Hace décadas que se conoce y se toman medidas, sin embargo hasta ahora ha sido una auténtica desconocida para la mayoría. Han hecho falta aprobación por parte del Ministerio de Sanidad del Plan Nacional contra el Radón y de la aparición de moléculas radiactivas en aguas para consumo humano en Almería y en una pequeña localidad de la provincia de Málaga, para que la población se haya enterado de que vive rodeada de elementos radiactivos.
Esta radiactividad no tiene nada que ver con centrales nucleares, ni con la de la pruebas de medicina nuclear; tampoco con accidentes como los de Palomares, Chernóbil o, más recientemente, Fukushima. Se trata de un tipo de radiactividad natural, generada en el subsuelo, fruto de unos fenómenos geológicos que se producen desde que se formó la Tierra. No obstante, comporta riesgos y la exposición a concentraciones elevadas, durante un tiempo prolongado a estas fuentes radiactivas está en el origen de casos de cáncer.
En qué zonas de España se está más expuesto a la radiactividad natural en el aire y el agua
La mayor exposición a la radiactividad natural la sufren las personas del tercio oeste de la Península Ibérica, desde Extremadura hasta Galicia; el entorno de la Subbética, en las provincias de Almería, Granada y Jaén; y en los Pirineos, porque el terreno de estas zonas peninsulares está formado por rocas de tipo metamórfico o ígneo, es decir, rocas de origen volcánico, en cuya composición hay minerales radiactivos como el uranio, el torio o el radio.
Al degradarse, las rocas de origen volcánico emiten gas radón, un potente cancerígeno, considerado por la Organización Mundial de la Salud como la segunda causa de cáncer de pulmón, justo por detrás del tabaco; y también transfieren a las aguas de reservas subterráneas isótopos radiactivos. No obstante, los especialistas emiten un mensaje tranquilizador, ya el riesgo para la salud solamente se da cuando se produce una exposición a estos agentes radiactivos muy prolongada en el tiempo y a concentraciones muy elevadas.
Qué medidas recoge el Plan Nacional contra el Radón
El Plan Nacional contra el Radón llega para minimizar el riesgo todo lo posible, que comporta la exposición a este gas en recintos cerrados. Recoge las estrategias y medidas a para a reducir la presencia de este gas en el interior de los edificios y minimizar sus efectos sobre la salud. Y servirá para evaluar la exposición de la población a este gas de origen radiactivo, estimar su impacto sobre la salud, reducir su concentración en los edificios, así como poner en marcha de un plan para la formación de profesionales de la edificación, a fin de que tengan en cuenta la problemática de este gas tanto en las construcciones nuevas, como en las actuaciones de rehabilitación de edificios.
A pesar de las buenas intenciones expresadas en el documento, el Plan Nacional contra el Radón “llega tarde”, en opinión del investigador del Laboratorio de Radiactividad Ambiental de la Universidad de La Coruña (UDC), Alberto Otero. Este investigador lleva años estudiando el radón y analizando su presencia en edificios públicos y empresas. Sus estudios han servido para conocer la presencia del radón en el interior de las instalaciones de la UDC, donde se encontraron concentraciones que multiplicaban por diez el valor máximo recomendado por el Real Decreto de 2022, de protección de radiaciones ionizantes, de 300 bequerelios por metro cúbico (unidad que mide la radiación).
El análisis en los edificios de la universidad gallega sirvió para mejorar la seguridad de las personas que trabajan y estudian en ella, y determinar las medidas adecuadas para reducir la concentración de este gas en los espacios cerrados.
Cómo se acumula el radón en los edificios
La presencia del radón en un edificio suele ser irregular y varía de una estancia a otra. La concentración de este gas depende de diversos factores, como la presencia de grietas en la edificación, que permitan la llegada de este gas desde el subsuelo o las propias condiciones de ventilación del espacio.
Y siempre se repite un mismo patrón, como el hecho de las concentraciones más elevadas se dan en las plantas más bajas, ya que el radón es un gas más pesado que el aire y le cuesta trabajo ascender.
Qué soluciones contra el radón se adoptaron en la Universidad de La Coruña
Las soluciones puestas en marcha en la UDC fueron diversas. Por un lado, explica Alberto Otero, se trabajó en la mejora de la calidad del aire de los espacios, por ejemplo, con las instalación de ventiladores que introducen aire del exterior de manera continua, con el objetivo de crear “una sobrepresión en el espacio”, a fin de dificultar el acceso del gas radón; y con la disposición de ventiladores destinados a renovar el aire, para expulsar el radón que ha accedido a la habitación.
En otra de las actuaciones se aisló el suelo con una malla de un material muy tupido, que impide que el radón acceda al interior del edificio. También se instalaron arquetas de captación en los lugares por donde el suelo emanaba radón. En esa misma arqueta se instaló un tubo con un extractor que atrae el gas, para luego expulsarlo al exterior y se diluya en el ambiente.
