Para equilibrar el antiguo sistema de pensiones hay que: incrementar la productividad anual un 4,5% hasta 2050, aumentar la duración de la vida laboral de los trabajadores, disminuir el envejecimiento poblacional y aplicar de manera continua la llamada Reforma Silenciosa. Estas son las premisas de una reciente investigación de Julián Díaz Saavedra de la Universidad de Granada. Díaz añade que hay que subir algunos impuestos para lograr el equilibrio presupuestario del sistema durante las próximas décadas.
Si se derogan las reformas del sistema de pensiones aprobadas en 2011 y 2013, España debería tener una tasa de crecimiento anual de la productividad laboral media superior al 4,5 por ciento hasta el año 2050, como mínimo, para que el sistema público de pensiones vigente en 2010 tuviera equilibrio presupuestario.
Además, sería necesario un envejecimiento poblacional menor al actualmente proyectado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), y que los trabajadores incrementen sustancialmente la duración de sus vidas laborales.
Así se desprende de una investigación realizada por Julián Díaz Saavedra, investigador del departamento de Teoría e Historia Económica de la Universidad de Granada (UGR).
El objetivo de este trabajo era evaluar cuantitativamente la situación financiera del sistema público de pensiones vigente antes de las reformas de 2011 y 2013, respondiendo a la pregunta de cuál debería ser la tasa de crecimiento de la productividad laboral media necesaria para garantizar el equilibrio presupuestario durante las próximas décadas del sistema público de pensiones en España.
Para tal fin, este trabajo de investigación utiliza un modelo computable de generaciones solapadas de gran escala, con agentes heterogéneos y jubilación endógena.
La investigación realizada por Díaz Saavedra también pone de manifiesto que el Gobierno tendría que implementar lo que se conoce como la Reforma Silenciosa de las pensiones, esto es, indexar la pensión máxima con el Índice de Precios al Consumo, pero incrementar la base máxima de cotización en línea con el crecimiento del producto per cápita, por ejemplo. Así, en el año 2015 un trabajador del Régimen General podía cotizar como máximo 3.606 euros al mes, mientras que, si se jubila, su pensión máxima sería de 2.560 euros.
Reducción de la tasa de reposición
Los resultados obtenidos por el investigador de la UGR indican que, si la tasa de crecimiento de la productividad media del trabajo se incrementa, mejorará de forma notable el saldo financiero del sistema de pensiones, debido a que las ganancias en productividad se trasladan a las pensiones con un cierto desfase temporal.
“En otras palabras, la mejora presupuestaria viene dada por la reducción de la tasa de reposición (la relación entre la pensión media y el salario medio de los trabajadores entre 60 y 64 años). Esto es, una mayor tasa de crecimiento en la productividad implica que las pensiones futuras aumentarían en términos absolutos, aunque estas decrecerían como proporción del salario”, explica el investigador de la UGR.
Los resultados del trabajo muestran que el equilibrio presupuestario futuro del sistema público de pensiones vigente antes de las reformas de 2011 y 2013, requeriría de tasas de crecimiento de la productividad laboral muy elevadas, incluso en el mejor de los casos.
Por ejemplo, en el escenario caracterizado por un envejecimiento poblacional menos severo del que actualmente predice el INE así como por la implementación continuada de lo que se conoce como Reforma Silenciosa, se necesitaría que la productividad laboral crezca en torno a una tasa anual del 4,5 por ciento durante las próximas décadas.
“Al margen de la inverosimilitud de alcanzar dichas tasas de crecimiento, cabe también señalar que no sería viable políticamente el mantener constante en el tiempo, en términos reales, tanto la pensión mínima como la máxima, dado que incluso la pensión máxima se convertiría en una pensión de tipo asistencial”, apunta Díaz Saavedra.