Aunque están protegidos desde 2018 por la Corte Constitucional (de Colombia), los páramos se encuentran en una situación de delicadeza extrema. Estos ecosistemas de alta montaña, localizados al norte de los Andes, a una altitud superior a los 3.000 metros, son fundamentales desde el punto de vista climatológico.
El profesor Conrado de Jesús Tobón Marín, coordinador del grupo de investigación Hidrología y Modelación de Ecosistemas Dinámicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que, “aunque existe una legislación –como la ley 1930 de 2018, también conocida como Ley de Páramos–, esta no se aplica porque no tiene en cuenta a quienes habitan dichos territorios […] no se trata de legislar desde los escritorios desconociendo las necesidades de los pobladores; se necesita una normativa acorde con la situación real de los páramos”.
Menciona además que “aunque en las últimas décadas se ha dado un creciente interés por los páramos, antes estos ecosistemas eran una oportunidad de vida para los campesinos despojados de tierras en las partes medias y bajas; ese uso intensivo para actividades agrícolas y ganaderas arrasó la vegetación autóctona y desapareció los suelos por erosión. Esa amenaza no ha parado, en algunas zonas se ha frenado, pero no ha desaparecido”.
Máquinas de hacer agua
“Los páramos son ecosistemas de alta montaña, sobre todo en el norte de los Andes, y por lo tanto se ubican por encima de los 3.000 msnm, especialmente en Colombia, Venezuela y el norte de Ecuador; tienen lluvias frecuentes y esto los hace climatológicamente fundamentales”, explica el profesor.
En Colombia la mayoría de los páramos están de sur a norte de la cordillera Oriental; otra parte considerable en la cordillera Central, y en menor medida en la Occidental y en la Sierra Nevada de Santa Marta.
“Además son arbustales y pajonales, una vegetación típica que se complementa con el aspecto hidrológico ya que sus condiciones de clima son muy suaves, la evapotranspiración es muy baja, y por ende el rendimiento hídrico (agua que producen) es muy alto”.
Con respecto a los servicios ecosistémicos, el docente inicia enumerando la gran diversidad de plantas y sigue con el paisajismo: “no es lo mismo subir a una montaña en Perú, donde todo es rocoso, a estar en una zona a tal altura y estar rodeado de vegetación […] entre la cantidad de fauna propia de esas zonas sobresalen el oso de anteojos y el venado, pero también cuenta con una amplia diversidad de aves, mariposas y reptiles”.
Pero, sin lugar a dudas el componente más relevante del último siglo ha sido su abundante aporte hidrológico. A pesar de conformar pequeñas áreas, su producción de agua es muy alta, y como no hay asentamientos humanos su calidad es excelente; además, al estar por encima de las ciudades, no se produce el costo adicional de llevarla hacia las viviendas, sino que se da por gravedad.
“Solo por el servicio hidrológico que prestan deberían conservarse al 100 % e ir más allá: restaurar los páramos degradados”, recalca el docente.
Sobre las iniciativas relacionadas con turismo de montaña es enfático al afirmar que “solo el turismo bien manejando, que conozca la capacidad de carga del sitio y no permita sobrecupo, es una gran oportunidad para que los guías les hablen y enseñen a las personas qué son los páramos y cuál es su importancia; debe haber caminos demarcados; no se permite sacar especies ni tumbar nada; se va a pie y no a caballo, motocicletas o cuadraciclos. Este tipo de iniciativas, bienvenidas”.
Advierte que el uso de caballos y vehículos motorizados es dañino para el ecosistema.
“Aunque Parques Nacionales ha venido haciendo un buen trabajo, también se les debería dar la oportunidad a los habitantes de estas zonas de generar ingresos que les permitan conservar los páramos”, concluye.