La exposición al radón es algo completamente normal, explica Alberto Otero, de hecho, en todos los análisis realizados por este investigador, que han sido muchos tanto en instituciones públicas, empresas y casas particulares, jamás se ha encontrado con niveles de radón cero, siempre había. El problema viene cuando la concentración es elevada.
Para medir la presencia del radón se emplean detectores de trazas, que se ubican en diferentes estancias de un edificio durante dos o tres meses, a fin de obtener un valor medio de la presencia de este gas y determinar si se necesitan medidas como las que se llevaron a cabo en la UDC.
Por qué en Galicia hay tanta presencia de radón
El caso de Galicia es paradigmático. Diversos estudios han demostrado que es la comunidad española más expuesta al radón. El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) estima que en el 70 por ciento de su territorio se dan las condiciones para que se forme este gas y se ha comprobado que más del 20 por ciento de las viviendas cuentan con una concentraciones de radón por encima de los 200 bequerelios por metro cúbico, lo que explica que en la región exista una concienciación mayor sobre este problema y que instituciones públicas, como ha sido el caso de la Universidad de La Coruña, se hayan adelantado con la puesta en marcha de estudios del radón y la creación de unidades específicas.
Pero a qué se debe tal concentración de este gas radiactivo en Galicia. La respuesta hay que buscarla en la tipología del terreno y más concretamente, en la abundancia de granito. Esta roca es de tipo ignea plutónica, formada tras un enfriamiento lento del magma, y está integrada entre otros minerales, por circón y la monacita, que contienen uranio.
Cómo se origina el radón
El gas radón se origina por la desestabilización natural del uranio contenido en el granito. Cuando esto ocurre se genera radio, del que finalmente emana el gas radón, explica el director del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias de la Tierra Energía y Medio Ambiente (CEACTEMA) de la Universidad de Jaén (UJA), Vicente López.
“Si la roca está fresca, el radón tiene muy poca posibilidad de movilizarse, pero si la roca está alterada, meteorizada y se ha convertido en una roca muy porosa, permite que los gases fluyan a través de ella con mayor facilidad”, añade el investigador de la UJA.
Por qué el radón es perjudicial para la salud
El radón es perjudicial para la salud porque cuenta con la capacidad de transformarse en otros elementos mediante reacciones de desestabilización radiactiva, de manera que «emite partículas y energía en esa transformación, que es lo que lo hace peligroso en los lugares donde se acumula», aclara Vicente López.
Las primeras pistas de que el radón es un problema se tienen desde el siglo XVI, debido a la mortalidad elevada entre mineros, pero en esa época no se sabía ponerle nombre. Ya a finales el siglo XIX y en las primeras décadas del XX se identificó que los mineros enfermaban de cáncer de pulmón y que la causa se debía a la exposición continuada a gas radón.
En España se han realizado diversos estudios sobre la relación entre este gas radiactivo y los casos de cáncer de pulmón, aunque el más elocuente fue el de 2020, en el que se combinaban los datos de investigaciones realizadas por la Universidad de Santiago de Compostela, con los de más de 3.700 participantes. Esta investigación sirvió para demostrar que el riesgo de cáncer de pulmón aumenta con la exposición al radón, incluso cuando los niveles están por debajo de los máximos establecidos por las autoridades.
Así, el Plan Nacional Contra el Radón, aunque tarde, llega para que se den los primeros pasos coordinados a nivel nacional, tomarse muy en serio este problema de salud pública y establecer las medidas necesarias para reducir la exposición al radón a niveles peligrosos para la salud.
Aguas radiactivas, otra consecuencia de la radiactividad natural
Si llamativo es el caso de la radiactividad que se respira con el radón, también lo son los de la presencia de moléculas radiactivas en aguas para consumo humano. Los últimos en saltar a los medios de comunicación han sido los detectados en la localidad malagueña de Maro, perteneciente al municipio de Nerja; y en algunos barrios de Almería capital y el municipio de Roquetas de Mar. Pero no son los únicos.
En la provincia de Almería se tiene bastante experiencia en lidiar con la presencia de isótopos radiactivos en agua potable, un problema que afecta a una quincena de municipios pequeños.
A qué se debe la radiactividad del agua
La presencia de radiactividad en el agua se debe a una dinámica similar al del radón. Se trata de un proceso totalmente natural, que ha ocurrido siempre, pero es desde 2013, a raíz de la entrada en vigor de la directiva europea EUROATOM, cuando se analiza sistemáticamente las aguas para consumo humano, en busca de partículas radiactivas.
Los radionucleidos llegan al agua por el contacto con rocas como el granito, que contienen elementos como el uranio en su composición. Pero para que esto ocurra debe haber existido un contacto continuo durante miles de años. Es por eso que la problemática de las aguas radiactivas está directamente relacionada con la sobreexplotación de los acuíferos.
