexiona sobre la historia de este empleo a partir de la memoria de trabajadoras y de una gran amalgama de fuentes documentales.

En el acto de presentación, la autora, que actualmente investiga en la Universidad del País Vasco, estuvo acompañada de la profesora de la Universidad de Cádiz, Sofía Rodríguez,y la responsable de UMA Editorial, Rosario Moreno-Torres, quienes profundizaron en algunos temas abordados en una obra que pone especial atención a lo ocurrido en el ámbito de las trabajadoras del hogar entre los años 1939 y 1995.

El título, editado en la colección Atenea de la Universidad de Málaga, describe a lo largo de ocho interesantes capítulos cómo, en un primer contexto, durante la II República se dieron mejoras legales en el servicio doméstico de forma que sindicatos como la CNT y la UGT prestaron atención a las trabajadoras por medio de la creación de secciones específicas para ellas. Secciones que promovieron varias movilizaciones tras la Guerra Civil, que marcaría el inicio de un periodo de represión a estas mujeres.

Como recoge el estudio “las chachas sindicalistas” eran el mejor ejemplo del desorden social, por lo que el régimen quería establecer un tipo de servicio doméstico que consideraban tradicional y que se asemejaba más a una especia de semiadopción en régimen de internado. Al servicio doméstico se le excluyó de toda normativa legal. Había dejado de ser un trabajo, se trataba de un acto de buena voluntad ejercido por ambas partes: una familia humilde depositaba a su joven hija al servicio de otra familia de posición desahogada y esta debía brindar a la muchacha, aparte de la manutención, ciertos conocimientos. Sin embargo, el servicio doméstico durante el primer franquismo no sólo funcionó como una estrategia de supervivencia para las clases populares vinculadas con los/las perdedores/as de la guerra, también era un medio de reeducación de estas clases sociales. 

Las chicas que desde finales de la década de los cincuenta entraron en el servicio doméstico ya no lo hicieron como estrategia de huida de la represión y de la miseria sino como una forma para emigrar y mejorar sus expectativas de juventud. Su actitud había cambiado al igual que lo había hecho la relación con sus patrones. El cambio se simbolizaba en la empleada de hogar, un nuevo agente histórico que iba en relación al nuevo modelo de mujer, la mujer trabajadora. El servicio doméstico dejó de ser un servicio de buena voluntad para convertirse en algo cada vez más parecido a un trabajo. Los medios de comunicación fueron conscientes de estas modificaciones y, por ello, durante las décadas de los sesenta y setenta se hicieron una gran cantidad de películas con la temática del servicio doméstico, cuyo máximo exponente fue Gracita Morales.

Antes de la llegada de la Transición las empleadas de hogar ya se habían movilizado a través de la Juventud Obrera Cristina, y habían conseguido que su mensaje sobre el agotamiento del régimen de internado calara en la sociedad. Durante la Transición, varios sindicatos de clase formaron grupos de empleadas de hogar. No obstante, como señala la autora, se demostró su ineficiencia para agrupar a sectores masivamente feminizados como el servicio doméstico. La lucha parecía que debía encauzarse desde el feminismo y de esta manera se formaron las primeras Asociaciones de Trabajadoras de Hogar. La lucha de las trabajadoras de hogar muestra los límites de la transición porque precisamente la empatía que habían generado en la sociedad se quebró cuando pretendieron ser igualadas al resto de sectores laborales. Sin embargo, en lugar de visibilizar a este colectivo como víctimas, tenemos que apreciar su gran capacidad para cuestionar la estructura social o la conciliación y solo podremos hacerlo a través de sus propias palabras.

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