Los romanos nos dejaron el latín, sus acueductos, una red viaria fascinante, teatros, mosaicos… pero también impactos ambientales que todavía tienen sus consecuencias en la actualidad, según ha comprobado un equipo de investigación en el que participan la Universidad de Almería, la Universidad de Granada y la Pablo de Olavide, en el que se han empleado un método solo aplicado en tres laboratorios de todo el mundo.
El estudio ha sido publicado en la revista Scientific Reports, de la prestigiosa editorial ‘Nature’, y se ha desarrollado en el marco de los proyectos GYPCLIMATE, del Ministerio de Ciencia e Innovación, y PALEOQUANT, de la Junta de Andalucía, dirigidos por el investigador de la Universidad de Almería, Fernando Gázquez.
Qué desastre ambiental provocaron los romanos
Los romanos fueron responsables de la desecación de un conjunto de humedales, como la Laguna de Zóñar, en Córdoba, una de las más importantes de la Andalucía occidental con una profundidad de hasta 16 metros, al desviar los riachuelos que las alimentaban, para abastecer a la población. Esta intervención hidráulica era necesaria para hacer frente a las sequías intensas que asolaban la Península Ibérica entre los siglos II antes de nuestra era y el siglo V.
«Los resultados del trabajo revelan que durante el periodo en que los romanos dominaron la Península Ibérica se enfrentaron a periodos de sequías intensas, en los que llovía hasta un 20% menos que en la actualidad”, explica el investigador de la Universidad de Almería, que en un estudio en las cuevas de Sorbas descubrió indicios de sequías intensas en época romana.
De hecho, “mediante el análisis de isótopos estables de los sedimentos de este lago se ha comprobado que en torno al siglo I d.C su nivel era de tan solo 3 metros de profundidad, y que su agua era mucho más salada que en la actualidad, y esto se debió tanto a la escasez de lluvia como a la derivación por parte de los romanos de los manantiales que alimentan el lago”.
Cómo se ha comprobado el impacto ambiental provocado por los romanos
Para comprobar la intervención de los romanos en este desastre ambiental se ha empleado una metodología basada en análisis de isótopos. “Es importante destacar que los análisis de isótopos estables en agua de hidratación de yeso, fundamentales para llegar a tales conclusiones, se han llevado a cabo en la Universidad de Almería mediante un método que solo se aplica en otros tres laboratorios en todo el mundo”, y cuya implantación ha sido financiada con los dos proyectos nacional y andaluz antes citados. En todo caso, ha sido una labor multidiciplinar, cruzando datos geoquímicos, parámetros hidroquímicos medidos durante los últimos 35 años y resultados de campañas arqueológicas en el entorno.
Gázquez ha precisado que “nuestro trabajo se apoya en análisis arqueológicos de restos de infraestructuras hidráulicas, canales y cisternas en concreto, que fueron usados para transportar el agua de los manantiales a una villa romana que estaba al lado del lago, de la cual también hemos encontrado vestigios”, narrado de modo textual. De estas aseveraciones se desprende una de las grandes conclusiones, ya que “los resultados demuestran que los romanos fueron capaces de adaptarse a periodos de sequías y, además, ponen sobre la mesa el que es probablemente uno de los primeros ejemplos del impacto medioambiental del ser humano sobre ecosistemas acuáticos en la península Ibérica”.
Qué demuestra este trabajo
Por lo tanto, este trabajo “es una de las primeras evidencias del impacto de los romanos sobre el funcionamiento hidrológico de las zonas húmedas y pone de manifiesto, a su vez, que los periodos de sequías prolongadas, como los que estamos viviendo en la época actual, también pusieron contra las cuerdas a civilizaciones pasadas”. Más allá, “la motivación de este trabajo surge a partir de la necesidad de generar registros cuantitativos del clima del pasado”.
Fernando Gázquez ha recordado que “hasta la fecha se han publicado muchos registros paleoclimáticos cualitativos, es decir si llovía más o menos o si hacía más frío o más calor, pero en pocas ocasiones se han dado valores exactos de variables climáticas en periodos pasados”. En este trabajo “ponemos por primera vez valores absolutos a la humedad atmosférica y a la cantidad de lluvia en un periodo histórico clave en la península Ibérica como es el romano”.
El estudio relaciona las importantes sequías que ocurrieron en torno al siglo I d.C con la resiliencia de la cultura romana ante los cambios ambientales. Tan es así que, en base a lo descubierto por estos investigadores, “se pone de manifiesto cómo los romanos alteraron la hidrología de algunos lagos en el sur de la península Ibérica para satisfacer la alta demanda de agua para uso urbano y agrícola”, aportando “evidencias de la capacidad de adaptación de la civilización romana a cambios ambientales y de su habilidad para el manejo del agua”.
Por otro lado, “pone de manifiesto que hace ya 2000 años el ser humano generaba un impacto importante sobre el medioambiente, en este caso casi secando uno de los lagos más profundos de Andalucía”. Cabe añadir que “la alteración sobre el ecosistema asociado a la Laguna de Zóñar debió ser de gran magnitud, no solo por la reducción de su volumen a menos de un 10% del actual, sino porque sus aguas se volvieron salinas y probablemente incompatibles con la vida de muchas especies”.