En un acuífero sano, el que existe equilibrio entre la recarga y la extracción, se consume el agua de la capa superior; por así decirlo, el agua más joven y que menos tiempo lleva en contacto con la roca. A medida que se extrae agua por encima del volumen de recarga y baja el nivel del acuífero, se llegan a aguas más antiguas, hasta que finalmente se alcanzan lo que se conocen como aguas fósiles, que llevan ahí miles de años y han adquirido las moléculas radiactivas de las rocas. Y justamente eso, es lo que ha ocurrido en los dos últimos casos conocidos en Almería y Málaga.
«Estamos sacando agua muy vieja, que ha estado en contacto con la roca y ha adquirido esos elementos radiactivos, que son elementos naturales», explica de manera muy sencilla el catedrático de Hidrogeología de la Universidad de Almería, José María Calaforra.
En las aguas radiactivas se encuentran disueltos isótopos de torio, radio o uranio, pero habría que estar consumiendo ese agua durante muchos años para que se produzca una afección radiológica, asegura este especialista, al que le gustaría conocer las condiciones del agua al salir de los acuíferos afectados y compararla con la de hace unos años, para ver los efectos provocados por las sobreexplotación de los acuíferos, pero claro, para eso se necesitaría una máquina del tiempo.
Cómo se limpian las aguas radiactivas
Actualmente, la limpieza, o mejor dicho, la potabilización de aguas radiactivas se realiza mediante ósmosis inversa. Sin embargo, la Universidad de Almería, a través de su centro CIESOL, junto a la Diputación de esta provincia, el centro tecnológico CARTIF de Valladolid, otras dos universidades de Estonia y la empresa pública de aguas de este país, idearon una tecnología para la potabilización de aguas radiactivas, con la que se logra eliminar más del 90 por ciento de las partículas radiactivas y presenta una serie de ventajas añadidas, frente a los sistemas de ósmosis empleados para este cometido.
El sistema de potabilización avanzado se desarrolló en el marco del proyecto Life Alchemia, activo entre 2017 y 2021, financiado con fondos europeos, y permitió la instalación de novedosas plantas potabilizadoras en tres pequeños municipios almerienses, cuya única fuente de agua son acuíferos afectados por la presencia de elementos radiactivos.
El éxito de este nuevo mecanismo de potabilización se debe a la utilización de lechos catalíticos filtrantes, donde quedaban depositadas las partículas peligrosas para la salud. Esos lechos filtrantes contenían «zeolitas recubiertas de óxido de manganeso, que generaban la oxidación del hierro y manganeso presentes en el agua, producían una precipitación y en esa precipitación también estaban incluidos en radio y el uranio, que eran los elementos responsables de la radiactividad de las aguas», explica el catedrático de Ingeniería Química Ambiental de la Universidad de Almería y director del centro CIESOL, José Luis Casas.
Qué ventajas tiene la tecnología ideada por la UAL para potabilizar aguas radiactivas
A diferencia de la tecnología de ósmosis inversa, la desarrollada en el proyecto Alchemia funciona a baja presión, con lo que se logra un ahorro energético importante y se reduce el consumo de agua, porque en la ósmosis se desperdicia la mitad del agua que se extrae del acuífero, debido a que en el proceso de potabilización se carga de sales y radionucleidos; con el sistema nuevo, solamente hay que realizar un lavado diario del lechos filtrante, aclara José Luis Casas.
El modelo de planta potabilizadora desarrollado en Life Alchemia y los sistemas de ósmosis son soluciones efectivas, pero solamente viables para poblaciones pequeñas, donde no se tiene una fuente alternativa al acuífero contaminado con radiactividad, debido a su elevado coste y el problema que supone contar con una cantidad elevada de residuos radiactivos extraídos del agua. «Por ahora, la solución en grandes poblaciones pasa por buscar otras fuentes de agua, más que tratarla», afirma el director del CIESOL.
A diferencia de los efectos salud de respirar radón, las consecuencias de consumir aguas con radiactividad natural no están tan claras. El daño que causa la radiación depende de la dosis recibida, o dosis absorbida, y se conoce que la exposición a dosis bajas de radiación ionizante puede aumentar el riesgo de efectos a largo plazo, como el desarrollo de cáncer.
Desde la aplicación de EUROATOM, el peligro de que se ingieran aguas con elementos radiactivos se ha reducido al mínimo, ya que todos los municipios están obligados a analizar la presencia de radionucleidos en las aguas para consumo humano. Una buena muestra de que la normativa funciona son los casos recientes en Almería y Málaga, que fueron atajados de inmediato y se facilitó a la población agua procedente de otras fuentes.
La radiactividad natural está ahí y no se puede eliminar del ambiente; es peligrosa para la salud y preocupa, sin embargo, no se puede lanzar un mensaje de alarma, porque existen medidas que funcional y ayudan a convivir con ella sin riesgo.