La pandemia de Covid-19 lo está cambiando todo. Nuestra relación con los demás, el trabajo, la visión del mundo… y qué decir de la economía. Las pandemias y las epidemias tienen una gran capacidad de transformación.
A lo largo de la historia han inaugurado eras y destruido imperios, cambios en la mentalidad y la manera de entender la vida que, sin duda ahora también se producirán. Seguramente no se tarde mucho en verlos y, seguramente, en abrir una nueva etapa en el libro de la historia.
“El mundo se está enfrentando a unos cambios vertiginosos y está claro que esta crisis lo va a cambiar. Hacia dónde, pues eso habrá que verlo, pero seguramente serán cambios que se produzcan muy rápidamente”, afirma el catedrático de Historia Medieval la Universidad de Murcia, Juan Francisco Jiménez.
Pandemias y epidemias que alteraron la historia
Transformaciones como, por ejemplo, las que provocó la epidemia de peste negra de 1348, que acabó con un tercio de la población de toda Europa. Esta situación tan trágica cambió la manera de entender la vida, hasta el punto de que se empieza a introducir cierta mentalidad existencialista, “la sensación de que la vida no es nada”.
Uno de los mayores ejemplos del cambio de mentalidad es el libro El Decamerón, de Giovanni Boccaccio. Esta obra trascendental en la literatura universal presenta una narración que se desarrolla en plena peste bubónica y se considera como la precursora de una visión profana de los seres humanos y una burla a lo que representaban los ideales medievales.
Tanto que se considera como una de las obras que hicieron posible la recuperación del concepto latino de carpe diem, que todavía forma parte del ideario colectivo y que invita a aprovechar el momento, por la incertidumbre que viene después, y que en plena época de peste bubónica era la muerte.
Del medievo a la era moderna
En esta época, dice Juan Francisco Jiménez, la mentalidad cambia, ya que la población se da cuenta de que la muerte iguala. La peste negra afectó tanto a personas de los más bajos fondos como de las altas esferas de la época. Y el resultado fueron “sociedades que acabaron teniendo muy presente a la muerte”.
En el fondo, la forma de actuar en aquella época no era muy diferente a la actual. El poder se apoyaba en el conocimiento para tomar decisiones. Pero la ciencia medieval no estaba tan avanzada y era habitual pensar que pandemias y epidemias eran un castigo divino, de ahí que se multiplicaron las procesiones, actos de penitencia o incluso persecuciones a colectivos no creyentes, como ocurrió con los judíos, o a personas que practicaban una moral que no se ajustaba a los preceptos dictados por la Iglesia, como era el caso de las prostitutas.
Epidemias en el mundo antiguo
Si se viaja todavía más atrás en el tiempo se encuentran otros ejemplos de cómo epidemias o pandemias han cambiado las sociedades y los equilibrios de poder a nivel mundial.
El Imperio Romano sufrió varias epidemias muy profundas que, entre otros muchos desastres, aceleraron la desaparición del propio Imperio. La peste antonina, a principios del siglo III, se saldó con cinco millones de muertos, una cifra desorbitada en esa época.
Provocó una crisis enorme a nivel social y afectó a la capacidad del ejército, “lo que hizo más sencillo la llegada de los bárbaros, y contribuyó, por un efecto dominó, a desencadenarlas circunstancias que acabaron con la caída del Imperio Romano”, explica la catedrática de Historia Antigua de la Universidad de Málaga, Clelia Martínez. Y la peste de Cipriano, un siglo después y que se prolongó dos décadas, contribuyó a debilitar todavía más a Roma.
Pandemias y epidemias de propagación más lenta
En el mundo antiguo, la propagación de las pandemias y epidemias era más lenta, más que nada, porque las comunicaciones no son las que se tienen a día de hoy, pero no porque no hubiera movimientos de personas. “Las primeras zonas afectadas eran las ciudades portuarias, porque el tráfico comercial se hacía por mar. A partir de esos grandes focos en los puertos se extendía hacia el interior”, afirma la investigadora de la Universidad de Málaga.
Había epidemias que afectaban solamente a una región, como la conocida como Plaga de Atenas, por la que falleció Pericles. Pero cuando se producían en zonas como el Imperio Romano, la extensión geográfica estaba asegurada por las propios intercambios comerciales que funcionaban como sustento económico del propio sistema. Y cuando eso ocurría, la actuación era realmente errática, más que nada, por la falta de conocimiento científico, que impedía actuar en el foco del problema.
Cómo se atajaban las epidemias en el mundo antiguo
“Entonces lo único que se hacía era quemar enseres o incluso casas, pero no so solucionaba el problema, porque, como ocurrió en el caso de la peste, las ratas, responsables de transmitir la enfermedad, seguían allí. Así se entiende que algunas epidemias durasen décadas”, explica Clelia Martínez.
Las soluciones planteadas en ese momento tenían más que ver con lo mitológico que con lo científico. Se realizaban ofrendas y sacrificios para calmar a los dioses, pero, como es de imaginar, no resultaban efectivas y, debido a la concentración de personas que implicaban estos ritos, se contribuía a propagar todavía más la epidemia en cuestión.
Persecuciones de cristianos por las epidemias
Las epidemias también provocaron el señalamiento y persecución de algunos colectivos. Uno de los más señalados en durante las epidemias en época romana fueron los cristianos.
El cristianismo estaba extendiéndose en el siglo III como una religión competidora con los credos politeístas, y despertaban recelos entre las clases poderosas de Roma, tanto que “comenzaron a imputarles la aparición de la epidemia, con el argumento de que los dioses se han enojado por la aparición de esta otra religión. Por lo que se crea todo un pensamiento y todo un movimiento cristiano para defenderse de esas inculpaciones”, explica la investigadora de Universidad de Málaga.
La Iglesia se posiciona tras pandemias y epidemias
En el siglo V, una vez que Justiniano implantó el cristianismo en Roma, las epidemias favorecieron la expansión y la influencia de esta religión, por el efecto balsámico ante las desgracias que traían estas enfermedades.
La población creyente se vuelca en la oración, lo que da más poder a los obispos. Y la Iglesia se presenta como una organización con capacidad de atención social, con hospitales y prestando ayuda a los necesitados. “Hace una labor social que el estado no puede asumir, y eso la coloca en una posición de poder destacada en la sociedad de la época”.
Las pandemias siempre han traído crisis y éstas, cambios profundos en la sociedad. Seguramente el mundo que conocemos esté llegando su fin y se le abrirá la puerta a otro diferente, en el que hasta la costumbre tan mediterránea de abrazarse y besarse se verá alterada.
La gran diferencia de esta pandemia es la rapidez. Cómo en cuestión de semanas ha cambiado la vida de la población mundial, creado escenarios totalmente nuevos, que requieren soluciones que todavía no están inventadas, y abocado a la población mundial a una incertidumbre de tamaño mayúsculo. La historia ha dado un giro de guión difícil de digerir, para el que nadie estaba preparado, en el que se necesitan soluciones nuevas. Y no se sabe quién está preparado para aportarlas.