Los resultados, publicados en la revista Health and Social Care in the Community, así lo evidencian demostrando que la clase social determina en gran medida los comportamientos relacionados con la salud de la población española.
Estas son las conclusiones a las que han llegado investigadores de la Universidad de Murcia (UMU), que muestran que, tras 10 años de la recesión económica, la población española presenta un estilo de vida más saludable, aunque aumentan las desigualdades. “Existen importantes desigualdades socioeconómicas en las conductas relacionadas con la salud, a pesar de que ha mejorado la situación tras la crisis económica de 2008”, argumenta el director del estudio, el profesor y miembro del grupo de investigación de Salud Pública y Epidemiología de la UMU, Ernesto de la Cruz Sánchez.
En general, la población española ha mejorado algunos hábitos saludables entre los que se encuentran el menor consumo de dulces, bollería y bebidas azucaradas, el aumento de la actividad física, la disminución del número de personas fumadoras y del consumo de alcohol o el incremento de una conducta básica de higiene como es lavarse los dientes. Respecto a los servicios médicos preventivos, hay un mayor número de personas que controlan su tensión arterial o el colesterol, y en el caso de las mujeres, son más frecuentes las que se someten a pruebas de citología. Sin embargo, y tal y como apunta otro de los investigadores, Jesús García Mayor, lo que no ha mejorado es el consumo de fruta y verdura. Además, explica que se observa una disminución de personas que se vacunan contra la gripe.
Distinción entre clases sociales
España es uno de los países europeos en los que la recesión económica de 2008 causó un mayor impacto con un gran aumento del desempleo y el deterioro de las condiciones de vida de la población. Como consecuencia, la cantidad de población de clase social baja ha aumentado y la clase media se ha reducido notablemente. “Tener una clase social alta o baja determina de una forma importante la salud. Y no es una cuestión exclusiva de poder adquisitivo, también es muy determinante el tipo de trabajo que se desempeña, la estabilidad laboral, el nivel educativo y las relaciones personales que se establecen a partir de todo esto: seguridad y confianza, redes sociales y normas sociales efectivas”, señala Antonio Moreno, otro de los investigadores.
Las personas que realizan trabajos manuales o que no requieren cualificación, generalmente de clases desfavorecidas, son las que tienen más hábitos de riesgo.“Pertenecer a una u otra clase social determina la prevalencia de la mayoría de los hábitos que hemos estudiado, lo que puede explicar los hallazgos de otros estudios que describen desigualdades sociales en la incidencia de diferentes enfermedades”, señala Ernesto De la Cruz.
No existe el determinismo social absoluto
Según este artículo, aunque existen importantes diferencias en el estilo de vida en función de la clase social, una persona puede tener hábitos diferentes a los del grupo socioeconómico al que pertenece. Hay gran cantidad de factores que pueden anular el efecto de la clase social sobre esas conductas de salud como la educación o el acceso efectivo a una sanidad pública de calidad. “En este trabajo hemos incidido en dos cuestiones: una, que hay evidencias de que todas las personas se cuidan más que hace 15 años, que estamos mejorando; la otra, que es necesario promover acciones para proteger a los más desfavorecidos: la estabilidad laboral, un nivel de ingresos adecuado o un buen nivel educativo se asocian a una vida más sana.”, concluye De la Cruz.
Más información:
Investigadores participantes: Jesús García Mayor, Antonio Moreno Llamas y el profesor de la UMU Ernesto de la Cruz Sánchez.
Inequalities in the long‐term impact of the economic recession on preventive healthcare use and health‐related lifestyle in Spain (2006–2017). https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/hsc.13067