El número de ríos secos o intermitentes en el Sureste de la Península Ibérica crece a medida que se asienta el calentamiento global y se hacen más patentes las consecuencias que trae el cambio climático.
Esto se traduce en que se incrementa el interés por conocer el estado de salud de estos cauces que, lejos de lo que pueda pensarse, no son lugares abandonados por la vida, sino que la falta de agua los convierte en las autovías que necesitan los animales para desplazarse de un lugar a otro, además de contenedores de vida latente a la espera de la riada que contribuya tras la que todo vuelve a florecer.
La Universidad de Murcia estudia la biodiversidad de estos cauces secos, que representan cerca del 50% de la red fluvial de todo el mundo, y que en este entorno semiárido son cerca del 90 por ciento de todos los cauces existentes, en el marco de un proyecto de la Fundación Séneca, con el que se quieren establecer los criterios para determinar el estado de salud, o como dicen los expertos, el estado ecológico de estos cauces secos.
Pionero en aplicar programas de evaluación ambiental a ríos secos
El proyecto está dirigido por la investigadora del grupo de Ecología de Aguas Continentales de la Universidad de Murcia, María del Mar Sánchez Montoya, y es uno de los primeros en el mundo que aplica los programas de evaluación de calidad de los ríos a ecosistemas fluviales que no llevan agua de manera continua.
Precisamente, con él se quieren sentar las bases científicas para el desarrollo de la directiva europea Marco del Agua, para incorporar el estudio de ríos de esta categoría a los diferentes programas de evaluación establecidos en esta normativa europea, aprobada el año 2000, para dar solución a los problemas relacionados con la calidad del agua en ecosistemas acuáticos.
Los ríos no siempre llevan agua
Al mismo tiempo, amplía el enfoque científico tradicional que considera que los ríos siempre llevan agua en sus cauces y que solamente son utilizados por organismos acuáticos, una idea que choca frontalmente con la realidad de estos entornos, convertidos en punto de encuentro para especies de órdenes muy diferentes.
El equipo de la Universidad de Murcia desarrolla su análisis en un total de 75 cauces de la cuenca del río Segura, un entorno ideal para este tipo de estudios porque la inmensa mayoría de sus cauces son ríos intermitentes (que son los que llevan agua solamente los meses más húmedos) y efímeros (formados después de un fenómeno intenso de lluvias).
Concretamente, el equipo dirigido por María del Mar Sánchez, va a tomar como referencia tres aspectos de los cauces, que aportan una información relevante para determinar el estado ecológico, el estado de salud, de uno de estos ríos.
Insectos, sedimentos y componentes geomorfológicos de ríos y cauces secos
Por un lado, es está estudiando la comunidad de insectos que vive en la zona de ribera. Esta población se convierte en un bioindicador de la cantidad de vida que puede albergar. Además, el segundo elemento que se está teniendo en cuenta para la evaluación del estado de salud de estos cauces son los nutrientes de los sedimentos secos del cauce. Y, en tercer lugar, los componentes geomorfológicos de los ríos.
En esta investigación se parte de la determinación de cuál es el estado ‘saludable’ de un cauce de estas características. Una vez que se conozcan estos números en los tres bioindicadores utilizados, se podrá determinar el estado ecológico de los diferentes cauces que forman parte del estudio, así como conocer las amenazas a las que se enfrentan.
El resultado final de este proyecto de investigación será una metodología que se podrá aplicar a cualquier cauce intermitente o efímero del mundo. Aunque estos investigadores persiguen un reto mayor, como es que la comunidad científica y el conjunto de la población den la importancia que se merecen esta tipología de cauces, vistos a menudo más como ramblas secas que como refugios esenciales para la vida en zonas áridas y semiáridas, como es el conjunto del Sureste de la Península Ibérica.
Con el avance del cambio climático, los cauces secos y ríos intermitentes serán más abundantes, unos espacios aparentemente vacíos, pero con una biodiversidad sorprendente y una función ambiental todavía más importante.